viernes, 26 de octubre de 2012

Hay alternativas al rescate

A la vista de como se está presentando la situación económica en la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la falta de pluralidad que hay en tertulias, informativos y demás fuentes de opinión, es natural que la mayoría de la gente piense que el llamado rescate es inevitable. 

El razonamiento con el que están vendiendo su inevitabilidad es elemental: el Estado español ha acumulado una deuda muy grande, los mercados no confían en su capacidad de pago y por eso le imponen unos tipos de interés muy elevados que antes o después harán imposible que España haga frente al vencimiento de los pagos. Por eso no hay más remedio que acudir a un "rescate" en forma de un préstamo o crédito con el que el Estado enjugue sus pagos inminentes y pueda garantizar los venideros. 

A pesar de su aparente evidencia, el razonamiento hace aguas por varias partes. Sobre todo, porque la alternativa a la presión de los mercados a cuenta de nuestra deuda no es únicamente que el Estado se cargue con una aún mayor y a cambio de imponerle condiciones draconianas que van a hundir nuestra economía durante años. 

Desde luego había otras alternativas antes de que la situación llegase a la degradación actual, como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos, y particularmente en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España , y a las que no me voy a referir en este momento. 

Pero también las hay ahora, ya en situación de emergencia. 

Para bajar la prima de riesgo no hace falta rescate alguno sino simplemente que el Banco Central Europeo se comporte como una auténtica autoridad monetaria y evite que las presiones especulativas la eleven con el único propósito de obtener beneficios. Ni el nivel de deuda pública española cuando comenzaron las presiones ni incluso el actual (cercano al 90% pero mucho más bajo que el de otros países) justifica por sí mismo la presión de los mercados. Esos niveles (ahora, no lo olvidemos, más altos por la inacción del BCE) están todavía dentro de los que pueden asumirse sin demasiadas complicaciones a poco que se recupere la actividad y el ingreso, que es lo que están impidiendo, precisamente, las políticas europeas y la posición que mantiene el BCE. 

Lo que ocurre es que los dirigentes del Banco Central Europeo no actúan para evitar que siga subiendo la prima de riesgo española porque no busca resolver la inestabilidad que eso provoca sobre el euro. Lo que está haciendo en realidad es actuar como manager de los intereses de la banca privada europea que solo trata de asegurarse el cobro de la deuda privada que con ella tienen los bancos de la periferia, y concretamente los españoles. 

La presión que sufre España es la excusa que sirve para imponer un rescate que en realidad no es el rescate de España para que haga frente a su deuda soberana, sino para que financie la deuda que los bancos privados tienen con los alemanes y franceses ( 139.191 y 115.261 millones, respectivamente, a comienzos de 2012, que representan el casi el 45% de los 571.519 millones de dólares que deben). 

Si de verdad quisiéramos "rescatar" a la economía española lo que se debería hacer no es imponerle una losa de deuda aún mayor, más recortes en el gasto público que se requiere para que las empresas puedan crear empleos y los ciudadanos vivir dignamente, y, en definitiva, frenar aún más la actividad económica que se necesita para crear ingresos, empleo y proporcionar bienestar social. 

Lo que habría que hacer serían otras cosas: recuperar inmediatamente la demanda y hacer que las empresas y consumidores dispongan también de inmediato de la financiación que necesitan. Y además, como ya he explicado en otros textos, avanzar para que la actividad que se recupere sea de nuevo tipo, vertebradora y sostenible y que no reproduzca los males que provocaron la situación en la que estamos. 

Esos tres objetivos (demanda suficiente, financiación adecuada y cambio de modelo) se podrían conseguir incluso en el muy corto plazo si en lugar de dejarnos llevar por el fundamentalismo neoliberal que nos invade nos dedicásemos a innovar y a concretar las diferentes propuestas alternativas que muchos economistas, personal o colectivamente, están ofreciendo. 

Como una muestra más de que estas alternativas al rescate existen, de que son viables y de su efecto mucho más positivo para la economía y la sociedad española, quisiera referirme brevemente a la que acaba de divulgar Antonio Quero, alto funcionario europeo y militante socialista, con muy amplia experiencia política y de gestión (se puede ver con detalle en Bases para un Acuerdo Nacional para la salida de la crisis y la defensa de la soberanía económica ). 

En resumidas cuentas, su propuesta se basa cuatro ejes principales.
En primer lugar la creación de 3 millones de empleos y 2,5 millones de puestos de formación para jóvenes, principalmente poniendo en marcha un innovador sistema de anticipo subvencionado de contrataciones a las empresas, nuevos sistemas de rotación-sustitución, un fondo de inversiones para la creación y expansión de empresas y planes de eficiencia energética y de empleo juvenil. 

En segundo lugar, un estímulo inmediato de la demanda incrementando la renta disponible familiar mediante la rebaja temporal de hipotecas y alquileres al 20% de la renta de las familias con ingresos menores a 3.000 euros mensuales. Una medida que inmediatamente permitiría incrementar la demanda agregada en 48.750 millones en tres años. 

En tercer lugar, la generación de 75.000 millones de euros anuales de recursos públicos adicionales mediante una reforma del modelo bancario actual consistente básicamente en separar, por un lado, la captación de depósitos y, por oto, la concesión del crédito. Para ello se crearía inmediatamente una Central de Depósitos que garantizaría la integridad del sistema y haría innecesario cualquier tipo de rescate y que permitiría que inmediatamente comenzase a fluir el crédito a empresas y familias así como financiar sin problemas la deuda del Estado. 

Finalmente, se propone blindar la inversión en educación y en I+D+i porque constituye la base imprescindible para mejorar el futuro de nuestra economía y el progreso de nuestra sociedad. 

Si a todo ello se añade una reforma fiscal en la línea de la que proponen los técnicos del Ministerio de Hacienda, que permitiría obtener 63.000 millones de euros adicionales al año, el Estado y el conjunto de nuestras empresas y consumidores podrían ir generando de modo inmediato ingresos suficientes para salir de la situación en la que estamos sin necesidad de un rescate traumático, injusto y claramente contrario a los intereses nacionales. 

La cuestión es clara: no se aplican medidas alternativas no porque no las haya sino porque se quiere utilizar el rescate para beneficiar a los grupos sociales privilegiados y no al conjunto de la sociedad. 

Juan Torres López
Nuevatribuna.es

domingo, 21 de octubre de 2012

El expolio de Europa

¿Crisis? ¿Qué crisis? Los cafés, las terrazas, los restaurantes no se quedan vacíos, los turistas se atropellan en los aeropuertos, se nos habla de récords de exportaciones, de que el paro disminuye. La gente bosteza ante la “cumbre” política de cada semana y las oscuras disputas de los expertos.

Es manifiesto que casi nadie se percata de que los países europeos ya no están gobernados por instituciones que cuenten con una legitimidad democrática, sino por una ristra de siglas que han ocupado su lugar. Ahora mandan el MEDE, el FEEF, el BCE, la ABE y el FMI. Solo los iniciados llegan a comprender quién hace y cómo en el seno de la Comisión Europea y del Eurogrupo. Todos esos organismos no figuran en ninguna constitución del mundo y no asocian a los electores a su toma de decisiones.

Produce escalofríos la indiferencia con que los europeos aceptan que se les despoje de su poder político. A diferencia de las revoluciones, los golpes de Estado y los alzamientos militares, que no escasean en la historia de Europa, esta desposesión se está llevando a cabo sin ruido y sin violencia. Todo ocurre pacíficamente, en un reservado.

Ya no asombra a nadie que no se respeten los tratados. De las reglas existentes, como el principio de subsidiariedad establecido por el Tratado de Roma o la cláusula que prohíbe los rescates financieros en el de Maastricht, se hace caso omiso cuando hace falta. El principio pacta sunt servanda [hay que respetar lo pactado] se convierte en un eslogan carente de significado.

La abolición del Estado de derecho queda clara en el tratado fundacional del MEDE (el Mecanismo Europeo de Estabilidad). Las decisiones de los pesos pesados de esta “sociedad de rescates” tienen validez inmediata y no están sujetas al consentimiento de los parlamentos. Se les llama “gobernadores”, como era habitual en los antiguos regímenes coloniales, y, como en estos, no tienen que rendir cuentas ante la opinión pública.  Están exentos de control judicial o legal. Y gozan de un privilegio que no posee ni el jefe de la Camorra napolitana: la inmunidad penal absoluta (según los artículos 32 a 35 del tratado fundacional del MEDE).

El expolio político de los ciudadanos empezó cuando se introdujo el euro, incluso antes. Esta moneda es el fruto de maquinaciones políticas que no han tenido en cuenta las condiciones económicas necesarias para poner en marcha semejante proyecto.

Lejos de reconocer y corregir las malformaciones congénitas de su creación, el “régimen de los rescatadores” insiste en la necesidad de seguir a toda costa la hoja de ruta establecida. Proclamar que no tenemos “otra salida” viene a ser negar el peligro de explosión inducido por el aumento de las disparidades entre los Estados miembros. Las consecuencias se dibujan en el horizonte: división en vez de integración, resentimiento, animosidad y reproches en vez de concertación. “Si el euro se hunde, Europa se hunde”. Este eslogan inepto trata de movilizar a un continente de quinientos millones de habitantes en la empresa azarosa de una clase política aislada, como si 2000 años no fuesen nada comparados con una moneda inventada hace muy poco.

La “crisis del euro” prueba que esto no acabará con el expolio político de los ciudadanos. Su lógica quiere que conduzca al expolio económico. La gente baja a las calles en Madrid o Atenas porque no le queda otro remedio. También ocurrirá en otras partes.

Se ha cortado el paso a las opciones prudentes que hasta ahora se han propuesto. A la idea de una Europa a varias velocidades se la ha perdido ya de vista. Las cláusulas de salida sugeridas con la boca pequeña jamás han encontrado un lugar en los tratados. La política europea ha humillado el principio de subsidiariedad. Esa palabra significa que, de la escala municipal a la regional, del Estado-nación a las instituciones europeas, siempre debe ser la instancia más cercana a los ciudadanos la que mande dentro de su marco de competencias, y los niveles superiores no deben heredar más competencias reglamentarias que las que no se puedan ejecutar en otros niveles.

Pero los 500 millones de europeos no capitularán sin haber opuesto resistencia.

Este continente ya ha superado conflictos más sangrientos que la crisis actual. Salir del callejón donde nos han arrinconado los apóstoles tendrá un coste y no se logrará sin conflictos y sin dolorosos recortes. El pánico es el peor de los consejeros, y quienes predicen que Europa va a entonar su canto del cisne ignoran las fuerzas que tiene. Antonio Gramsci nos ha dejado esta máxima: “Al pesimismo de la inteligencia tiene que acompañarle el optimismo de la voluntad”.

Hans Magnus Enzensberger
Ensayista y periodista
CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias)

jueves, 18 de octubre de 2012

¿Premio Nobel de la Paz para la Unión Europea?

¿Creíamos que lo habíamos visto y oído todo, que estábamos curados de espanto? Pues no, todavía hay margen para la sorpresa: La Unión Europea (UE) ha recibido el Premio Nobel de la Paz. Es posible que con este galardón se haya pretendido contrarrestar el continuo y creciente desapego de la población hacia las instituciones comunitarias. Pero, cualquiera que haya sido su propósito, ¿qué méritos acredita la UE para hacerse merecedora de este premio, con esta carga simbólica?

En mi opinión, el término “Paz” se convierte en un recurso retórico y vacío de significado si, al mismo tiempo que se proclama (y se reparten medallas), se están degradando las condiciones de vida de buena parte de la población. Y esto es justamente lo que está sucediendo en la UE, con mayor o menor intensidad, dependiendo de los países. Y no vale como excusa que los mercados, como si fueran un “objeto volante no identificado”, impusieran sus lógicas, sus exigencias o su racionalidad a unas instituciones, las comunitarias, que conservarían en su código genético su vocación redistributiva de antaño y, por lo tanto, su pretensión de impulsar la cohesión social. ¿Los mercados habrían capturado las instituciones? No, lo cierto es que los intereses de unos y otras se funden y se confunden configurando un magma de intereses indisociable.

Sólo así cabe explicar las políticas implementadas desde Bruselas y que suponen un ataque inédito, sin límites, sin tregua a las políticas de bienestar social: drásticos recortes del gasto público en educación y salud, reducción del subsidio en concepto de desempleo y de los recursos canalizados hacia otras prestaciones sociales, alargamiento de la edad de jubilación y pérdida de capacidad adquisitiva de las pensiones, merma de los salarios de los trabajadores… y así una larga lista de tijeretazos que apuntan en la misma dirección.

Y todo ello en nombre de la “austeridad”, necesaria, nos dicen, para salir de la crisis. Más bien, las falacias y las mentiras de la austeridad. No caben otros apelativos cuando, transcurridos cinco años desde que estallara la crisis, la situación no ha dejado de empeorar. No sólo ha pasado el tiempo sin que los resultados esperados por los gobiernos se hayan materializado, sino que en ese tiempo se ha encauzado una gran cantidad de recursos públicos en apoyo de los grandes bancos; sí, de aquéllos que están en el origen mismo de la crisis, sin exigencias, sin contrapartidas.

Además de esta sangrante paradoja, las instituciones comunitarias y la mayor parte de los gobiernos europeos mantienen, imperturbables, con más vehemencia si cabe, el mantra de “más esfuerzo, más restricciones”; proclama que se escapa a la lógica de la razón y del razonamiento económico, y que sólo podemos entender, que no justificar, si consideramos los intereses y, por qué no decirlo, los negocios en juego.

En estos años de sufrimiento y frustración para buena parte de la población la polarización social y la concentración de la renta y la riqueza no han dejado de aumentar. No todos pierden con la crisis; atención: no estoy diciendo que no todos pierden en idéntica proporción, sino que algunos grupos están cosechando grandes beneficios, no sólo en términos económicos sino también políticos. De hecho, esta crisis ha abierto para las élites económicas y sociales un  escenario de oportunidades apenas imaginado o incluso soñado hace unos pocos años.

Es dudoso que las muy mal denominadas políticas de austeridad consigan la meta    que, al menos en apariencia, las justifican: la recuperación del crecimiento. Pero es seguro que están facilitando la consecución de otros objetivos que, claro está, no se formulan de manera explícita, quedan diluidos y convenientemente ocultos en una retórica tan vacía y engañosa como eficaz: “todos tenemos que arrimar el hombro”.

Pero, más allá de esa retórica, lo cierto es que las grandes corporaciones se han apoderado de mercados y recursos “liberados” por las empresas más afectadas por la recesión; los grandes bancos han recibido enormes cantidades de dinero procedente de las arcas públicas y del Banco Central Europeo; las remuneraciones de los equipos directivos y de los grandes accionistas, monetarias y en especie, han continuado creciendo sin control alguno y, por supuesto, sin que se hayan visto contaminadas por las llamadas a la austeridad; la  fiscalidad sobre el capital, los beneficios y los patrimonios continúan disfrutando o incluso han reforzado su estatus privilegiado; y el espacio europeo –las instituciones y las políticas- están cada vez más al servicio de los países ricos, sobre todo de Alemania, de los lobbies empresariales y financieras, de la burocracia comunitaria  y de las agencias monetarias y financieras internacionales.

Podemos mirar en otra dirección, podemos ensalzar una Europa social y redistributiva que sólo existe en la cabeza de algunos europeístas de salón. Pero esta Europa, la que realmente existe, está practicando una violencia continua y creciente contra los trabajadores. Conceder a la UE el Nobel de la Paz, además de un sinsentido y de un gesto de cinismo, es un paso más, y me temo que no será el último, hacía el descrédito, ya muy profundo, de las instituciones comunitarias.

Fernando Luengo
EconoNuestra

lunes, 15 de octubre de 2012

El MEDE, la consolidación del golpe de estado financiero en la UE

El 8 de octubre empezó a funcionar el MEDE (Mecanismo Europeo De Estabilidad), una nueva institución financiera intergubernamental que tiene como objetivo garantizar la solvencia de los estados miembro facilitándoles crédito y asumiendo las funciones hasta ahora desempeñadas por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. La creación del MEDE ha sido posible gracias a la modificación del artículo 136 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea que se llevo a cabo en 2011 para “salvaguardar la estabilidad de la zona euro” e introducir “condiciones estrictas” para los beneficiarios de la ayuda financiera. 

El MEDE debe convertirse en una especie de Fondo Monetario Internacional para los estados miembros de la UE. La capacidad de crédito inicial prevista es de 700.000 millones de euros, de los cuales 80.000 procederan de la aportaciones directas de los estados y el resto se alcanzaran mediante capital “movilizable” y garantías, es decir, comprometiendo futuras cuotas de los países antes de haberlas ingresado. Las explicaciones técnicas sobre la capacidad de crédito del MEDE son, como es habitual en estos casos, auténticos jeroglíficos para la ciudadanía. Ni la información resulta de fácil acceso, ni es comprensible para la gran mayoría de personas que acabaran sufriendo las consecuencias del funcionamiento de esta institución, ni el tema tiene la relevancia mediática que merece, atendiendo al atentado contra el funcionamiento de las instituciones democráticas que supone el articulado del tratado fundacional del MEDE.

El único debate sobre el MEDE que ha tenido cierta repercusión ha sido el rechazo de Alemania a la propuesta inicial de que esta institución pudiera requerir capital ilimitado de los estados miembros para ampliar su capacidad de crédito. A pesar de que organizaciones ciudadanas presentaron multitud de recursos de inconstitucionalidad por considerar que el MEDE agrede la soberanía de las instituciones democráticas, el Tribunal Constitucional Alemán abrió las puertas a la firma del tratado exigiendo tan sólo una modificación: que se fijará un límite a la aportación alemana de 190.000 millones de euros (efectivo más avales). Más allá de esta cifra, la contribución deberá ser votada en el Parlamento. El resto de recursos han sido rechazados considerando que el MEDE es creado el 11 de julio de 2011 por los ministros de Finanzas de la zona euro actuando como representantes de la soberanía de sus respectivos estados.

Pero el texto del tratado por el que se constituye el MEDE contiene otros muchos aspectos preocupantes des de el punto de vista político y de calidad democrática que escapan al debate de las cifras. Según el articulado inicial, que todos los diputados y diputadas el Europarlemento han tenido en sus manos, el MEDE, sus propiedades y sus activos, van a gozar de una inmunidad total frente a los estados miembro. No podrán ser objeto de ninguna forma de acción legal en su contra ni podrán ser “intervenidos, confiscados o embargados” ya sea por vía ejecutiva, judicial, administrativa o legislativa. Lo cual coloca a esta institución, creada a la sombra de la opinión pública europea (si es que existe tal cosa), fuera del control de las instituciones de las ya debilitadas democracias liberales estatales. En el terreno de las responsabilidades personales, el tratado establece que directores, subdirectores, director ejecutivo y demás empleados del MEDE serán inmunes a cualquier tipo de proceso legal por actividades ejercidas en el desempeño de sus funciones, y gozarán de inviolabilidad de sus archivos y documentos oficiales. Lo que significa que los tribunales de los países europeos no podrán, bajo ningún concepto, investigar las actividades profesionales de los altos cargos del MEDE.

Esta institución, que tendrá su sede en Luxemburgo, cristaliza la subordinación de toda forma de ejercicio de la soberanía popular en Europa a las necesidades financieras que, ante la deriva de los acontecimientos, son las necesidades de los grandes bancos. Las condiciones ligadas a los créditos y la conversión de deuda privada en deuda pública, consolida el golpe de estado financiero que vive la Unión Europea como consecuencia del profundo déficit democrático que arrastra desde su fundación.

Albert Sales e Inés Marco
Rebelión

sábado, 6 de octubre de 2012

El euro y la evolución del desempleo en Europa

Desempleo en Europa 1983 - 2012

El desempleo ha aumentado de manera significativa en Europa en los últimos años y toda la fuerza de contención que creó la introducción del euro el año 2001 se ha desvanecido. Como muestra esta gráfica, el euro aportó notoria estabilidad hasta el estallido de la crisis subprime. Pero, desde entonces, cada país ha retomado su senda anterior confirmando que la estabilización del empleo debe mucho al efecto burbuja que significó la implantación del euro. El crédito barato que inundó de dinero a países como España, Grecia e Irlanda ayudó a generar falsas expectativas de bienestar. Ahora con el desempleo en niveles históricamente altos y con una economía en fuerte contracción, el euro juega también un rol apremiante.

La abundancia del crédito que generó en los años del boom ayudó a elevar el nivel de empleo y aumentar el crecimiento. Pero todo se hizo por caminos de desequilibrio financiero que tarde o temprano se agotarían. Ahora se constata que todo ello no fue más que un castillo de naipes levantado sobre una base muy débil amparada en la inconsistencia del sistema financiero. Una vez descorrido el velo de ese espejismo ha emergido la fuerza rotunda de lo real desvaneciendo toda la ilusión de una década. La gran paradoja es que la gran beneficiada de la crisis ha sido la banca por la vía de los rescates públicos con cargo a los contribuyentes. La banca no solo ganó en su proceso de hinchar la burbuja sino que ha seguido ganando en su derrumbe. En la siguiente gráfica vemos en detalle el desempleo en el período 1999-2009.

Desempleo en Europa 1999-2009

Esta gráfica permite apreciar la evolución del desempleo en el período de mayor expansión del euro. Sólo España y Alemania alcanzaron por momentos niveles de desempleo del 11,5 por ciento. Pero mientras el desempleo de Alemania se ubica hoy en el 5,5 por ciento, el de España supera el 25,1 por ciento. Y Alemania no está libre de este flagelo como apuntamos aquí. Ahora es el FMI el que ha comenzado a reducir las perspectivas económicas para Alemania, y los inversionistas anticipan que España quebrará como Grecia y Francia será el próximo en caer. La deuda que ha infligido la banca a los Estados ha sido un veneno mortal. 

Por eso que el futuro de Europa se hace cada vez más incierto dado que la espiral del desempleo es un camino sin salida en el cual el euro ha desempeñado un rol central. Todos los lideres se han empeñado en rescatar a la banca, cuando de lo que se trata es de rescatar a la economía real si es que se quiere inyectar vida a la moneda única. Se han cumplido cinco años de crisis, cuatro años desde la quiebra de Lehman Brothers, tres años desde los primeros traspiés de las finanzas griegas, y no se han logrado grandes avances por defender en forma errónea el rol del euro.

El desempleo es hoy una de las mayores dificultades que enfrentan los países del mundo y también una de las principales fuentes de profundización de la crisis que pone en riesgo la propia existencia de la moneda única. A medida que la crisis se extiende, lejos de encontrar vias de salida, la situación se profundiza porque no se asume que éste es el problema central de la economía. Las consecuencias a largo plazo del desempleo pueden ser devastadoras no solo en términos económicos sino también en términos sociales y políticos. Salvar al euro pasa no solo por salvar a una banca zombi y famélica sino más bien por inyectar vida a la economía real que es la que genera empleo y da sentido al sistema financiero.

Marco ANtonio Moreno
El Blog Salmón