Francia acaba de ratificar el tratado de Lisboa, que es una mera reproducción del Tratado constitucional europeo (TCE) rechazado por una mayoría de franceses y holandeses. Probablemente ocurrirá lo mismo en los demás Estados miembros, incluso en el caso de que los ciudadanos irlandeses, que serán los únicos que lo van a votar vía referéndum, pudieran poner un grano de arena en el proceso.
Evidentemente, esta ratificación es un trágala difícil de aceptar para todos aquellos que se han expresado y movilizado contra la Europa neoliberal. Sin embargo, la redacción y la adopción de este tratado por la vía rápida y encubierta por parte de los gobiernos así como su ratificación por vía parlamentaria lo privan de toda legitimidad para los ciudadanos europeos. Ello no impedirá, en ningún modo la continuación de las luchas contra la Europa neoliberal. Estas movilizaciones, que permitieron el rechazo del TCE en 2005, el abandono de la directiva portuaria, o incluso, la eliminación de una gran parte del contenido la directiva Bolkestein, están muy lejos de terminar. Pero para continuar hacia delante, es preciso que saquemos todas las lecciones del pasado.
Es preciso constatar que, tras la campaña llevada a cabo contra el anterior TCE neoliberal en varios países, las fuerzas movilizadas entonces no han sido capaces de secundar la toma de conciencia de los ciudadanos, ni de aprovechar el impacto de la doble negativa francesa y holandesa para realizar una verdadera ofensiva; tampoco de profundizar seriamente en el futuro de la construcción europea. Por ello resulta ahora mucho más difícil, dos años después, hacer frente a un TCE-bis. Además del muro mediático que se ha levantado sobre el tema, todo lo anterior puede explicar que la campaña contra el Tratado y las centenas de iniciativas en Francia y en otros países durante los últimos meses no hayan cristalizado en una verdadera ola de protestas que pudieran incidir en las elecciones políticas de los diferentes países.
Por ello lo primero que nos parece necesario hacer es impulsar, incluso con más fuerza que antes, los movimientos de protesta a escala europea. Sin embargo, para ello debemos concitar y aplicar una sola lógica de oposición frente a los ataques neoliberales y pasar «a la ofensiva» basándonos en nuestras propuestas alternativas. Ello supone que tenemos que ser capaces de crear relaciones de fuerzas duraderas en el ámbito europeo. Todos los que nos oponemos a la Europa neoliberal nos enfrentamos a dos desafíos: superar las divergencias de fondo con respecto de esa «otra Europa» que todos queremos, y hacer converger en un determinado momento todas las fuerzas comunes en torno a las campañas y las reivindicaciones que consideramos clave. Esto supone la profundización de los debates y la construcción de escenarios y propuestas comunes a escala europea. Esto es lo que lleva haciendo desde hace varios años la red de Attac de Europa, principalmente en torno a la redacción común de «10 principios» para un nuevo tratado europeo.
Evidentemente, estos debates orientados a promover movilizaciones deben llevarse a cabo conjuntamente con los demás actores del movimiento altermundialista y con los movimientos sociales. Las alianzas establecidas deben ser lo suficientemente consistentes para sostener reivindicaciones fuertes y amplias que permitan alcanzar los objetivos planteados. Nuestra exigencia es la de una Europa democrática, ecológica, social y solidaria en el propio espacio europeo y en el resto del mundo, que ponga los derechos humanos fundamentales en el centro de la política. La Europa que queremos es incompatible con una Unión Europea neoliberal que sirva de marco al capitalismo financiero y también lo es con la concepción social-liberal vigente, que considera el marco actual de la Unión Europea como algo insuperable, y que trata de disfrazar la situación dándole un cierto barniz social o ecológico. Finalmente, nuestra visión se opone a la idea que los Estados-nación constituyen el único marco posible de la democracia y de las luchas sociales y el único recurso frente a la mundialización neoliberal.
Sin embargo, si queremos actuar en serio sobre el futuro de Europa, estas alianzas deben integrar actores indispensables y considerar la gran diversidad de movimientos altermundialistas, sociales, ecologistas, democráticos y antiimperialistas que existen en Europa. De modo particular, será difícil actuar eficazmente sin una participación de los sindicatos europeos. Algunos sindicatos nacionales están ya implicados en el movimiento altermundalista o participan en los foros sociales. Hace falta crear las condiciones para que este proceso se amplíe, contando especialmente con un mayor compromiso de la Confederación Europea de sindicatos (CES). El mismo problema se plantea también en relación a una parte del movimiento ecologista europeo. El próximo Foro Social Europeo (FSE), que tendrá lugar en Malmö (Suecia) a mediados de septiembre, es apoyado por la central sindical LO, miembro importante de la CES, y por numerosas asociaciones ecológicas. La participación en los debates que se llevan a efecto a escala europea, principalmente en el marco del FSE y de las redes temáticas relacionadas con este foro («Trabajo y Globalización», «Carta para otra Europa», «Red europea de servicios públicos», Seattle to Brussels/S2B, Justicia fiscal,...) puede permitir, si no superar las divergencias, al menos construir objetivos comunes para movilizar a los ciudadanos de Europa.
Creemos que más allá de los debates de fondo, deberían establecerse alianzas en la acción. En este sentido, la mayor dificultad reside en el hecho de superar las prioridades temáticas de cada organización o dejar de lado las contingencias de las situaciones nacionales, con el fin de converger, en un momento preciso, en torno a reivindicaciones concretas, en movilizaciones unitarias conectadas a escala europea. Una etapa clave de este proceso podría ser el próximo FSE, donde se podrán establecer algunas exigencias fundamentales cara a las elecciones de junio de 2009 al parlamento Europeo.
No cabe duda de que en este proceso, la red de Attac de Europa puede desempeñar un papel importante en términos de propuestas, que van a ser discutidas en la primera universidad de verano de los Attac de Europa en Sarrebruck, a principios de agosto. A partir de ahora se perfilan dos temas importantes que deben impulsar nuestro trabajo de educación popular, establecer alianzas amplias, proponer alternativas y construir movilizaciones europeas:
- la regulación de los mercados financieros, justificada con mayor razón tras la crisis financiera actual y la evasión fiscal que se ha destapado en Liechtenstein;
- la Europa social y, más precisamente, los derechos laborales deteriorados cada vez más como consecuencia de la publicación del Libro Verde de la Comisión y por la comunicación sobre la flexiseguridad, así como por el fallo del Tribunal de Justicia en torno a los casos de Viking y Laval-Vaxholm, que someten los derechos de los asalariados, entre ellos el de realizar acciones colectivas, a la libertad empresarial, con la consiguiente agravación del dumping social.
Señalemos por último que la próxima presidencia de la Unión Europea va a representar para Francia una buena oportunidad para poner nuevamente el tema de una Europa democrática, social, ecológica y solidaria en el centro de los debates ciudadanos. Los desafíos son múltiples: ampliar nuestra movilización a otros actores sociales, concentrarnos sobre algunas reivindicaciones clave e insertar nuestras reflexiones y nuestras acciones en un marco europeo.
Los próximos meses van a ser cruciales para llevar a cabo nuestra movilización en favor de otra Europa.
Sven Giegold, Attac-Alemania; Pierre Khalfa, Attac-Francia; Alexandra Strickner, Attac-Austria; Aurélie Trouvé, Attac-Francia.