viernes, 14 de marzo de 2014

Europa: evasión fiscal de trasnacionales

Agobiados por la crisis económica, los gobiernos de  Europa buscan aumentar sus recursos. Además de gravar las utilidades de los potentados, combaten la evasión y obligan a las grandes multinacionales a pagar los impuestos que les corresponden. Figuran en la lista compañías de peso internacional, como Microsoft, Google o Amazon. A esta última el gobierno francés le reclama, por ejemplo, 252 millones de dólares al descubrir los procedimientos a los que recurre para eludir las cargas fiscales.
Pero hay otras trasnacionales que también evaden mediante un complejo montaje que utiliza a sus franquicias para enviar sus ganancias a paraísos fiscales, como Suiza y Luxemburgo. Es el caso de McDonald’s, la cadena de hamburguesas más famosa del mundo. Cálculos conservadores de las autoridades francesas fijan entre 446 y 880 millones de dólares lo evadido por concepto de impuesto sobre la renta y por utilidades.
La compañía estadunidense reconoció ser objeto de investigación. Y que, como sucede con la mayor parte de las grandes empresas, las autoridades escarban en su contabilidad. Pero que proporcionarán toda la que le soliciten. La hacienda francesa no informa sobre los procesos emprendidos contra la trasnacional porque deben guardar el secreto fiscal. En cambio afirma que serán implacables en su lucha contra el fraude y la evasión.

El mecanismo para realizar el fraude fiscal descansa en las 300 franquicias que explotan 80 por ciento de los mil 300 restaurantes que la trasnacional de comida chatarra tiene en Francia, donde facturó el pasado año unos 6 mil millones de dólares. Dichas franquicias deben pagar por publicidad a la trasnacional estadunidense 4 por ciento de sus ingresos y entre 10 y 20 por ciento por comisiones de explotación.
Pese al secreto fiscal se supo que por orden de un tribunal de Versalles se realiza un registro de los libros contables en la sede de McDonald’s, ubicada en las afueras de París. Se comprobó que el dinero que las franquicias pagan a la trasnacional va a través de una filial que tiene como domicilio Luxemburgo. Se llama McD Europe Franchising. Igualmente que hace cinco años abrió una sucursal en Estados Unidos y otra más en Suiza. Por medio de la filial de Luxemburgo, atendida por unos pocos empleados, McDonald’s recibe los derechos que le pagan las franquicias que posee en Europa y luego transfiere limpiamente el dinero a Estados Unidos.
Por medio de esta maniobra, en vez de pagar impuestos por 33 por ciento en Francia sólo aporta menos de 2 por ciento que exige Luxemburgo. En tanto, las utilidades netas de la trasnacional ascendieron el año pasado en Francia a más de 200 millones de dólares.
Los productos de McDonald’s no sólo engordan a los consumidores. Con la evasión, también las cuentas de sus propietarios.

Penultimátum
La Jornada
http://www.jornada.unam.mx/2014/03/14/cultura/a08o1cul

viernes, 21 de febrero de 2014

¿Sirve para algo el Parlamento europeo?

Los mitos urbanos sobre el Parlamento Europeo son tan numerosos o más que sobre la vida de otras instituciones representativas. Su lejanía y las dudas sobre su utilidad le han mantenido alejado del foco de las críticas más acervas contra la profesionalización de la política, pero tampoco ha escapado de las mismas. Y una buena parte de esas críticas son más que razonables y justas.

De hecho, hasta ahora, la mayoría de los grandes partidos han utilizado el Parlamento Europeo como lugar en el que “retirar” a sus activos políticos gastados o jubilables, ofreciéndoles un lugar cómodo y tranquilo, bien remunerado y alejado de los molestos focos de la opinión pública y, a veces, hasta del trabajo mismo.

Y sin embargo el Parlamento Europeo es un instrumento esencial en una estrategia de cambio político en Europa. Con todas sus limitaciones, el Parlamento es la única institución que goza de la legitimidad popular y, por ello, puede convertirse en una poderosa caja de resonancia de la movilización y resistencia social contras las políticas austericidas y contra la gestión oligárquica de la crisis.

Y eso es así, sobre todo, porque lo nuevo de esta crisis es que ha colocado en el centro del conflicto la legitimidad del proceso de integración europea. Es decir, su utilidad, su estructura decisional, sus perspectivas. La crisis ha traído de la mano una politización inesperada —por su velocidad— del proceso de integración. Y ha hecho real el debate sobre alternativas a la situación actual. Mientras que los especialistas discutían sobre la conveniencia de la politización, dando por hecho que se trataba de una opción entre algunas más, ésta se ha colado por la puerta grande sin preguntar a los que dicen que saben.

El Parlamento Europeo forma parte de una estructura institucional anómala en las democracias representativas. Frente a la división de poderes tradicional la Unión Europea está dividida en dos ramas que dibujan un cuadrado institucional: la rama ejecutiva formada por la Comisión Europea y el Consejo Europeo y la rama legislativa por el Parlamento y el Consejo aún cuando, la Comisión es la que dispone de la iniciativa legislativa. Como vemos una articulación compleja que hace que el proceso de toma de decisiones sea largo, complicado y escasamente comprensible.

Es común decir que el Parlamento Europeo ha sido la institución que más poder ha ganado desde Maastricht, pasando de ser una “institución florero” a ejercer capacidades de codecisión y bloqueo.

Y aunque sigue siendo una institución disminuida en sus capacidades de control y de iniciativa, las reformas de Niza y Lisboa han mejorado el margen de maniobra que permitiría hacer más visible la labor política realizada o por realizar en el Parlamento Europeo. A través de los mecanismos del proceso legislativo ordinario; el dictamen conforme o el dictamen obligatorio conforme el Parlamento puede mejorar su papel como actor político en la discusión sobre el futuro del proceso de integración. Y, especialmente, el debate que se suscitará alrededor de la elección del Presidente/a de la Comisión permitirá generar una auténtica controversia política alrededor de los diferentes modelos y proyectos sobre los que pensar el futuro de la Unión.

Cosas que el Parlamento Europeo podría hacer y que la izquierda debería favorecer
Habría que decir que el entramado institucional produce y reproduce el déficit democrático crónico que padece la construcción europea desde sus orígenes. Y que ninguna reforma parcial o menor logrará reducir esa brecha democrática que cuestiona permanentemente la legitimidad de las decisiones tomadas por las instituciones europeas.

Así es que la refundación democrática de la UE es una exigencia en los tiempos de desconfianza y crisis de legitimidad. No obstante se pueden acometer reformas parciales que, al menos, minimicen el daño y orienten la perspectiva de un cambio sistémico. Por ejemplo, atribuir competencias legislativas al Parlamento o incorporar la Unión Económica y Monetaria a las capacidades de control parlamentario. O exigir un procedimiento único en toda Europa de participación estatal en los Consejos de modo que se asegure que los parlamentos nacionales conocen lo que van a hacer sus gobiernos en la UE. O bien, crear un encuentro interparlamentario regular entre los parlamentarios nacionales y los parlamentarios europeos, de modo que pueda discutirse sobre iniciativas legislativas etc…

Pero lo relevante ahora es saber que oportunidades tenemos desde la izquierda para hacer del Parlamento europeo un instrumento al servicio de un cambio social y económico profundo.

Un estudio de la dinámica parlamentaria en los últimos diez años nos dice de las oportunidades que surgen en la nueva legislatura: la coalición de acuerdo en votaciones más importantes en el PE es la que se ha dado entre el GUE (el grupo de la Izquierda Alternativa) y los Verdes, un 79,3% de las veces. Y el acuerdo entre el GUE y el grupo socialista: un 72% de las veces. Hay que señalar que los socialistas y los populares han votado juntos un 64,5% de las ocasiones. En un cambio de escenario como en el que nos encontramos esta experiencia ofrece un suelo de acuerdos posibles en la institución misma.

Pero nada impide una actividad de resistencia frente a las lógicas de privatización y austeridad y que la izquierda alternativa protagonice la representación de los millones de personas que resisten y se resisten a ser devorados por la voracidad del neoliberalismo depredador.

El objetivo es trabajar en Europa por dar sentido a esa gran coalición social y política que está impugnando las políticas neoliberales y sus consecuencias.

Además de eso, desde el Grupo Parlamentario se pueden usar algunos de los instrumentos que el Tratado de Lisboa ha habilitado para dar visibilidad tanto a la resistencia como a la propuesta.

Entre ellas la Iniciativa Ciudadana Europea, una invitación para que la Comisión Europea proponga un texto legislativo en alguno de los ámbitos de competencia de la UE. Las iniciativas ciudadanas deben recibir el apoyo de, al menos, un millón de ciudadanos de siete de los veintiocho Estados miembros de la UE, alcanzando un número mínimo de firmantes en cada uno de ellos. A fecha de hoy una ICE sobre el agua y su condición de bien público ha conseguido el número de firmas suficientes para continuar el procedimiento.

Huelga decir las limitaciones de este procedimiento y afirmar que está muy lejos de significar ningún salto de calidad en la participación ciudadana en la construcción europea. Dicho lo cual y en este contexto de crisis de legitimidad, esta posibilidad puede contribuir tanto a hacer visible el rechazo como las alternativas. Y debe ser considerado con toda seriedad.

La crisis ha hecho visible que la construcción europea es un juego en el que unos ganan y otros pierden. Y las lógicas económicas puestas en marcha desde Maastricht y acentuadas en la gestión de la crisis implican un deterioro de las condiciones de vida para la mayoría insoportables, especialmente, pero no solo, en los países del sur o de la periferia económica de la UEM, entre ellos España.

Estas elecciones y el futuro Parlamento Europeo pueden y deben jugar un papel muy importante como institución que hace visible la resistencia y la propuesta. Esta vez, discutir de Europa es una necesidad.

Pedro Chaves Giraldo 
Miembro de econonuestra y profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid
Público.es 
http://blogs.publico.es/econonuestra/2014/02/18/sirve-para-algo-el-parlamento-europeo/

Troika: ¿cirujanos o carniceros?

A 100 días de cerrar esta legislatura europea se puede hacer un balance de los principales aspectos que tendrán que mejorar después de las elecciones del 25 de mayo, que darán lugar a un nuevo Parlamento (PE) y a una nueva Comisión (CE). Hay dos experimentos, por encima de los demás, que no han funcionado, lo que se ha hecho muy visible en momentos de gran recesión: primero, una unión monetaria sin prestamista de última instancia y sin transferencias entre países, lo que ya era insólito en la historia mundial de estas experiencias; y segundo, un mercado único sin armonización fiscal y laboral. Ambas circunstancias han devenido en debilidades estructurales del proceso europeo en tiempos de crisis, y la ciudadanía las ha padecido en forma de falta de resultados de las políticas económicas aplicadas.

El actual PE, que transformará su composición en tres meses, tiene dos comisiones estudiando lo sucedido en los países intervenidos desde el año 2010 (Grecia, Portugal, Irlanda y Chipre). La primera, la Comisión de Empleo y Asuntos Sociales, ya ha hecho público su trabajo, y en él se concluye que las políticas aplicadas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) han contribuido a deteriorar los niveles de bienestar de los cuatro países, y que las medidas se elaboraron sin una valoración suficiente de sus consecuencias. La cuestión, ahora, es quién ha de pagar las responsabilidades del daño causado a las poblaciones escarnecidas. El eurodiputado socialista español Alejandro Cercas (que previsiblemente no repetirá en la próxima legislatura del PE) lo argumentaba así: “Podían haber actuado como cirujanos y lo han hecho como carniceros”.

Esta crítica exterior se suma a la autocrítica que el FMI se hizo respecto a la actuación de la troika en Grecia: en el año 2012 esperaba una reducción del 5,5% del PIB con respecto a 2009, pero en realidad fue del 17%; el paro llegó al 25% de la población activa en vez del 15% previsto, y la deuda pública alcanzó el 170% del PIB en lugar del 156%. ¿Por qué? Por una suma de factores entre los que se contaban cálculos erróneos de los multiplicadores fiscales, expectativas no realistas sobre las reformas estructurales que podían llevarse a cabo y la renuncia desde el principio a reestructurar la deuda griega.

El segundo informe del PE, de su Comisión de Economía, todavía no se ha hecho público pero promete tener mucha significación, pues además de valorar los efectos directamente económicos de los rescates a estos cuatro países, ha de analizar el papel institucional de la propia troika, una fórmula inorgánica creada de un día para otro para evitar la quiebra de Grecia.

El PE ha funcionado hasta ahora en una especie de bipartidismo imperfecto de las dos grandes familias ideológicas europeas (conservadores y democristianos), con adherencias de liberales y verdes. Los sondeos indican que ese bipartidismo cederá tras las elecciones del 25 de mayo, que entre populares y socialistas conseguirán solo alrededor del 55% de los escaños (60%, con los liberales) y que podrían entrar en la Cámara tres clases de representantes de “la otra Europa”, distintos entre sí: los eurofóbicos, los euroescépticos y los eurocríticos, con dificultades para formar grupo parlamentario propio porque se necesitan al menos 25 diputados de siete países diferentes.

El Tratado de Lisboa, con sus imperfecciones, da mayores poderes que nunca al PE. ¿Podrá jugar de contrapoder del resto de los órganos de la UE? En su libro La impotencia democrática (Catarata) —de imprescindible lectura—, el politólogo Ignacio Sánchez Cuenca escribe: “Las instituciones europeas están claramente sesgadas a favor de los países acreedores. La única salida que se ofrece [a los deudores] consiste en una devaluación interna que restaure la competitividad. Pero la devaluación interna lleva mucho tiempo, es tremendamente costosa para la población y se enfrenta a una de las regularidades mejor conocidas en el ámbito económico: la rigidez a la baja de los salarios nominales. La devaluación interna puede descarrilar si los sacrificios que exige provocan una crisis social y política”. Mientras tanto, las opiniones públicas europeas han revisado sus convicciones europeístas y muestran posiciones muy críticas hacia la UE, pero las élites, tanto económicas como políticas, continúan difundiendo un europeísmo incondicional.

Joaquín Estefanía
El País
 

domingo, 16 de febrero de 2014

La Europa de los mercaderes

La celeridad en la puesta en marcha de las políticas de recortes y austeridad en la Unión Europea acelera y profundiza la crisis y sus efectos.

Mientras la Troika se pasea por los países del Mediterráneo exigiendo acelerar  la reforma del mercado laboral para conseguir mayor productividad y competitividad,el malestar y las protestas crecen. En el maletín, los llamados "hombres de negro" llevan un compendio de medidas estándar como bajar los salarios, aumentar la edad de jubilación, potenciar los contratos basura, agilizar el despido libre, elevar el IVA y seguir por la senda de las privatizaciones. Un recetario completo implantado de forma indiscriminada en la zona Euro. En su conjunto, el paquete se conoce como "políticas de austeridad", cuyo fin sería disminuir el déficit fiscal, hacer frente a la recesión y estimular el crecimiento económico. Medidas consideradas el factótum para sortear la crisis que enfrenta el capitalismo transnacional, sea cual sea la situación y circunstancia. El Fondo Monetario, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo están convencidos de su eficacia y las defienden a ultranza, a pesar de su fracaso. Nada parece indicar que vayan a entrar en barbecho o sean cuestionadas.

La Troika ha subrayado el error de cálculo de su práctica en Grecia. Los objetivos no se han logrado, provocando un efecto bumerán, más pobreza, desigualdad y un recorte sustantivo de los derechos políticos, sociales y económicos. Ninguna de las medidas diseñadas por los "tecnócratas y expertos", privatizaciones, despido de funcionarios, recortes en sanidad y educación, bajada de sueldos y salarios, han revertido la situación o indican un repunte en el medio plazo. El Fondo Monetario advierte que la deuda pública en relación con el PIB -en la actualidad del 186%- sólo bajará al 130% en 2030. Y por si fuera poco, los ingresos obtenidos por la venta de las empresas públicas no han cubierto las expectativas, situándose en 46.000 millones de euros, es decir, 20.000 millones menos que los presupuestados.

Según la OCDE, entre 2009 y 2011 Grecia ha reducido su déficit público estructural desde el 12,8% hasta el 1,8%, es decir, seis puntos anuales. En un año, explica Sebastián Dullan, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, "Grecia ha reducido su déficit el doble de lo que Alemania hizo en cinco años". Lo dicho para Grecia se puede validar, con matices, en España y Portugal. En el primer caso en 2009 se bajó del 9,5 al 1,2 en 2012; y en el segundo, pasó del 9,5 en 2010 al 2,2 en 2012. Algo similar ocurre con los salarios reales. En Grecia han caído un 13% entre 2009 y 2011, mientras que en Portugal y España un 10% y un 7% respectivamente en tres años. El problema no ha sido la negligencia a la hora de aplicar las políticas de recortes y de austeridad, sino todo lo contrario: la celeridad en su puesta en práctica acelera y profundiza la crisis.

Con las cifras encima de la mesa, los economistas y funcionarios de la Troika sentencian, tras más de un lustro de austeridad: "Hubo fracasos notables. La confianza del mercado no fue restablecida (...) y la economía se enfrentó a una recesión bastante más fuerte de lo previsto". Este mea culpa de los responsables haría pensar en un cambio de rumbo. Pero no ha sido el caso, y apostillan: "el programa era necesario, pese a los errores de cálculo del Fondo con respecto a la sustentabilidad de la deuda".

La Troika pretende disminuir el déficit público adelgazando el Estado y equiparando las condiciones de trabajo de los países europeos a la existente en los países emergentes, donde se roza la semi-esclavitud. De esta forma, alegan, se combatiría la crisis, bajarían las tasas de paro juvenil y el desempleo, incentivando la contratación vía reducción de salarios. En Alemania, según Rafael Poch, Angel Ferrero y Carmela Negrete, autores del libro La quinta Alemania. Un modelo hacia el fracaso europeo,"el sector de salarios bajos que en 1995 implicaba el 15% de los trabajadores emplea hoy al 25% y se ha expandido tres veces más rápido que el sector tradicional. El 42% de ex-empleados del sector tradicional que han perdido su trabajo encuentran empleo en el sector de salarios bajos. Sólo un 15% de los parados de larga duración fueron contratados en 2011 en el sector tradicional. Hay ocho millones de empleados a tiempo parcial, con contrato limitado, minijobs".

Como era previsible, los bajos salarios, el aumento del desempleo y la privatización de la sanidad y la educación son el detonante de una catástrofe social sin precedente en Europa. No hay capacidad de ahorro, compra, ni acceso al crédito. La exclusión social, la marginalidad y la pobreza infantil muestran su cara más alarmante. En Grecia, según David Stuckler y Sanjay Basu, autores de Por qué la Austeridad Mata, "a fin de cumplir con los objetivos de reducción del déficit marcados por la Troika, el presupuesto griego en sanidad se ha reducido en un 40% desde 2008. Ese programa de austeridad (...) incrementó el índice de desempleo entre los jóvenes hasta el 50%, y de personas sin hogar en más de un 25%. (...) Como consecuencia del recorte (...) Grecia sufrió su primera epidemia de malaria en muchas décadas. Además, la austeridad ha eliminado 35.000 puestos de médicos".

En Alemania, la degradación del trabajo determina una devaluación del consumo y una menor recaudación fiscal, afectando el nivel de bienestar de la población. Entre 1995 y 2010, las ventas de productos baratos y de baja calidad en el mercado minorista de alimentos pasaron del 29,2% al 43,6%. Paralelamente, alrededor del 50% de los hogares alemanes no pagan impuestos sobre la renta porque ganan demasiado poco para hacerlo. El cuadro es desolador, pero la Troika insiste en aplicar políticas de austeridad y recortes sociales como únicas salidas a la recesión. Si la crisis sacó a la luz las hipotecas basura, la especulación inmobiliaria y el acceso al crédito fácil, también conllevó la implantación de un modelo tendente a la concentración de la riqueza, bajo el paraguas de la desregulación y la economía de libre mercado. En la Unión Europea existen 115 millones de personas en riesgo de pobreza, el 23% de la población. A lo que hay que sumar otros 150 millones en la cuerda floja. El informe de la OCDE de 2012 ¿Por qué la desigualdad sigue aumentando? señala que las desigualdades superan los 1,4 puntos en términos del coeficiente de Gini, y los ingresos medios del 10% más rico son nueve veces más elevados que los del más pobre.

Alemania no presenta un cuadro muy diferente de lo que sucede en los países mediterráneos. El informe bianual sobre pobreza y riqueza elaborado por el Ministerio de Trabajo alemán para 2013 pone de relieve que al 50% más pobre de la población le corresponde el 1% de la riqueza, y al 10% más rico el 53%. En 2003, al 50% le correspondía el 3%. La desigualdad avanza y el hambre se extiende.

El euro se sostiene a duras penas y crecen el malestar y las voces que piden su salida en los países más afectados por las políticas de austeridad. Asimismo, comienza  a emerger, lo queramos o no, una Europa profundamente xenófoba y racista, donde el nazi-fascismo se expande. Baste comprobarlo en Grecia con el partido Amanecer Dorado y la profunda crisis de representatividad de la socialdemocracia. En España la creación de un partido político a la derecha del Popular, VOX, enciende las luces rojas; y en Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen concentra una intención de voto del 24%. No son pocos quienes reniegan de la democracia como régimen político, abrazando fórmulas autoritarias donde el poder esté en manos de oligarquías financieras y empresariales. Las tecno-burocracias se han adueñado del terreno político, desplazando a los ciudadanos en beneficio de conglomerados trasnacionales.

Emerge una Europa profundamente desigual donde las políticas públicas inclusivas ceden el lugar a políticas de seguridad y control social cuyo fin es criminalizar los movimientos sociales y las protestas, imponiendo un orden represivo que garantice, sobre todo, la sobreexplotación de las clases trabajadoras. Es la Europa de los mercaderes.

Marcos Roitman
eldiario.es