sábado, 22 de diciembre de 2012

El enigma del rescate

La discusión acerca de si el gobierno de Rajoy va a pedir o no el rescate es, en gran medida engañosa. Como ya hemos explicado en otras ocasiones, España lleva intervenida desde, al menos, verano de 2011 bajo un mecanismo de intervención al que, a falta de un nombre mejor, hemos llamado rescate por goteo. A partir de aquí, y a falta de la cantidad necesaria para un rescate a la griega, en España el problema de la UE, BCE, Alemania y las finanzas es disciplinario y consiste en vincular visiblemente las operaciones de alivio de la carga de la deuda a las contrapartidas en términos de recortes y privatizaciones. Esto se puede hacer manteniendo la apariencia de soberanía nacional del gobierno de España, el mecanismo preferido por la UE, o mediante una formula de intervención más contundente que visibilice el poder europeo y que, por tanto, lo exponga a una confrontación directa con la ciudadanía sin el “tapón” del gobierno nacional.

La primera fórmula, más cauta políticamente, es la que esta ahora mismo funcionando, bajo la estela del impasse que causó el anuncio de compras, o las compras efectivas -esto nunca se sabe- de bonos nacionales por parte del BCE. No poder desplegar plenamente los mecanismos del rescate puede ralentizar, y está ralentizando, los tiempos de control de los recursos por parte de los agentes transnacionales pero las pausas tácticas no pueden durar para siempre, y ya se está exigiendo al gobierno de Rajoy el anuncio de nuevas series de recortes, probablemente en el subsidio de desempleo y en la edad de jubilación, y nuevos ataques a sueldos y puestos de trabajo de personal del sector público. Estos recortes van a coexistir con anuncios de recortes y privatizaciones en sanidad y educación a escala autonómica que, con distintas temporalidades, van a reforzar el malestar que generen las decisiones del Estado.

También cabe la posibilidad de que se endurezca la posición de Europa y se planteen los mecanismos de contrapartidas en una forma “rescate” más canónica mediante Memorándums de Entendimiento que fijen las privatizaciones y recortes. Dados los ritmos con que está desplegando la crisis en España es poco probable que esto pase en el corto plazo. Insistimos en que tanto España como la UE tienen interés en que España mantenga su apariencia de Estado soberano. Un ataque en bolsa sobre los bancos españoles o un repunte fuerte de la prima pueden forzar que esto cambie y haya que instrumentar una nueva fase del rescate por goteo, que vaya directamente al Estado o a los Bancos, que estamos viviendo. Es importante tener en cuenta que aunque los medios lo llamarán "rescate total",  es sólo una fase temporal de un mecanismo de rescate diferido.

El problema del “rescate” español, diríamos más bien de las modalidades de intervención de la economía española, no son independientes de la comunicación política. En este campo el problema fundamental consiste en buscar “causas” que corroboren la narrativa mainstream sobre la crisis tanto a escala europea como a escala española para unos efectos, recortes y privatizaciones, ya dados de antemano. Así se entiende, que nunca en los últimos meses hayamos estado tan cerca de un endurecimiento de los mecanismos de intervención como tras la caída de Monti en Italia. En realidad, los movimientos de la prima de riesgo no fueron reseñables durante esos días y, sin embargo, no se dudó en hablar de “contagio”, “terremoto”y, sobre todo, “rescate”. Lo que sucedió se sitúa en el orden de la ideología: se pudieron asociar unas “causas” aceptables (la crisis política italiana) a unos efectos dados de antemano (recortes y privatizaciones). El acontecimiento simbólico se produce y se puede presentar limpio de cualquier causalidad sistémica.  

Esto es importante políticamente, porque cuanto más lejos se está del acontecimiento más cerca se está de descubrir que está operando una implacable lógica del beneficio financiero que, aunque recupere el curso de los acontecimientos para acelerar los picos de extracción de beneficio no necesita de ellos para gobernar el proceso de acumulación financiera en Europa. Y cuanto más cerca se está de asumir que es la lógica del beneficio la que está operando sin piedad menos posibilidades tiene de salir adelante el combate entre simulacros de europeísmo (Monti) y simulacros de soberanía nacional (Berlusconi) que amenaza con ponerse en el lugar de los cada vez más fallidos bipartidismos como régimen político dominante para Europa.
 
Isidro López.  Integrante del Observatorio Metropolitano
Diagonal
 

domingo, 9 de diciembre de 2012

La Europa inservible

Su necesaria refundación no vendrá del “más Europa” que se pregona desde Bruselas y Berlín, sino de una rebelión popular cuyo marco solo puede ser nacional

Vamos a hablar del proyecto europeo, de porqué esta Unión Europea, tal como está diseñada, es inviable e inútil para afrontar los retos del siglo. Por “retos del siglo” entiendo el calentamiento global, el auge demográfico, el “pico” petrolero y los problemas globales de dominio de unos países sobre otros, de pobreza y de desigualdad, combinados con una mentalidad caduca que tiende a seguir “resolviendo” todas esas cuestiones con métodos militares en un mundo atiborrado de armas de destrucción masiva capaces de anular toda vida en el planeta. Esos retos claman una “nueva civilización” y una Europa como la que tenemos es un claro impedimento a ella.

Así que vamos a hablar primero de las razones que hacen inviable desde ese punto de vista a la actual Unión Europea, luego, de la respuesta ciudadana que habría que dar a esa realidad y acabaremos con una reflexión sobre la violencia y los riesgos que tal respuesta comporta para quienes la asumen. Pero antes de entrar en esa crítica, quisiera subrayar la importancia de que haya en Europa algún tipo de pacto y estrecho vínculo internacional.

El motivo es que, desde el punto de vista de la historia universal de la guerra y la paz, Europa es la parte más guerrera y violenta del mundo. En los últimos quinientos años la historia europea salta de una guerra a otra, especialmente en los dos siglos que van de 1615 al fin de las guerras napoleónicas en 1815. En ese periodo las naciones europeas estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por siglo. Luego hubo un poco más de paz hasta 1914, si olvidamos la guerra de Crimea o la franco-prusiana, pero en ese periodo Europa continuó culminando la exportación de guerra y genocidio hacia fuera de sus fronteras con el holocausto colonial- imperial que fue la conquista del mundo no europeo. Además, en ese periodo de relativa paz interna Europa inventó la industrialización y con ella industrializó la guerra lo que la convirtió en algo mucho mas destructivo. Dos guerras mundiales de inusitada mortandad e incubadas en y por Europa, fueron el resultado.

La Unión Europea se creó, precisamente, para remediar la crónica pelea continental, que después de la Segunda Guerra Mundial ha dado lugar a 67 años de paz, una paz, sin embargo, tutelada por dos superpotencias en tensión nuclear, es decir una paz bajo vigilancia y presidida por un factor, el de la destrucción masiva, que representa el escalón superior de la estupidez humana.

Así que tengamos bien presente este dato sobre la Europa guerrera violenta y dominante a la hora de criticar el actual proyecto europeo.

I) Todavía en 2003 Jürgen Habermas, el principal filósofo alemán vivo, pudo escribir un libro titulado “El occidente dividido” y ser tomado en serio. Su contexto era la desavenencia entre una parte de la Unión Europea, su matriz franco-alemana, y la administración Bush durante la segunda guerra de Irak. Y su fundamento era la exaltación de los “valores diferentes” –y por supuesto mejores- que Europa decía representar comparada con Estados Unidos.

En esa comparación, Europa era un continente de paz y de cultura, con apego a la nivelación social y al estado asistencial, regido por el derecho internacional y no por la ley del mas fuerte, es decir centrado en la diplomacia y no en la guerra, y tolerante y no fundamentalista en materia religiosa.

En países como China, esa desavenencia de 2003 estuvo en el centro de la discusión internacional de los dirigentes de Zhongnanhai, el Kremlin de Pekín. La posibilidad de que Occidente, aquel bloque que crucificó a China en el XIX, pudiera partirse en dos y se convirtiera en dos polos con intereses globales y recetas diferentes, es decir en algo más débil que lo anterior, era sumamente interesante por las mayores posibilidades y márgenes de acción que podía reportar en la multipolaridad a los países emergentes.

Ahora sabemos que aquella desavenencia, con su discurso narcisista y embellecedor de la Unión Europea sobre sí misma, es un fraude y que las esperanzas de una divergencia trasatlántica que tanto interesaron en China fueron un espejismo. La actual crisis nos ofrece una perspectiva mucho más real y un espejo mucho más fiel de la realidad europea.

Constatamos que esa Europa “autónoma y mejor” y preconizadora de “otros valores”, ha apoyado, colaborado y participado en casi todo lo que reprochaba a su pariente histórico de ultramar. Es decir Europa sigue siendo imperialista y sus debilitadas naciones se unen, precisamente, para poder seguir siéndolo. Veamos la lista:

-Durante veinte años se ha excluido a Rusia de cualquier esquema de seguridad continental. Es decir se ha impedido cerrar la relación de guerra fría con el extremo oriente de Europa, tal como quería el malogrado proyecto de Gorbachov. La ampliación al Este de la UE se hizo sobre un guión supervisado en Washington, según el cual el ingreso en la OTAN era la antesala de la Unión Europea.

- En cuanto la URSS dejó de ser percibida como amenaza, Europa se lanzó a la guerra. Doce días después del ingreso de Polonia, Hungría y Chequia en la OTAN, comenzó la campaña de Kosovo para acabar con Serbia como estado regional anómalo para la nueva disciplina continental. El belicismo y la manipulación mediática adquirieron en Europa niveles que se creían exclusivos de Estados Unidos. Por primera vez desde Hitler, tropas alemanas participaron, en los Balcanes, en un conflicto, y nada menos que en nombre de la prevención de nuevos Auschwitz y “genocidios”.

-En Irak la divergencia franco-alemana con Bush no impidió una colaboración en toda regla a nivel de logística, servicios secretos, torturas y centros secretos de detención de la “guerra contra el terror” que impide considerar como exclusivamente americanos asuntos como el de Guantánamo: los vuelos de la CIA atravesaron Europa desde Polonia hasta Rota, las cárceles secretas, las torturas y los secuestros implicaron complicidades de todo el mundo. Francia cedió su espacio aéreo para la campaña iraquí, los servicios secretos alemanes identificaron sobre el terreno en Bagdad los objetivos de los misiles del Pentágono y las bases alemanas fueron el principal nudo logístico de la guerra.

-En Palestina, la UE ha sido incapaz de trabajar para la creación de un Estado Palestino, sin duda la medida más eficaz contra el radicalismo islámico en todo el mundo y un imperativo moral incontestable. Por el contrario, ha ido incrementando unas relaciones privilegiadas con Israel y ha incrementado su complicidad con esa comedia que llaman “proceso de paz” en Oriente Medio, basada en el apoyo al país ocupante y agresor.

- En Afganistán, la misma Europa que durante la guerra fría protestó y se negó a participar en Vietnam, se ha volcado con decenas de miles de soldados europeos metidos allá once años en esta guerra infame de treinta que no registra protestas. Aún más: los despliegues en el cuerno de África, la intervención militar en Libia y ahora en Mali, demuestran que el intervencionismo militar europeo no es una excepción puntual sino una tendencia consolidada.

-En Oriente Medio vivimos ahora las sanciones y amenazas contra Irán. Un intervencionismo creciente en la guerra civil de Siria que contribuye claramente a hacerla más sangrienta, que usa a fondo la habitual manipulación mediática y que da por completo la espalda a toda acción diplomática. El horizonte estratégico de este intervencionismo va más allá de Siria: complicar la vida a su aliado, Irán –objeto de sanciones por la sospecha de una ambición nuclear que, convertida en hecho conocido en el caso israelí se tolera sin problemas- y de paso complicar también el aprovisionamiento energético de China.

-Y todo esto está perfectamente interiorizado en el discurso europeo de la política exterior y de seguridad. En Alemania imponer el “acceso” (Zugriff) a los recursos energéticos globales es lo que da sentido a las misiones internacionales del Bundeswehr, afirma el discurso oficial. Hoy día no hay experto y analista de cualquier “centro de estudios estratégicos” del estáblishment, de Bruselas, Berlín o Londres, que no mencione el tema como algo rutinario, dando por supuesto que el militarismo es la respuesta a los retos del siglo. Lo llaman “nuevos desafíos” y la doctrina de la OTAN los quiere contrarrestar con acciones militares “preventivas” y “proactivas”, es decir agresiones, en todo el mundo.

Es decir, y concluyendo esta lista: en su relación con EE.UU, la Unión Europea desempeña en el mundo el papel que un primer ministro australiano definió para su país en Asia: el del “ayudante del Sheriff”.

Siendo imperialista y practicando un manifiesto vasallaje hacia Estados Unidos, la actual Europa no puede ser un polo de poder independiente y autónomo en el mundo multipolar y muchos menos un polo benévolo por otras razones.

En primer lugar, como ha apuntado Samir Amin, porque Europa no puede ser unos Estados Unidos de Europa. Por un lado carece de recursos naturales comparables a los de grandes países como Estados Unidos o Rusia. Por el otro, a causa de su manifiesta falta de unidad interna, porque en Europa están presentes las tensiones y conflictos de intereses centro-periferia propios del desarrollo desigual. Europa contiene zonas y países que son Norte -Alemania y compañía- otros que son Sur -España, Italia, Portugal- y otros que son patio trasero y tercera categoría: la Europa oriental y balcánica con Grecia incluida. (1)

En segundo lugar Europa no puede ser ni siquiera una federación unitaria porque no existe un “pueblo europeo”. La identidad europea no existe ni se la espera. Haciendo un gran esfuerzo, españoles, italianos, griegos y franceses, pueden alcanzar cierta afinidad identitaria apelando a aspectos de su común tradición (ibérica, católica, la herencia latina-románica, o al mediterráneo). A partir de ahí, y como dicen los chinos, “con la perspectiva de varias generaciones”, quizá pudieran embarcarse en algo juntos hasta el punto de borrar sus diferencias. Es una cuestión de imaginación. Pero imaginar eso mismo conjuntamente con los finlandeses, los alemanes, los húngaros o los británicos, es decir metiendo juntos a mediterráneos, vikingos y hunos, es superar los límites de la fantasía más atrevida.

Y en tercer lugar, la Unión Europea no puede funcionar como proyecto que valga la pena por el motivo que todos percibimos: porque su burocracia ha tenido la osadía de pretender que un billete de banco, asistido por un sistema sanguíneo-circulatorio compuesto por intereses empresariales multinacionales generalmente dominados por países del Norte europeo, podía ser el corazón de esa identidad de fantasía.

El resultado de esa osadía ha sido una especie de monstruo del Profesor Frankestein que ha acelerado la gran desposesión de soberanía que toda Europa siente hoy. Si la democracia en las naciones europeas, en el sentido genuino de “poder del pueblo”, ya era caricatura -en unas naciones más que en otras-, ahora resulta que nuestros imperfectos parlamentos ni siquiera tienen soberanía para decidir sobre presupuestos, o que las sacrosantas constituciones deben reformarse en veinticuatro horas por dictámenes que vienen precocinados desde Bruselas o Berlín y que son decididos por instituciones, como el BCE o la Comisión, que ni siquiera son electas.

Casi todas las propuestas que no parten de la propia burocracia de Bruselas para dar un aspecto humano a este monstruo son alemanas: la canciller Merkel desde la Alemania institucional y otros con pretensiones democratizantes e incluso rebeldes proponen lo mismo: más Europa, más integración europea para superar estos defectos. Habermas y otros quieren una Europa federal que resuelva internacionalmente esa devaluación de soberanía y democracia. Quieren convocar una “Asamblea constituyente europea” de hunos, vikingos y mediterráneos. El diputado verde Daniel Cohn-Bendit propone una Europa totalmente integrada compuesta por estados nacionales reducidos a la insignificancia. Es la única manera, dice, de afrontar el pulso mundial con las potencias emergentes. De lo contrario, advierte, “la influencia de nuestra civilización de dos milenios corre el riesgo de esfumarse”. El ex ministro de exteriores, Joshka Fischer, propone dar poderes dictatoriales a la Unión Europea… Los únicos que insisten en “más Europa” como fórmula para salir del hoyo son los alemanes. Hay que recordar que históricamente el discurso europeo de Alemania ha sido siempre entendido como el de una Europa germánica con los alemanes en el papel de dominante “Herrenvolk”. Una quimera hoy manifiestamente imposible.

Así que por todas estas razones (imperialismo, falta de autonomía y recursos, desigualdad interna, ausencia de un pueblo europeo y de identidad común, y por ser un androide empresarial) esta Europa es, a la vez, imposible e inservible para los retos del siglo.

Una vez constatado esto, y recordando aquello que hace importante y necesario un proyecto europeo común (impedir la pelea secular de sus miembros), no hay más remedio que plantearse la pregunta del qué hacer.

II) De lo que se trata es de realizar una refundación ciudadana del proyecto europeo.
De puertas afuera, esa refundación debe impedir la pelea europea. El proyecto europeo no debe tener más ambición mundial que una negación: la de no contribuir al imperio. Si el proyecto europeo ha de ser imperialista, no lo queremos.

De puertas adentro el marco de esta refundación no debe ser “más Europa”, sino más soberanía popular-nacional.

Hay que dejar bien claro que el de la refundación ciudadana no es el único escenario de la actual crisis. De lo que aquí se habla es de lo que “habría que…”, no de algo que vaya a ocurrir inexorablemente. Presentimos que en Europa se está incubando una revuelta social mucho más importante de lo que hemos visto hasta ahora, pero nos encontramos en plena divisoria y tenemos datos que pesan tanto en la balanza de lo positivo y emancipatorio como de lo negativo y regresivo.

Por un lado tenemos el avance, en toda Europa, del chovinismo, la xenofobia y el desprecio por el débil y el emigrante, la ridiculización de la solidaridad y el afán de justicia (resumido en ese miserable concepto neocon que es el buenismo). Una perspectiva de la Europa parda de 1930, podríamos decir.

Por el otro lado tenemos el progreso de la protesta social y solidaria: Cuarenta sindicatos en 23 países participaron el 14 de noviembre en una “Jornada de acción y solidaridad” sin precedentes en Europa. Cotejado con el tamaño y la virulencia de la enorme involución socio-laboral que sufre el continente aquello fue poco y desigual, muy poco. Pero eso ya no es Europa 1930, sino una perspectiva 1848.

La “primavera de los pueblos” de 1848 tambaleó el orden de la restauración absolutista del Congreso de Viena. Un orden absolutista en quiebra es aquel en el que una pequeña casta que acapara el grueso del poder la riqueza y los privilegios adopta decisiones que son vistas como injustas y erradas por la gran mayoría. No se trata del popular 1% contra el 99%, pero sí de algo muy polarizado como sugiere la creciente concentración desigual de la riqueza en Europa. Eso es lo que tenemos ahora.

¿Qué quiere decir una refundación ciudadana? Quiere decir una reconquista de la esfera económica y financiera que la política ha ido cediendo al capital en las últimas décadas. La UE ha sido diseñada como una autopista de la mundialización neoliberal. Pues bien, ahora se trata de combatirla con una desmundialización ciudadana que devuelva todo eso arrebatado a la política en los últimos treinta años, como dice Bernard Cassen.

Evidentemente todo esto plantea la pregunta del cómo.
Para eso es necesario crear un Frente Popular. Una gran unión, una gran alianza y un gran encuentro entre el mundo sindical, los subproletarios emigrantes y parados, la generación sin futuro y deshauciada, la gente mayor estafada tras una vida de trabajo, los sectores religiosos e intelectuales para los que la actual involución es intolerable desde el punto de vista de los principios éticos y morales.

Es fundamental la creación de nuevas fuerzas políticas y de programas. Hacen falta líderes, personas de todos estos ámbitos que representen y sean portavoces de esta refundación – de momento por ejemplo en Catalunya no tenemos líderes obreros ni sindicales dignos de tal nombre, pero curiosamente ha aparecido una de esas personas en el ámbito más inesperado: una hermana benedictina….

Esta refundación solo puede ser (en Europa y en el mundo) internacional e internacionalista, pero, a menos que queramos disolvernos en un sueño idealista de hermandad universal, su marco solo puede ser nacional.

Esa reconquista no puede hacerse en Bruselas, con su burocracia mucho más dominada por el lobbysmo empresarial que la de los estados nacionales, ni en el irrelevante Parlamento Europeo. El ágora, el punto de encuentro y la articulación de ese Frente Popular debe lograrse desde los respectivos marcos nacionales: entre comunidades de gente cercana unida por su marco geográfico y socio-laboral, su lengua su cultura y su común identidad integradora. La experiencia de los foros mundiales, tan interesante pero al mismo tiempo tan etérea e indeterminada, da mucho que pensar. Como ha dicho hace poco Oskar Lafontaine, “La Europa democrática empieza en casa”. Este marco nacional no es sustituto ni alternativa a lo internacional, sino mas bien su condición primera. (2)

Para acabar, una reflexión sobre la violencia.
III) La Europa de hoy no es la del XIX, cuando cualquier avance social pagaba el precio de enormes cantidades de sangre y de violencia. En este continente mucho más rico, mucho más culto y demográficamente mucho más envejecido que el del siglo XIX, quien más quien menos tiene algo que perder. Eso sugiere que la no violencia popular tiene un nuevo sentido y grandes espacios a su favor.

Al mismo tiempo, la rebelión civíl y pacifica, el movimiento social transformador, no es ninguna broma postmoderna y on-line. Exige lo de siempre: compromiso, voluntad, organización y sacrificio. Y recoge represión y reacción. Es decir: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía absolutista.

La experiencia histórica más reciente nos avisa del enorme potencial de violencia y provocación que tiene el estáblishment. Los dos principales líderes antibelicistas del 1968 en Estados Unidos, Martin Luther King y Robert Kennedy, fueron asesinados. También lo fue el líder estudiantil más notable del 68 alemán, Rudi Dutschke, muerto de las secuelas de un atentado.

Hay que recordar también que la dictadura no es imposible ni una lejana reliquia histórica. Hace menos de cuarenta años la Europa del Sur, desde Portugal a Grecia pasando por España, estaba gobernada por dictaduras. Hace poco más de veinte toda la Europa del Este estaba gobernada por dictaduras comunistoides. Es decir: la mayor parte de Europa eran dictaduras hasta hace muy poco.

Y hay que volver a leer todo lo que expone el Profesor suizo Daniele Ganser en su libro de 2005 sobre Gladio, la cada vez más documentada evidencia de la manipulación directa del terrorismo de los años setenta y ochenta por grupos vinculados a la OTAN -los peores atentados en Italia, Bélgica y Alemania lo fueron. Volver a escuchar la opinión de algunos antiguos miembros de grupos alemanes violentos que hoy confiesan que seguramente su labor estuvo policialmente manipulada desde el principio. Analizar lo que sabemos de las protestas antiglobalización de julio de 2001 en Génova. Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos con los apoyos policiales y empresariales a la extrema derecha griega, o lo que se ha visto en España con los indignados… (3)

Hay que tener claro que cualquier presión hacia esa necesaria desmundialización ciudadana chocará, está chocando ya, con las habituales reacciones, tramas negras, represiones, manipulaciones mediáticas y juegos sucios. Repito: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía.
(*) Este texto sigue las notas de una conferencia pronunciada el 30 de noviembre en el Centre d´estudis Cristianisme i Justicia de Barcelona.
Notas
(1) Para la exposición de Samir Amin en castellano consultar Europa vista desde el exterior (en www.mientrastanto.org)
(2) El concepto desmundialización lo emplea Bernard Cassen. En L´heure de la démondialisation est venue, Mémoire des Luttes agosto 2011.
(3) El libro de Daniele Ganser, La Operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental, 2005. Sobre el brutal aplastamiento de la protesta contra la cumbre de julio de 2001 en Génova ver El atropello de Génova en este Diario de Berlín.

 
Rafael Poch
La Vanguardia.com

martes, 27 de noviembre de 2012

Europa contra los desahucios

La señora Julien Kokott, tercera mujer que ocupa el puesto de Abogado General ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ha declarado en sus conclusiones de 8 de noviembre pasado en el Asunto Mohamed Aziz contra Catalanyacaixa del que conoce este Tribunal, que el sistema español de ejecución hipotecaria es contrario al derecho europeo, ya que priva al deudor de obtener una tutela judicial efectiva para defender sus derechos como consumidor. Las conclusiones de la Abogado no tienen fuerza de obligar y menos aún valor de cosa juzgada. Sin embargo, su figura desempeña un papel esencial en el Tribunal de Justicia, institución que garantiza el cumplimiento del derecho europeo. La función jurisdiccional del Tribunal ha consolidado dos principios básicos que se han convertido en los pilares del edificio jurídico de la Europa unida. El primero, el principio del efecto directo de las normas europeas que otorga a los ciudadanos la facultad de invocarlas ante los tribunales naciones. Segundo, el principio de supremacía del derecho europeo sobre los derechos nacionales que obliga a los jueces a aplicar las normas europeas. Para ayudar a cumplir esta importante función, el Tratado de la Unión atribuye a los órganos jurisdiccionales de los 27 Estados miembros la posibilidad de dirigirse al Tribunal de Justicia cuando, al tener que aplicar una norma europea, consideren que existen dudas sobre su validez o interpretación en el caso concreto que están juzgando. Es lo que se conoce como procedimiento de decisión prejudicial. El juez pregunta al Tribunal Europeo si es de aplicación al caso que juzga una norma europea o como debe interpretarse la misma. El Tribunal contesta a su pregunta y con la respuesta, que si tiene fuerza de cosa juzgada, el juez dicta su sentencia. En este caso que comentamos, el señor Aziz suscribió en julio de 2007 con Catalunyacaixa un préstamo hipotecario de 138.000 euros para adquirir su vivienda familiar. Comoquiera que se demoró en el pago de varias mensualidades, la Caja cargó los intereses de demora pactados, al 18,75%. A partir de mayo de 2008, el señor Aziz dejo de pagar su crédito. La Caja inició, entonces, en marzo de 2009 el procedimiento de ejecución hipotecaria, procedimiento especial y sumario, que restringe los motivos de oposición del ejecutado. Cualquier reclamación que quiera hacer el deudor distinta a los motivos tasados en la Ley, incluso la nulidad del título, vencimiento del mismo, extinción o cuantía de la deuda, no pueden plantearse en el procedimiento hipotecario si no que el deudor deberá interponer otro procedimiento distinto-juicio declarativo ordinario-en el que se resuelvan estas cuestiones, sin que este segundo procedimiento suspenda o paralice la ejecución hipotecaria. En diciembre de 2009, el juzgado decretó la ejecución de la vivienda y en julio de año siguiente tuvo lugar la subasta judicial a la que no acudieron licitadores, por lo que la Caja solicitó la adjudicación del bien por el 50 % del valor de tasación, opción que permite la Ley. El señor Aziz perdió su vivienda, pero siguió debiendo 40.000 euros de principal, más la liquidación de los intereses y las costas. Entonces, el señor Aziz planteó una demanda- esta vez un juicio declarativo ordinario- en el que puso de manifiesto el carácter abusivo de las cláusulas del contrato de préstamo y la nulidad del procedimiento hipotecario ejecutado contra su vivienda. Tramitado este pleito ante el Juzgado de lo Mercantil nº 3 de Barcelona, su titular el magistrado D. José María Fernández Seijó, se dirigió al Tribunal de Justicia Europeo para plantearle la cuestión prejudicial de si el sistema de ejecución hipotecaria previsto en la Ley española de Enjuiciamiento Civil limita la protección contra las cláusulas abusivas de los contratos prevista en el derecho europeo. La Abogado General considera, efectivamente, que el procedimiento hipotecario español es incompatible con el ordenamiento europeo de protección de los derechos consumidores, ya que no permite al ejecutado obtener una tutela efectiva de estos derechos, como es, por ejemplo, paralizar o suspender provisionalmente la ejecución forzosa y el desahucio de la vivienda. El fundamento de esta opinión la encuentra la señora Kokott en el llamado “principio de efectividad” que establece que el ordenamiento procesal nacional no puede impedir ni obstaculizar la tutela de los derechos de los consumidores garantizados por las normas europeas. De este modo, se impide que el procedimiento ejecutivo cree una situación perjudicial para el consumidor que posteriormente sea de difícil o imposible reparación. Si el Tribunal de Justicia acoge, finalmente, en su fallo la opinión de la Abogada General, la norma procesal española que no permite esta suspensión de la ejecución hipotecaria no debe ser aplicada por el juez español.

Debemos, pues, estar atentos al fallo del Tribunal de Justicia Europeo en este caso, que puede cuestionar las garantías que goza nuestro sistema hipotecario y condicionar la reforma que está estudiando el Gobierno, después de aprobar el Real Decreto- Ley de medidas urgentes para reforzar la protección de los deudores hipotecarios. Se trata de dar una solución equilibrada a un problema que requiere una reflexión en profundidad sobre nuestra legislación hipotecaria y más en concreto de la Ley concursal y de Enjuiciamiento Civil.

José Luis Ruiz-Navrro
República.com
http://www.republica.com/2012/11/26/europa-contra-los-desahucios_581671/

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡Aquel Tratado de Maastricht!

Es curioso que solo muy poca gente se acuerde ahora del Tratado de Maastricht, cuando es en él donde se encuentra el origen de los problemas que tiene ahora la Unión Europea. A base de muchas mentiras se está haciendo creer a la gente que lo que le sucede a los países que sufren las mayores perturbaciones es que han realizado mucho gasto público social y que eso ha aumentado hasta niveles insoportables el peso de la deuda pública, de donde deducen la exigencia de llevar a cabo políticas de austeridad basadas en el recorte de derechos y prestaciones sociales. La realidad es otra bien distinta: lo que verdaderamente ha hecho que crezca la deuda pública (además del impacto más reciente de la crisis financiera internacional y la subsiguiente caída en los ingresos públicos) no ha sido el incremento del gasto público primario (es decir, el asociado a gastos corrientes o de inversión), sino el dedicado a pagar intereses y la deuda que ha ido siendo necesaria para afrontar la deuda anterior.
 
Se calcula que los Estados europeos vienen pagando a la Banca privada unos 350.000 millones de euros cada año en concepto de intereses desde que dejaron de ser financiados por sus antiguos Bancos centrales y después por el Banco Central Europeo (Jacques Holbecq y Philippe Derudder, ‘La dette publique, une affaire rentable : A qui profite le système ?’, Ed. Yves Michel, París, 2009). Esa es, pues, la verdadera losa que ahora lastra a las economías europeas y no en el peso insoportable, como quieren hacer creer, del Estado de Bienestar. No podemos cansarnos de repetir que si los saldos primarios que ha ido teniendo el Estado español desde 1989 se hubieran financiado a un interés del 1% por un Banco central (como es lógico que hubiera sido) el peso de la deuda pública española sería ahora del 14% del PIB y no el 87% actual (Eduardo Garzón Espinosa. ‘Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública’: http://eduardogarzon.net/?p=328). Esa es la demostración palpable de que son los intereses financieros y no el gasto social el verdadero origen de la deuda, que se quiere combatir a base de recortar derechos y democracia.
 
Y se olvida ahora que fue el artículo 104 del Tratado de Maastricht el que consagró esa prohibición de que los Bancos centrales financiaran a los gobiernos. Una condición completamente absurda desde el punto de vista económico y financiero, que solo beneficia a la Banca privada, que así ha podido hacer un negocio de dimensiones auténticamente astronómicas: es fácil calcular que gracias a ello los Bancos europeos habrán recibido graciosamente alrededor de unos siete billones de euros desde que se ratificó el Tratado de Maastricht en concepto de intereses. Un dinero, además, que en lugar de haberse dedicado a financiar preferentemente el desarrollo productivo europeo ha sido el que ha alimentado la especulación financiera, la formación de burbujas que al estallar se han llevado por delante a economías enteras y las cuentas multimillonarias que los Bancos europeos mantienen en los paraísos fiscales o que dedican a financiar todo tipo de crímenes y delitos, el tráfico de armas, de personas, de droga o la corrupción política.
 
Para que eso fuese posible, el Tratado también estableció otra medida igualmente carente de fundamento científico: la independencia de los Bancos centrales que, en realidad, simplemente ha sido el procedimiento que permite que actúen con total libertad al servicio de la Banca privada. Prueba de ello es que la gestión de los Bancos centrales desde que son independientes ha sido la menos exitosa de toda su historia, pues en esta época es cuando se ha producido el mayor número de crisis financieras y los episodios más graves de inestabilidad monetaria. Aunque, eso sí, la mayor distribución de renta a favor de los poderosos gracias a la política de tipos de interés y al manejo de la cantidad de dinero circulante.
 
Con tal de favorecer a la Banca privada, el Tratado de Maastricht es el responsable original de que los Estados europeos estén maniatados a la hora de hacer política económica, cuyo éxito se basa inexcusablemente en la coordinación constante entre sus diferentes responsables y entre sus diferentes manifestaciones e instrumentos. Y de ahí, desde Maastricht, que sean tan impotentes para controlar lo que ahora se nos está viviendo encima.
 
También fue ese Tratado el que por primera vez estableció reglas igualmente absurdas de convergencia nominal, que el tiempo se ha encargado de demostrar que eran completamente inútiles para conseguir el equilibrio y la armonía que precisa una unión monetaria para funcionar correctamente y sin generar más problemas que los que resuelve. O las de estabilidad presupuestaria, tan infundadas e injustificadas desde el punto de vista científico, que han sido incumplidas en unas 140 ocasiones por los diferentes Estados. Y cuya perversión se demuestra simplemente preguntándonos en qué situación se encontrarían hoy día los países, ahora más avanzados del mundo, si hubieran estado sometidos a esas normas de estabilidad presupuestaria desde hace 100 o 150 años.
 
Pero el Tratado de Maastricht no solo fue decisivo por la introducción de estas ataduras económicas y privilegios que condenaron a los pueblos de Europa y a sus diferentes naciones a la situación en la que ahora nos encontramos, sino que igualmente lo fue por la forma tan antidemocrática en la que se ratificó, soslayando el debate social sobre este tipo de aspectos esenciales, o mejor dicho, ocultando a los ciudadanos sus consecuencias, e incluso haciendo trampas a la hora de aprobarlo.
 
Maastricht fue, por eso, la primera y más clara alerta de que los constructores y beneficiarios de la Europa neoliberal que allí se ponía en marcha no necesitaban democracia, sino todo lo contrario y que, por tanto, con el Tratado comenzaba su desmantelamiento real.
 
El lado positivo de Maastricht es que demuestra el origen ilegítimo que ha tenido la deuda que injustamente se hace recaer sobre los pueblos europeos. Y, por lo tanto, la primera razón para auditarla en toda Europa y repudiarla cuanto antes.
 
Juan Torres López
Sistema Digital
 

Por una condicionalidad keynesiana

Hace diez años se reunió por primera vez en Florencia el Foro Social Europeo, y ha vuelto a hacerlo, en un contexto de grave crisis como el actual, durante el fin de semana pasado. Coincidiendo con esta convocatoria, se han encontrado también en Florencia diferentes redes de economistas críticos de toda Europa que desean participar activamente en el debate público a favor de un cambio en la orientación de las políticas económicas.

Pero no es sólo Florencia. Por ejemplo, después de tres días de intensa y documentada discusión en Galway (Irlanda), un grupo internacional de economistas críticos, muchos de ellos muy conocidos, elaboró una declaración concisa y sólida, que es el texto que se reproduce en este artículo. Partiendo del evidente fracaso de las políticas de austeridad, del cual los economistas críticos han sido profetas, el documento propone un cambio del órden de prioridades de la política ecnómica europea: el crecimiento del empleo es el objetivo prioritario, que se debe conseguir con una adecuada política fiscal y distributiva que sostenga la demanda agregada; la política monetaria debe estar subordinada a la fiscal, asegurando tipos de intereses mínimos. A diferencia del OMT propuesto por Draghi –el programa de intervención del BCE condicionado a la aplicación de medidas de austeridad- proponemos una condicionalidad invertida: debe garantizarse la intervención del BCE para los países que se comprometan con políticas anti–austeridad, que son aquellas que conjugan el crecimiento con la estabilización de las cuentas públicas. Por tanto, no se trata de ningún aventurismo, sino una “condicionalidad Keynesiana”: los países se comprometen a lograr la estabilidad de la deuda, pero a través de políticas fiscales expansivas apoyadas por el BCE. Y no se provocará tampoco inflación, dada la amplia capacidad productiva inutilizada. El aventurismo, ciego y cínico, es el de la austeridad y sus paladines, nacionales y europeos.

Es fundamental que estos razonamientos sean conocidos y que se transformen en instrumentos de lucha política. Una iniciativa significativa en este sentido tendrá lugar en Madrid, organizada por un grupo de economistas críticos (http://econonuestra.org/) el 22 y 23 de noviembre, con el  apoyo de movimientos sociales y asociaciones estudiantiles españolas, portugueses, griegas, e italianas, como LINK y UDS (los documentos del encuentro y el programa pueden consultarse en www.economy4youth.com). Estarán presentes economistas de los cuatros países involucrados, incluido un diputado de Syriza, y tendré el placer de abrir el encuentro.

Una visión alternativa de la Crisis en la Eurozona
De acuerdo con el diagnóstico más ortodoxo, la crisis en la Eurozona se reduce a una crisis fiscal causada por un excesivo gasto público y una brecha de competitividad entre el Norte y el Sur. Y la solución que se propone desde este punto de vista es eliminar estas diferencias de competitividad a través de una supuesta “austeridad fiscal expansiva” y de reducciones salariales. Sin embargo, hasta el propio FMI admite ya que esta vía es un callejón sin salida.

En nuestra opinión, la raíz de la crisis del Euro se encuentra tanto en la inadecuada configuración institucional de la Eurozona, que no dispone de un auténtico prestamista de última instancia ni de políticas fiscales y salariales suficientemente coordinadas, como en las consecuencias de la actuación de un mercado financiero internacional con excesiva liquidez y poco regulado, que se mostró dispuesto en el pasado a financiar cualquier desequilibrio, sin importar su sostenibilidad.

En Europa se han desarrollado dos modelos de crecimiento mutuamente dependientes. El modelo de crecimiento mercantilista del Norte, liderado por las exportaciones, no hubiera podido sostenerse sin un modelo liderado por el endeudamiento (señalémoslo, fácil de financiar) en el Sur, que tenía como consecuencia la acumulación de déficits comerciales y deuda pública y, sobre todo, privada. Como secuela de la crisis financiera, de hecho, la deuda privada se ha convertido en deuda soberana. Después, las políticas de austeridad impuestas han aumentado el paro hasta un nivel socialmente inaceptable. Si se mantienen, estas políticas llevarán a una depresión económica prolongada y a todavía más descontento social.

Las instituciones europeas no han sido ni son capaces de resolver estos desequilibrios estructurales de un modo adecuado. El desempleo masivo y la privación social que resultan de las políticas de austeridad amenazan la supervivencia de la democracia en la Unión Europea.

Perspectivas alternativas
Partiendo de este diagnóstico alternativo, estamos convencidos de que Europa debe revertir la actual orientación de sus políticas de austeridad. Esto requiere un profundo cambio institucional y político.

En términos de política monetaria, creemos que el BCE debería actuar como un prestamista de última instancia creíble para aliviar la crisis de deuda soberana. Un paso adicional es la regulación estricta de los mercados financieros, siendo necesario separar banca de inversiones de banca comercial.

En términos de política fiscal, el nexo entre el BCE y la condicionalidad fiscal debería transformarse radicalmente. La política monetaria debería apoyar y acomodar reglas fiscales progresivas orientadas claramente hacia la creación de empleo y el crecimiento. El déficit fiscal sólo puede reducirse en una economía que crece.

Estas políticas de estímulo al crecimiento son consistentes con la estabilización a largo plazo de la relación Deuda/PIB y, en la situación actual de paro masivo, estas políticas no suponen ningún riesgo significativo de inflación.

Creemos también que el ajuste necesario debe ser apoyado mediante una política de mayores salarios que estimule el consumo, empezando por los países con superávit (como Alemania) donde las políticas anteriores de restricción salarial han contribuido considerablemente a las crecientes desigualdades en la distribución del ingreso y a los desequilibrios por cuenta corriente en la Eurozona.

Si el Ministro Federal de Finanzas alemán cree en lo que dice, que ningún país puede vivir siempre por encima de sus posibilidades, entonces debe tener igualmente claro que ningún país puede vivir indefinidamente por debajo de sus posibilidades. Esto implica que una parte importante de la solución debe ser un cambio en la política salarial en Alemania.

Debe quedar claro que la prosperidad conjunta de los países de la Eurozona y de sus ciudadanos a través de la expansión de la demanda, y no la contracción de la demanda a través de la consolidación fiscal en beneficio de las altas finanzas, es la condición indispensable para la viabilidad política del proyecto Euro. Debemos tener la honestidad intelectual y el coraje de actuar en consecuencia.

Sergio Cesaratto
Catedrático de Política Económica, Universidad de Siena, Italia*

*La declaración a la que hace referencia este artículo ha sido firmada también por Amit Bhaduri (India), Thomas Boylan (Irlanda), Nadia Garbellini (Italia), Torsten Niechoj (Alemania), Gabriel Palma (Reino Unido), Srinivas Raghavendra (Irlanda), Rune Skarstein (Noruega), Herbert Walther (Austria) y Ariel L. Wirkierman (Italia).

Público.es


viernes, 2 de noviembre de 2012

¿ No hay dinero? " Por supuesto que hay dinero, lo tienen los ricos "

El mismo día en el que comparece Rajoy en el Congreso de los Diputados para repetir - entre otras muchas falacias - uno de sus mantras más queridos, "no podemos gastar más de lo que tenemos", o que la Comunidad de Madrid anuncia la imposición del "euro por receta" a pesar de que criticaron esta medida cuando la aplicaron sus correligionarios de CIU en Cataluña, nos enteramos que la salida de capitales de España se ha multiplicado por 620 en el último año. En concreto en los últimos 14 meses se han fugado de nuestro país 343.000 millones de euros. Aunque hay muchas más evidencias, sólo con observar este dato queda demostrada la falsedad de ese otro mantra que repite la derecha neoliberal que asume que "el Estado no tiene recursos", o que "no tenemos dinero" porque "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, algo que difunden ampliamente a través de sus medios de comunicación y que muchos ciudadanos han asumido como ciertos.

Queda claro que sí hay dinero, por supuesto que hay dinero, lo que ocurre es que el Estado no lo recoge. ¿Por qué no se gravan los movimientos de capitales?, ¿por qué no existe todavía una tasa a las Transacciones Financieras como vienen reclamando desde hace años organizaciones como ATTAC?. No sabemos quiénes son las personas o sociedades que han sacado su dinero de España, pero sí está muy claro que los capitales siguen campando a sus anchas por todo el mundo sin ningún - o muy insuficiente - control y gravamen. Se hunden las economías europeas, se esquilman los recursos de los Estados, se crea pobreza y miseria entre los ciudadanos, y sin embargo, después de cinco años de "crisis" todavía no se han tomado medidas contra las causas y los causantes de esta monumental estafa financiera y democrática que sufrimos. Los dirigentes españoles, europeos, y mundiales, ocultan deliberadamente que el origen de la "crisis financiera" está en la desregulación de los mercados financieros, iniciada en los años 80 por Ronald Reagan y Margaret Thatcher y ampliadas en 1999 por Clinton cuando el Congreso de los Estados Unidos derogó la ley Glass-Steagall, que separaba la  Banca Comercial de la Banca de inversión; y a la que hay que añadir una continua bajada de los salarios que redujo la demanda interna y desvió las inversiones hacia la economía especulativa, mucho más rentable que la economía productiva. ¿Qué se ha hecho para revertir esta situación?. Nada, absolutamente nada. Qué "risa" da recordar a Sarkozy hablando de "refundar el capitalismo" cuando a principios de la crisis le temblaban las piernas al ver la que se venía encima. Cinco años después es el capitalismo el que ha refundado a las democracias.

En la "rica" Unión Europa capitalista - premio Nobel de la "Paz" - sobreviven 116 millones de pobres, de los que 40 millones sufren "carencia de alimentos" (bonito eufemismo para no decir que pasan hambre). Las autoridades europeas destinan 28 miserables céntimos de euro por día y persona para "luchar" contra esa pobreza europea. Esta misma Europa neoliberal ha regalado a través de su BCE la indecente cifra de 1,6 Billones de euros a los Bancos europeos, de ellos 500.000 mill. a Bancos españoles e italianos, que dedican ese dinero a especular con la deuda pública de los Estados.

En España hay más de 11,5 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social; el 22% de los hogares españoles están por debajo del umbral de la pobreza; 2.267.000 niños viven en España por debajo del umbral de la pobreza. Y en esta misma España, los gobiernos del PSOE-PP han inyectado 52.548 millones de euros de dinero público a los Bancos españoles desde que se desató la "crisis" financiera, a los que hay que sumar  los avales por valor 72.171 millones correspondientes a emisiones de bonos y obligaciones de las entidades bancarias. Y a todo ello habrá que añadir unos 40.000 millones de euros del "rescate" europeo. Un total de 165.000 millones de euros de "rescate" de los ciudadanos españoles hacia los ricos Bancos. Es evidente que sí hay dinero, por supuesto que hay dinero. También podemos añadir los 66.000 millones que defraudan cada año en España las grandes fortunas y las grandes empresas del IBEX 35 (la Marca España).

¿Quién dice que no hay dinero en Europa y en España?. Por supuesto que hay dinero, esos grandes movimientos de capitales así lo demuestran. En los paraísos fiscales también hay dinero a raudales. Pero sobre todo, existe capacidad para crearlo. El BCE y los Bancos Centrales de los Estados de la Eurozona tienen la capacidad de imprimir dinero de forma ilimitada (como hacen con los Bancos) para ponerlo al servicio de la economía productiva, la creación de empleo, la inversión pública, el mantenimiento de los servicios públicos, el desarrollo del Estado del Bienestar, erradicar la pobreza, y en definitiva, de acabar con la recesión económica en la está sumida gran parte de Europa. La inflación es sólo una excusa para no hacerlo. Si no se hace es porque la UE - y la derecha neoliberal española - pretende resituarse en el nuevo orden mundial, y lo hacen devaluando a las personas en lugar de devaluar su moneda, el Euro; es decir, lo hacen a costa de reducir los salarios y la protección social de los trabajadores, y adelgazando el Estado desmantelando el Estado del Bienestar y el sector público, para beneficiar a la Banca y las grandes empresas multinacionales frente a las economías emergentes, mucho más "competitivas". La crisis está sirviendo de excusa para aplicar un guión que ya estaba escrito de antemano. También en España. 

Adolfo Ferrera Martinez
El Mirador

viernes, 26 de octubre de 2012

Hay alternativas al rescate

A la vista de como se está presentando la situación económica en la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la falta de pluralidad que hay en tertulias, informativos y demás fuentes de opinión, es natural que la mayoría de la gente piense que el llamado rescate es inevitable. 

El razonamiento con el que están vendiendo su inevitabilidad es elemental: el Estado español ha acumulado una deuda muy grande, los mercados no confían en su capacidad de pago y por eso le imponen unos tipos de interés muy elevados que antes o después harán imposible que España haga frente al vencimiento de los pagos. Por eso no hay más remedio que acudir a un "rescate" en forma de un préstamo o crédito con el que el Estado enjugue sus pagos inminentes y pueda garantizar los venideros. 

A pesar de su aparente evidencia, el razonamiento hace aguas por varias partes. Sobre todo, porque la alternativa a la presión de los mercados a cuenta de nuestra deuda no es únicamente que el Estado se cargue con una aún mayor y a cambio de imponerle condiciones draconianas que van a hundir nuestra economía durante años. 

Desde luego había otras alternativas antes de que la situación llegase a la degradación actual, como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos, y particularmente en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España , y a las que no me voy a referir en este momento. 

Pero también las hay ahora, ya en situación de emergencia. 

Para bajar la prima de riesgo no hace falta rescate alguno sino simplemente que el Banco Central Europeo se comporte como una auténtica autoridad monetaria y evite que las presiones especulativas la eleven con el único propósito de obtener beneficios. Ni el nivel de deuda pública española cuando comenzaron las presiones ni incluso el actual (cercano al 90% pero mucho más bajo que el de otros países) justifica por sí mismo la presión de los mercados. Esos niveles (ahora, no lo olvidemos, más altos por la inacción del BCE) están todavía dentro de los que pueden asumirse sin demasiadas complicaciones a poco que se recupere la actividad y el ingreso, que es lo que están impidiendo, precisamente, las políticas europeas y la posición que mantiene el BCE. 

Lo que ocurre es que los dirigentes del Banco Central Europeo no actúan para evitar que siga subiendo la prima de riesgo española porque no busca resolver la inestabilidad que eso provoca sobre el euro. Lo que está haciendo en realidad es actuar como manager de los intereses de la banca privada europea que solo trata de asegurarse el cobro de la deuda privada que con ella tienen los bancos de la periferia, y concretamente los españoles. 

La presión que sufre España es la excusa que sirve para imponer un rescate que en realidad no es el rescate de España para que haga frente a su deuda soberana, sino para que financie la deuda que los bancos privados tienen con los alemanes y franceses ( 139.191 y 115.261 millones, respectivamente, a comienzos de 2012, que representan el casi el 45% de los 571.519 millones de dólares que deben). 

Si de verdad quisiéramos "rescatar" a la economía española lo que se debería hacer no es imponerle una losa de deuda aún mayor, más recortes en el gasto público que se requiere para que las empresas puedan crear empleos y los ciudadanos vivir dignamente, y, en definitiva, frenar aún más la actividad económica que se necesita para crear ingresos, empleo y proporcionar bienestar social. 

Lo que habría que hacer serían otras cosas: recuperar inmediatamente la demanda y hacer que las empresas y consumidores dispongan también de inmediato de la financiación que necesitan. Y además, como ya he explicado en otros textos, avanzar para que la actividad que se recupere sea de nuevo tipo, vertebradora y sostenible y que no reproduzca los males que provocaron la situación en la que estamos. 

Esos tres objetivos (demanda suficiente, financiación adecuada y cambio de modelo) se podrían conseguir incluso en el muy corto plazo si en lugar de dejarnos llevar por el fundamentalismo neoliberal que nos invade nos dedicásemos a innovar y a concretar las diferentes propuestas alternativas que muchos economistas, personal o colectivamente, están ofreciendo. 

Como una muestra más de que estas alternativas al rescate existen, de que son viables y de su efecto mucho más positivo para la economía y la sociedad española, quisiera referirme brevemente a la que acaba de divulgar Antonio Quero, alto funcionario europeo y militante socialista, con muy amplia experiencia política y de gestión (se puede ver con detalle en Bases para un Acuerdo Nacional para la salida de la crisis y la defensa de la soberanía económica ). 

En resumidas cuentas, su propuesta se basa cuatro ejes principales.
En primer lugar la creación de 3 millones de empleos y 2,5 millones de puestos de formación para jóvenes, principalmente poniendo en marcha un innovador sistema de anticipo subvencionado de contrataciones a las empresas, nuevos sistemas de rotación-sustitución, un fondo de inversiones para la creación y expansión de empresas y planes de eficiencia energética y de empleo juvenil. 

En segundo lugar, un estímulo inmediato de la demanda incrementando la renta disponible familiar mediante la rebaja temporal de hipotecas y alquileres al 20% de la renta de las familias con ingresos menores a 3.000 euros mensuales. Una medida que inmediatamente permitiría incrementar la demanda agregada en 48.750 millones en tres años. 

En tercer lugar, la generación de 75.000 millones de euros anuales de recursos públicos adicionales mediante una reforma del modelo bancario actual consistente básicamente en separar, por un lado, la captación de depósitos y, por oto, la concesión del crédito. Para ello se crearía inmediatamente una Central de Depósitos que garantizaría la integridad del sistema y haría innecesario cualquier tipo de rescate y que permitiría que inmediatamente comenzase a fluir el crédito a empresas y familias así como financiar sin problemas la deuda del Estado. 

Finalmente, se propone blindar la inversión en educación y en I+D+i porque constituye la base imprescindible para mejorar el futuro de nuestra economía y el progreso de nuestra sociedad. 

Si a todo ello se añade una reforma fiscal en la línea de la que proponen los técnicos del Ministerio de Hacienda, que permitiría obtener 63.000 millones de euros adicionales al año, el Estado y el conjunto de nuestras empresas y consumidores podrían ir generando de modo inmediato ingresos suficientes para salir de la situación en la que estamos sin necesidad de un rescate traumático, injusto y claramente contrario a los intereses nacionales. 

La cuestión es clara: no se aplican medidas alternativas no porque no las haya sino porque se quiere utilizar el rescate para beneficiar a los grupos sociales privilegiados y no al conjunto de la sociedad. 

Juan Torres López
Nuevatribuna.es

domingo, 21 de octubre de 2012

El expolio de Europa

¿Crisis? ¿Qué crisis? Los cafés, las terrazas, los restaurantes no se quedan vacíos, los turistas se atropellan en los aeropuertos, se nos habla de récords de exportaciones, de que el paro disminuye. La gente bosteza ante la “cumbre” política de cada semana y las oscuras disputas de los expertos.

Es manifiesto que casi nadie se percata de que los países europeos ya no están gobernados por instituciones que cuenten con una legitimidad democrática, sino por una ristra de siglas que han ocupado su lugar. Ahora mandan el MEDE, el FEEF, el BCE, la ABE y el FMI. Solo los iniciados llegan a comprender quién hace y cómo en el seno de la Comisión Europea y del Eurogrupo. Todos esos organismos no figuran en ninguna constitución del mundo y no asocian a los electores a su toma de decisiones.

Produce escalofríos la indiferencia con que los europeos aceptan que se les despoje de su poder político. A diferencia de las revoluciones, los golpes de Estado y los alzamientos militares, que no escasean en la historia de Europa, esta desposesión se está llevando a cabo sin ruido y sin violencia. Todo ocurre pacíficamente, en un reservado.

Ya no asombra a nadie que no se respeten los tratados. De las reglas existentes, como el principio de subsidiariedad establecido por el Tratado de Roma o la cláusula que prohíbe los rescates financieros en el de Maastricht, se hace caso omiso cuando hace falta. El principio pacta sunt servanda [hay que respetar lo pactado] se convierte en un eslogan carente de significado.

La abolición del Estado de derecho queda clara en el tratado fundacional del MEDE (el Mecanismo Europeo de Estabilidad). Las decisiones de los pesos pesados de esta “sociedad de rescates” tienen validez inmediata y no están sujetas al consentimiento de los parlamentos. Se les llama “gobernadores”, como era habitual en los antiguos regímenes coloniales, y, como en estos, no tienen que rendir cuentas ante la opinión pública.  Están exentos de control judicial o legal. Y gozan de un privilegio que no posee ni el jefe de la Camorra napolitana: la inmunidad penal absoluta (según los artículos 32 a 35 del tratado fundacional del MEDE).

El expolio político de los ciudadanos empezó cuando se introdujo el euro, incluso antes. Esta moneda es el fruto de maquinaciones políticas que no han tenido en cuenta las condiciones económicas necesarias para poner en marcha semejante proyecto.

Lejos de reconocer y corregir las malformaciones congénitas de su creación, el “régimen de los rescatadores” insiste en la necesidad de seguir a toda costa la hoja de ruta establecida. Proclamar que no tenemos “otra salida” viene a ser negar el peligro de explosión inducido por el aumento de las disparidades entre los Estados miembros. Las consecuencias se dibujan en el horizonte: división en vez de integración, resentimiento, animosidad y reproches en vez de concertación. “Si el euro se hunde, Europa se hunde”. Este eslogan inepto trata de movilizar a un continente de quinientos millones de habitantes en la empresa azarosa de una clase política aislada, como si 2000 años no fuesen nada comparados con una moneda inventada hace muy poco.

La “crisis del euro” prueba que esto no acabará con el expolio político de los ciudadanos. Su lógica quiere que conduzca al expolio económico. La gente baja a las calles en Madrid o Atenas porque no le queda otro remedio. También ocurrirá en otras partes.

Se ha cortado el paso a las opciones prudentes que hasta ahora se han propuesto. A la idea de una Europa a varias velocidades se la ha perdido ya de vista. Las cláusulas de salida sugeridas con la boca pequeña jamás han encontrado un lugar en los tratados. La política europea ha humillado el principio de subsidiariedad. Esa palabra significa que, de la escala municipal a la regional, del Estado-nación a las instituciones europeas, siempre debe ser la instancia más cercana a los ciudadanos la que mande dentro de su marco de competencias, y los niveles superiores no deben heredar más competencias reglamentarias que las que no se puedan ejecutar en otros niveles.

Pero los 500 millones de europeos no capitularán sin haber opuesto resistencia.

Este continente ya ha superado conflictos más sangrientos que la crisis actual. Salir del callejón donde nos han arrinconado los apóstoles tendrá un coste y no se logrará sin conflictos y sin dolorosos recortes. El pánico es el peor de los consejeros, y quienes predicen que Europa va a entonar su canto del cisne ignoran las fuerzas que tiene. Antonio Gramsci nos ha dejado esta máxima: “Al pesimismo de la inteligencia tiene que acompañarle el optimismo de la voluntad”.

Hans Magnus Enzensberger
Ensayista y periodista
CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias)

jueves, 18 de octubre de 2012

¿Premio Nobel de la Paz para la Unión Europea?

¿Creíamos que lo habíamos visto y oído todo, que estábamos curados de espanto? Pues no, todavía hay margen para la sorpresa: La Unión Europea (UE) ha recibido el Premio Nobel de la Paz. Es posible que con este galardón se haya pretendido contrarrestar el continuo y creciente desapego de la población hacia las instituciones comunitarias. Pero, cualquiera que haya sido su propósito, ¿qué méritos acredita la UE para hacerse merecedora de este premio, con esta carga simbólica?

En mi opinión, el término “Paz” se convierte en un recurso retórico y vacío de significado si, al mismo tiempo que se proclama (y se reparten medallas), se están degradando las condiciones de vida de buena parte de la población. Y esto es justamente lo que está sucediendo en la UE, con mayor o menor intensidad, dependiendo de los países. Y no vale como excusa que los mercados, como si fueran un “objeto volante no identificado”, impusieran sus lógicas, sus exigencias o su racionalidad a unas instituciones, las comunitarias, que conservarían en su código genético su vocación redistributiva de antaño y, por lo tanto, su pretensión de impulsar la cohesión social. ¿Los mercados habrían capturado las instituciones? No, lo cierto es que los intereses de unos y otras se funden y se confunden configurando un magma de intereses indisociable.

Sólo así cabe explicar las políticas implementadas desde Bruselas y que suponen un ataque inédito, sin límites, sin tregua a las políticas de bienestar social: drásticos recortes del gasto público en educación y salud, reducción del subsidio en concepto de desempleo y de los recursos canalizados hacia otras prestaciones sociales, alargamiento de la edad de jubilación y pérdida de capacidad adquisitiva de las pensiones, merma de los salarios de los trabajadores… y así una larga lista de tijeretazos que apuntan en la misma dirección.

Y todo ello en nombre de la “austeridad”, necesaria, nos dicen, para salir de la crisis. Más bien, las falacias y las mentiras de la austeridad. No caben otros apelativos cuando, transcurridos cinco años desde que estallara la crisis, la situación no ha dejado de empeorar. No sólo ha pasado el tiempo sin que los resultados esperados por los gobiernos se hayan materializado, sino que en ese tiempo se ha encauzado una gran cantidad de recursos públicos en apoyo de los grandes bancos; sí, de aquéllos que están en el origen mismo de la crisis, sin exigencias, sin contrapartidas.

Además de esta sangrante paradoja, las instituciones comunitarias y la mayor parte de los gobiernos europeos mantienen, imperturbables, con más vehemencia si cabe, el mantra de “más esfuerzo, más restricciones”; proclama que se escapa a la lógica de la razón y del razonamiento económico, y que sólo podemos entender, que no justificar, si consideramos los intereses y, por qué no decirlo, los negocios en juego.

En estos años de sufrimiento y frustración para buena parte de la población la polarización social y la concentración de la renta y la riqueza no han dejado de aumentar. No todos pierden con la crisis; atención: no estoy diciendo que no todos pierden en idéntica proporción, sino que algunos grupos están cosechando grandes beneficios, no sólo en términos económicos sino también políticos. De hecho, esta crisis ha abierto para las élites económicas y sociales un  escenario de oportunidades apenas imaginado o incluso soñado hace unos pocos años.

Es dudoso que las muy mal denominadas políticas de austeridad consigan la meta    que, al menos en apariencia, las justifican: la recuperación del crecimiento. Pero es seguro que están facilitando la consecución de otros objetivos que, claro está, no se formulan de manera explícita, quedan diluidos y convenientemente ocultos en una retórica tan vacía y engañosa como eficaz: “todos tenemos que arrimar el hombro”.

Pero, más allá de esa retórica, lo cierto es que las grandes corporaciones se han apoderado de mercados y recursos “liberados” por las empresas más afectadas por la recesión; los grandes bancos han recibido enormes cantidades de dinero procedente de las arcas públicas y del Banco Central Europeo; las remuneraciones de los equipos directivos y de los grandes accionistas, monetarias y en especie, han continuado creciendo sin control alguno y, por supuesto, sin que se hayan visto contaminadas por las llamadas a la austeridad; la  fiscalidad sobre el capital, los beneficios y los patrimonios continúan disfrutando o incluso han reforzado su estatus privilegiado; y el espacio europeo –las instituciones y las políticas- están cada vez más al servicio de los países ricos, sobre todo de Alemania, de los lobbies empresariales y financieras, de la burocracia comunitaria  y de las agencias monetarias y financieras internacionales.

Podemos mirar en otra dirección, podemos ensalzar una Europa social y redistributiva que sólo existe en la cabeza de algunos europeístas de salón. Pero esta Europa, la que realmente existe, está practicando una violencia continua y creciente contra los trabajadores. Conceder a la UE el Nobel de la Paz, además de un sinsentido y de un gesto de cinismo, es un paso más, y me temo que no será el último, hacía el descrédito, ya muy profundo, de las instituciones comunitarias.

Fernando Luengo
EconoNuestra

lunes, 15 de octubre de 2012

El MEDE, la consolidación del golpe de estado financiero en la UE

El 8 de octubre empezó a funcionar el MEDE (Mecanismo Europeo De Estabilidad), una nueva institución financiera intergubernamental que tiene como objetivo garantizar la solvencia de los estados miembro facilitándoles crédito y asumiendo las funciones hasta ahora desempeñadas por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. La creación del MEDE ha sido posible gracias a la modificación del artículo 136 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea que se llevo a cabo en 2011 para “salvaguardar la estabilidad de la zona euro” e introducir “condiciones estrictas” para los beneficiarios de la ayuda financiera. 

El MEDE debe convertirse en una especie de Fondo Monetario Internacional para los estados miembros de la UE. La capacidad de crédito inicial prevista es de 700.000 millones de euros, de los cuales 80.000 procederan de la aportaciones directas de los estados y el resto se alcanzaran mediante capital “movilizable” y garantías, es decir, comprometiendo futuras cuotas de los países antes de haberlas ingresado. Las explicaciones técnicas sobre la capacidad de crédito del MEDE son, como es habitual en estos casos, auténticos jeroglíficos para la ciudadanía. Ni la información resulta de fácil acceso, ni es comprensible para la gran mayoría de personas que acabaran sufriendo las consecuencias del funcionamiento de esta institución, ni el tema tiene la relevancia mediática que merece, atendiendo al atentado contra el funcionamiento de las instituciones democráticas que supone el articulado del tratado fundacional del MEDE.

El único debate sobre el MEDE que ha tenido cierta repercusión ha sido el rechazo de Alemania a la propuesta inicial de que esta institución pudiera requerir capital ilimitado de los estados miembros para ampliar su capacidad de crédito. A pesar de que organizaciones ciudadanas presentaron multitud de recursos de inconstitucionalidad por considerar que el MEDE agrede la soberanía de las instituciones democráticas, el Tribunal Constitucional Alemán abrió las puertas a la firma del tratado exigiendo tan sólo una modificación: que se fijará un límite a la aportación alemana de 190.000 millones de euros (efectivo más avales). Más allá de esta cifra, la contribución deberá ser votada en el Parlamento. El resto de recursos han sido rechazados considerando que el MEDE es creado el 11 de julio de 2011 por los ministros de Finanzas de la zona euro actuando como representantes de la soberanía de sus respectivos estados.

Pero el texto del tratado por el que se constituye el MEDE contiene otros muchos aspectos preocupantes des de el punto de vista político y de calidad democrática que escapan al debate de las cifras. Según el articulado inicial, que todos los diputados y diputadas el Europarlemento han tenido en sus manos, el MEDE, sus propiedades y sus activos, van a gozar de una inmunidad total frente a los estados miembro. No podrán ser objeto de ninguna forma de acción legal en su contra ni podrán ser “intervenidos, confiscados o embargados” ya sea por vía ejecutiva, judicial, administrativa o legislativa. Lo cual coloca a esta institución, creada a la sombra de la opinión pública europea (si es que existe tal cosa), fuera del control de las instituciones de las ya debilitadas democracias liberales estatales. En el terreno de las responsabilidades personales, el tratado establece que directores, subdirectores, director ejecutivo y demás empleados del MEDE serán inmunes a cualquier tipo de proceso legal por actividades ejercidas en el desempeño de sus funciones, y gozarán de inviolabilidad de sus archivos y documentos oficiales. Lo que significa que los tribunales de los países europeos no podrán, bajo ningún concepto, investigar las actividades profesionales de los altos cargos del MEDE.

Esta institución, que tendrá su sede en Luxemburgo, cristaliza la subordinación de toda forma de ejercicio de la soberanía popular en Europa a las necesidades financieras que, ante la deriva de los acontecimientos, son las necesidades de los grandes bancos. Las condiciones ligadas a los créditos y la conversión de deuda privada en deuda pública, consolida el golpe de estado financiero que vive la Unión Europea como consecuencia del profundo déficit democrático que arrastra desde su fundación.

Albert Sales e Inés Marco
Rebelión

sábado, 6 de octubre de 2012

El euro y la evolución del desempleo en Europa

Desempleo en Europa 1983 - 2012

El desempleo ha aumentado de manera significativa en Europa en los últimos años y toda la fuerza de contención que creó la introducción del euro el año 2001 se ha desvanecido. Como muestra esta gráfica, el euro aportó notoria estabilidad hasta el estallido de la crisis subprime. Pero, desde entonces, cada país ha retomado su senda anterior confirmando que la estabilización del empleo debe mucho al efecto burbuja que significó la implantación del euro. El crédito barato que inundó de dinero a países como España, Grecia e Irlanda ayudó a generar falsas expectativas de bienestar. Ahora con el desempleo en niveles históricamente altos y con una economía en fuerte contracción, el euro juega también un rol apremiante.

La abundancia del crédito que generó en los años del boom ayudó a elevar el nivel de empleo y aumentar el crecimiento. Pero todo se hizo por caminos de desequilibrio financiero que tarde o temprano se agotarían. Ahora se constata que todo ello no fue más que un castillo de naipes levantado sobre una base muy débil amparada en la inconsistencia del sistema financiero. Una vez descorrido el velo de ese espejismo ha emergido la fuerza rotunda de lo real desvaneciendo toda la ilusión de una década. La gran paradoja es que la gran beneficiada de la crisis ha sido la banca por la vía de los rescates públicos con cargo a los contribuyentes. La banca no solo ganó en su proceso de hinchar la burbuja sino que ha seguido ganando en su derrumbe. En la siguiente gráfica vemos en detalle el desempleo en el período 1999-2009.

Desempleo en Europa 1999-2009

Esta gráfica permite apreciar la evolución del desempleo en el período de mayor expansión del euro. Sólo España y Alemania alcanzaron por momentos niveles de desempleo del 11,5 por ciento. Pero mientras el desempleo de Alemania se ubica hoy en el 5,5 por ciento, el de España supera el 25,1 por ciento. Y Alemania no está libre de este flagelo como apuntamos aquí. Ahora es el FMI el que ha comenzado a reducir las perspectivas económicas para Alemania, y los inversionistas anticipan que España quebrará como Grecia y Francia será el próximo en caer. La deuda que ha infligido la banca a los Estados ha sido un veneno mortal. 

Por eso que el futuro de Europa se hace cada vez más incierto dado que la espiral del desempleo es un camino sin salida en el cual el euro ha desempeñado un rol central. Todos los lideres se han empeñado en rescatar a la banca, cuando de lo que se trata es de rescatar a la economía real si es que se quiere inyectar vida a la moneda única. Se han cumplido cinco años de crisis, cuatro años desde la quiebra de Lehman Brothers, tres años desde los primeros traspiés de las finanzas griegas, y no se han logrado grandes avances por defender en forma errónea el rol del euro.

El desempleo es hoy una de las mayores dificultades que enfrentan los países del mundo y también una de las principales fuentes de profundización de la crisis que pone en riesgo la propia existencia de la moneda única. A medida que la crisis se extiende, lejos de encontrar vias de salida, la situación se profundiza porque no se asume que éste es el problema central de la economía. Las consecuencias a largo plazo del desempleo pueden ser devastadoras no solo en términos económicos sino también en términos sociales y políticos. Salvar al euro pasa no solo por salvar a una banca zombi y famélica sino más bien por inyectar vida a la economía real que es la que genera empleo y da sentido al sistema financiero.

Marco ANtonio Moreno
El Blog Salmón