Su necesaria refundación no vendrá del “más Europa” que se pregona desde Bruselas y Berlín, sino de una rebelión popular cuyo marco solo puede ser nacional
Vamos a hablar del proyecto europeo, de porqué esta Unión Europea, tal como está diseñada, es inviable e inútil para afrontar los retos del siglo.
Por “retos del siglo” entiendo el calentamiento global, el auge
demográfico, el “pico” petrolero y los problemas globales de dominio de
unos países sobre otros, de pobreza y de desigualdad, combinados con una
mentalidad caduca que tiende a seguir “resolviendo” todas esas
cuestiones con métodos militares en un mundo atiborrado de armas de
destrucción masiva capaces de anular toda vida en el planeta. Esos retos
claman una “nueva civilización” y una Europa como la que tenemos es un
claro impedimento a ella.
Así que vamos a hablar primero de las razones que hacen inviable
desde ese punto de vista a la actual Unión Europea, luego, de la
respuesta ciudadana que habría que dar a esa realidad y acabaremos con
una reflexión sobre la violencia y los riesgos que tal respuesta
comporta para quienes la asumen. Pero antes de entrar en esa crítica,
quisiera subrayar la importancia de que haya en Europa algún tipo de
pacto y estrecho vínculo internacional.
El motivo es que, desde el punto de vista de la historia universal de
la guerra y la paz, Europa es la parte más guerrera y violenta del
mundo. En los últimos quinientos años la historia europea salta de una
guerra a otra, especialmente en los dos siglos que van de 1615 al fin de
las guerras napoleónicas en 1815. En ese periodo las naciones europeas
estuvieron en guerra una media de sesenta o setenta años por siglo.
Luego hubo un poco más de paz hasta 1914, si olvidamos la guerra de
Crimea o la franco-prusiana, pero en ese periodo Europa continuó
culminando la exportación de guerra y genocidio hacia fuera de sus
fronteras con el holocausto colonial- imperial que fue la conquista del
mundo no europeo. Además, en ese periodo de relativa paz interna Europa
inventó la industrialización y con ella industrializó la guerra lo que
la convirtió en algo mucho mas destructivo. Dos guerras mundiales de
inusitada mortandad e incubadas en y por Europa, fueron el resultado.
La Unión Europea se creó, precisamente, para remediar la crónica
pelea continental, que después de la Segunda Guerra Mundial ha dado
lugar a 67 años de paz, una paz, sin embargo, tutelada por dos
superpotencias en tensión nuclear, es decir una paz bajo vigilancia y
presidida por un factor, el de la destrucción masiva, que representa el
escalón superior de la estupidez humana.
Así que tengamos bien presente este dato sobre la Europa guerrera
violenta y dominante a la hora de criticar el actual proyecto europeo.
I) Todavía en 2003 Jürgen Habermas, el principal filósofo alemán vivo, pudo escribir un libro titulado “El occidente dividido”
y ser tomado en serio. Su contexto era la desavenencia entre una parte
de la Unión Europea, su matriz franco-alemana, y la administración Bush
durante la segunda guerra de Irak. Y su fundamento era la exaltación de
los “valores diferentes” –y por supuesto mejores- que Europa decía representar comparada con Estados Unidos.
En esa comparación, Europa era un continente de paz y de cultura, con
apego a la nivelación social y al estado asistencial, regido por el
derecho internacional y no por la ley del mas fuerte, es decir centrado
en la diplomacia y no en la guerra, y tolerante y no fundamentalista en
materia religiosa.
En países como China, esa desavenencia de 2003 estuvo en el centro de
la discusión internacional de los dirigentes de Zhongnanhai, el Kremlin
de Pekín. La posibilidad de que Occidente, aquel bloque que crucificó a
China en el XIX, pudiera partirse en dos y se convirtiera en dos polos
con intereses globales y recetas diferentes, es decir en algo más débil
que lo anterior, era sumamente interesante por las mayores
posibilidades y márgenes de acción que podía reportar en la
multipolaridad a los países emergentes.
Ahora sabemos que aquella desavenencia, con su discurso narcisista y
embellecedor de la Unión Europea sobre sí misma, es un fraude y que las
esperanzas de una divergencia trasatlántica que tanto interesaron en
China fueron un espejismo. La actual crisis nos ofrece una perspectiva
mucho más real y un espejo mucho más fiel de la realidad europea.
Constatamos que esa Europa “autónoma y mejor” y
preconizadora de “otros valores”, ha apoyado, colaborado y participado
en casi todo lo que reprochaba a su pariente histórico de ultramar. Es
decir Europa sigue siendo imperialista y sus debilitadas naciones se
unen, precisamente, para poder seguir siéndolo. Veamos la lista:
-Durante veinte años se ha excluido a Rusia de cualquier esquema de
seguridad continental. Es decir se ha impedido cerrar la relación de
guerra fría con el extremo oriente de Europa, tal como quería el
malogrado proyecto de Gorbachov. La ampliación al Este de la UE se hizo
sobre un guión supervisado en Washington, según el cual el ingreso en la
OTAN era la antesala de la Unión Europea.
- En cuanto la URSS dejó de ser percibida como amenaza, Europa se
lanzó a la guerra. Doce días después del ingreso de Polonia, Hungría y
Chequia en la OTAN, comenzó la campaña de Kosovo para acabar con Serbia
como estado regional anómalo para la nueva disciplina continental. El
belicismo y la manipulación mediática adquirieron en Europa niveles que
se creían exclusivos de Estados Unidos. Por primera vez desde Hitler,
tropas alemanas participaron, en los Balcanes, en un conflicto, y nada
menos que en nombre de la prevención de nuevos Auschwitz y “genocidios”.
-En Irak la divergencia franco-alemana con Bush no impidió una
colaboración en toda regla a nivel de logística, servicios secretos,
torturas y centros secretos de detención de la “guerra contra el
terror” que impide considerar como exclusivamente americanos asuntos
como el de Guantánamo: los vuelos de la CIA atravesaron Europa desde
Polonia hasta Rota, las cárceles secretas, las torturas y los secuestros
implicaron complicidades de todo el mundo. Francia cedió su espacio
aéreo para la campaña iraquí, los servicios secretos alemanes
identificaron sobre el terreno en Bagdad los objetivos de los misiles
del Pentágono y las bases alemanas fueron el principal nudo logístico de
la guerra.
-En Palestina, la UE ha sido incapaz de trabajar para la creación de
un Estado Palestino, sin duda la medida más eficaz contra el radicalismo
islámico en todo el mundo y un imperativo moral incontestable. Por el
contrario, ha ido incrementando unas relaciones privilegiadas con Israel
y ha incrementado su complicidad con esa comedia que llaman “proceso de
paz” en Oriente Medio, basada en el apoyo al país ocupante y agresor.
- En Afganistán, la misma Europa que durante la guerra fría protestó y
se negó a participar en Vietnam, se ha volcado con decenas de miles de
soldados europeos metidos allá once años en esta guerra infame de
treinta que no registra protestas. Aún más: los despliegues en el cuerno
de África, la intervención militar en Libia y ahora en Mali, demuestran
que el intervencionismo militar europeo no es una excepción puntual
sino una tendencia consolidada.
-En Oriente Medio vivimos ahora las sanciones y amenazas contra Irán.
Un intervencionismo creciente en la guerra civil de Siria que
contribuye claramente a hacerla más sangrienta, que usa a fondo la
habitual manipulación mediática y que da por completo la espalda a toda
acción diplomática. El horizonte estratégico de este intervencionismo va
más allá de Siria: complicar la vida a su aliado, Irán –objeto de
sanciones por la sospecha de una ambición nuclear que, convertida en
hecho conocido en el caso israelí se tolera sin problemas- y de paso
complicar también el aprovisionamiento energético de China.
-Y todo esto está perfectamente interiorizado en el discurso europeo
de la política exterior y de seguridad. En Alemania imponer el “acceso” (Zugriff) a los recursos energéticos globales es lo que da sentido a las misiones internacionales del Bundeswehr, afirma el discurso oficial. Hoy día no hay experto y analista de cualquier “centro de estudios estratégicos” del estáblishment,
de Bruselas, Berlín o Londres, que no mencione el tema como algo
rutinario, dando por supuesto que el militarismo es la respuesta a los
retos del siglo. Lo llaman “nuevos desafíos” y la doctrina de la OTAN
los quiere contrarrestar con acciones militares “preventivas” y
“proactivas”, es decir agresiones, en todo el mundo.
Es decir, y concluyendo esta lista: en su relación con EE.UU, la
Unión Europea desempeña en el mundo el papel que un primer ministro
australiano definió para su país en Asia: el del “ayudante del Sheriff”.
Siendo
imperialista y practicando un manifiesto vasallaje hacia Estados
Unidos, la actual Europa no puede ser un polo de poder independiente y
autónomo en el mundo multipolar y muchos menos un polo benévolo por
otras razones.
En primer lugar, como ha apuntado Samir Amin, porque Europa no puede
ser unos Estados Unidos de Europa. Por un lado carece de recursos
naturales comparables a los de grandes países como Estados Unidos o
Rusia. Por el otro, a causa de su manifiesta falta de unidad interna,
porque en Europa están presentes las tensiones y conflictos de intereses
centro-periferia propios del desarrollo desigual. Europa contiene
zonas y países que son Norte -Alemania y compañía- otros que son Sur
-España, Italia, Portugal- y otros que son patio trasero y tercera
categoría: la Europa oriental y balcánica con Grecia incluida. (1)
En segundo lugar Europa no puede ser ni siquiera una federación unitaria porque no existe un “pueblo europeo”. La identidad europea
no existe ni se la espera. Haciendo un gran esfuerzo, españoles,
italianos, griegos y franceses, pueden alcanzar cierta afinidad
identitaria apelando a aspectos de su común tradición (ibérica,
católica, la herencia latina-románica, o al mediterráneo). A partir de
ahí, y como dicen los chinos, “con la perspectiva de varias
generaciones”, quizá pudieran embarcarse en algo juntos hasta el punto
de borrar sus diferencias. Es una cuestión de imaginación. Pero imaginar
eso mismo conjuntamente con los finlandeses, los alemanes, los húngaros
o los británicos, es decir metiendo juntos a mediterráneos, vikingos y
hunos, es superar los límites de la fantasía más atrevida.
Y en tercer lugar, la Unión Europea no puede funcionar como proyecto
que valga la pena por el motivo que todos percibimos: porque su
burocracia ha tenido la osadía de pretender que un billete de banco,
asistido por un sistema sanguíneo-circulatorio compuesto por intereses
empresariales multinacionales generalmente dominados por países del
Norte europeo, podía ser el corazón de esa identidad de fantasía.
El resultado de esa osadía ha sido una especie de monstruo del
Profesor Frankestein que ha acelerado la gran desposesión de soberanía
que toda Europa siente hoy. Si la democracia en las naciones europeas,
en el sentido genuino de “poder del pueblo”, ya era caricatura -en unas
naciones más que en otras-, ahora resulta que nuestros imperfectos
parlamentos ni siquiera tienen soberanía para decidir sobre
presupuestos, o que las sacrosantas constituciones deben reformarse en
veinticuatro horas por dictámenes que vienen precocinados desde Bruselas
o Berlín y que son decididos por instituciones, como el BCE o la
Comisión, que ni siquiera son electas.
Casi todas las propuestas que no parten de la propia burocracia de
Bruselas para dar un aspecto humano a este monstruo son alemanas: la
canciller Merkel desde la Alemania institucional y otros con
pretensiones democratizantes e incluso rebeldes proponen lo mismo: más Europa,
más integración europea para superar estos defectos. Habermas y otros
quieren una Europa federal que resuelva internacionalmente esa
devaluación de soberanía y democracia. Quieren convocar una “Asamblea constituyente europea”
de hunos, vikingos y mediterráneos. El diputado verde Daniel
Cohn-Bendit propone una Europa totalmente integrada compuesta por
estados nacionales reducidos a la insignificancia. Es la única manera,
dice, de afrontar el pulso mundial con las potencias emergentes. De lo
contrario, advierte, “la influencia de nuestra civilización de dos milenios corre el riesgo de esfumarse”.
El ex ministro de exteriores, Joshka Fischer, propone dar poderes
dictatoriales a la Unión Europea… Los únicos que insisten en “más
Europa” como fórmula para salir del hoyo son los alemanes. Hay que
recordar que históricamente el discurso europeo de Alemania ha sido
siempre entendido como el de una Europa germánica con los alemanes en el
papel de dominante “Herrenvolk”. Una quimera hoy manifiestamente
imposible.
Así que por todas estas razones (imperialismo, falta de autonomía y
recursos, desigualdad interna, ausencia de un pueblo europeo y de
identidad común, y por ser un androide empresarial) esta Europa es, a la
vez, imposible e inservible para los retos del siglo.
Una vez constatado esto, y recordando aquello que hace importante y
necesario un proyecto europeo común (impedir la pelea secular de sus
miembros), no hay más remedio que plantearse la pregunta del qué hacer.
II) De lo que se trata es de realizar una refundación ciudadana del proyecto europeo.
De puertas afuera, esa refundación debe impedir la pelea europea. El
proyecto europeo no debe tener más ambición mundial que una negación: la
de no contribuir al imperio. Si el proyecto europeo ha de ser
imperialista, no lo queremos.
De puertas adentro el marco de esta refundación no debe ser “más Europa”, sino más soberanía popular-nacional.
Hay
que dejar bien claro que el de la refundación ciudadana no es el único
escenario de la actual crisis. De lo que aquí se habla es de lo que “habría que…”,
no de algo que vaya a ocurrir inexorablemente. Presentimos que en
Europa se está incubando una revuelta social mucho más importante de lo
que hemos visto hasta ahora, pero nos encontramos en plena divisoria y
tenemos datos que pesan tanto en la balanza de lo positivo y
emancipatorio como de lo negativo y regresivo.
Por un lado tenemos el avance, en toda Europa, del chovinismo, la
xenofobia y el desprecio por el débil y el emigrante, la ridiculización
de la solidaridad y el afán de justicia (resumido en ese miserable
concepto neocon que es el buenismo). Una perspectiva de la Europa parda de 1930, podríamos decir.
Por el otro lado tenemos el progreso de la protesta social y
solidaria: Cuarenta sindicatos en 23 países participaron el 14 de
noviembre en una “Jornada de acción y solidaridad” sin precedentes en
Europa. Cotejado con el tamaño y la virulencia de la enorme involución
socio-laboral que sufre el continente aquello fue poco y desigual, muy
poco. Pero eso ya no es Europa 1930, sino una perspectiva 1848.
La “primavera de los pueblos” de 1848 tambaleó el orden de la
restauración absolutista del Congreso de Viena. Un orden absolutista en
quiebra es aquel en el que una pequeña casta que acapara el grueso del
poder la riqueza y los privilegios adopta decisiones que son vistas como
injustas y erradas por la gran mayoría. No se trata del popular 1%
contra el 99%, pero sí de algo muy polarizado como sugiere la creciente
concentración desigual de la riqueza en Europa. Eso es lo que tenemos
ahora.
¿Qué quiere decir una refundación ciudadana? Quiere decir una reconquista de la esfera económica y financiera que la política ha ido cediendo al capital en las últimas décadas. La UE ha sido diseñada como una autopista de la mundialización neoliberal. Pues bien, ahora se trata de combatirla con una desmundialización ciudadana que devuelva todo eso arrebatado a la política en los últimos treinta años, como dice Bernard Cassen.
Evidentemente todo esto plantea la pregunta del cómo.
Para eso es necesario crear un Frente Popular.
Una gran unión, una gran alianza y un gran encuentro entre el mundo
sindical, los subproletarios emigrantes y parados, la generación sin
futuro y deshauciada, la gente mayor estafada tras una vida de trabajo,
los sectores religiosos e intelectuales para los que la actual
involución es intolerable desde el punto de vista de los principios
éticos y morales.
Es fundamental la creación de nuevas fuerzas políticas y de programas. Hacen falta líderes,
personas de todos estos ámbitos que representen y sean portavoces de
esta refundación – de momento por ejemplo en Catalunya no tenemos
líderes obreros ni sindicales dignos de tal nombre, pero curiosamente ha
aparecido una de esas personas en el ámbito más inesperado: una hermana
benedictina….
Esta refundación solo puede ser (en Europa y en el mundo) internacional e internacionalista, pero, a menos que queramos disolvernos en un sueño idealista de hermandad universal, su marco solo puede ser nacional.
Esa reconquista no puede hacerse en Bruselas, con su burocracia mucho
más dominada por el lobbysmo empresarial que la de los estados
nacionales, ni en el irrelevante Parlamento Europeo. El ágora, el punto
de encuentro y la articulación de ese Frente Popular debe lograrse desde
los respectivos marcos nacionales: entre comunidades de gente cercana
unida por su marco geográfico y socio-laboral, su lengua su cultura y su
común identidad integradora. La experiencia de los foros mundiales, tan
interesante pero al mismo tiempo tan etérea e indeterminada, da mucho
que pensar. Como ha dicho hace poco Oskar Lafontaine, “La Europa democrática empieza en casa”. Este marco nacional no es sustituto ni alternativa a lo internacional, sino mas bien su condición primera. (2)
Para acabar, una reflexión sobre la violencia.
III) La
Europa de hoy no es la del XIX, cuando cualquier avance social pagaba
el precio de enormes cantidades de sangre y de violencia. En este
continente mucho más rico, mucho más culto y demográficamente mucho más
envejecido que el del siglo XIX, quien más quien menos tiene algo que
perder. Eso sugiere que la no violencia popular tiene un nuevo sentido y
grandes espacios a su favor.
Al mismo tiempo, la rebelión civíl y pacifica, el movimiento social transformador, no es ninguna broma postmoderna y on-line. Exige lo de siempre: compromiso, voluntad, organización y sacrificio. Y recoge represión y reacción. Es decir: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía absolutista.
La experiencia histórica más reciente nos avisa del enorme potencial de violencia y provocación que tiene el estáblishment.
Los dos principales líderes antibelicistas del 1968 en Estados Unidos,
Martin Luther King y Robert Kennedy, fueron asesinados. También lo fue
el líder estudiantil más notable del 68 alemán, Rudi Dutschke, muerto de
las secuelas de un atentado.
Hay que recordar también que la dictadura no es imposible ni una lejana reliquia histórica.
Hace menos de cuarenta años la Europa del Sur, desde Portugal a Grecia
pasando por España, estaba gobernada por dictaduras. Hace poco más de
veinte toda la Europa del Este estaba gobernada por dictaduras
comunistoides. Es decir: la mayor parte de Europa eran dictaduras hasta
hace muy poco.
Y hay que volver a leer todo lo que expone el Profesor suizo Daniele
Ganser en su libro de 2005 sobre Gladio, la cada vez más documentada
evidencia de la manipulación directa del terrorismo de los años setenta y
ochenta por grupos vinculados a la OTAN -los peores atentados en
Italia, Bélgica y Alemania lo fueron. Volver a escuchar la opinión de
algunos antiguos miembros de grupos alemanes violentos que hoy confiesan
que seguramente su labor estuvo policialmente manipulada desde el
principio. Analizar lo que sabemos de las protestas antiglobalización de
julio de 2001 en Génova. Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos con
los apoyos policiales y empresariales a la extrema derecha griega, o lo
que se ha visto en España con los indignados… (3)
Hay que tener claro que cualquier presión hacia esa necesaria
desmundialización ciudadana chocará, está chocando ya, con las
habituales reacciones, tramas negras, represiones, manipulaciones
mediáticas y juegos sucios. Repito: hay que ser consciente de lo que significa decir no a una oligarquía.
(*) Este texto sigue las notas de una conferencia pronunciada
el 30 de noviembre en el Centre d´estudis Cristianisme i Justicia de
Barcelona.
Notas
(1) Para la exposición de Samir Amin en castellano consultar Europa vista desde el exterior (en www.mientrastanto.org)
(2) El concepto desmundialización lo emplea Bernard Cassen. En L´heure de la démondialisation est venue, Mémoire des Luttes agosto 2011.
(3) El libro de Daniele Ganser, La Operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental, 2005. Sobre el brutal aplastamiento de la protesta contra la cumbre de julio de 2001 en Génova ver El atropello de Génova en este Diario de Berlín.
Rafael Poch
La Vanguardia.com
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