viernes, 30 de diciembre de 2011

Un diagrama de flujo de la crisis del euro

















Los profundos desequilibrios monetarios entre una periferia pobre y un núcleo rico están en los orígenes de la crisis del euro. En el período de la luna de miel, estos desequilibrios pasaron inadvertidos y se licuaron a la economía por la gracia recibida de tener todos los países de la zona euro el mismo rendimiento para su deuda soberana. He cogido estas gráficas de una infografía de BBC Mundo que recomiendo a los lectores.

La primera gráfica muestra el incremento de la deuda pública y privada para Alemania, Francia, Italia y España, desde el año 2000 al año 2010, dato que coincide con el planteado en El aumento de la deuda pública en la eurozona 2000-2010. Las leves diferencias se deben a que BBC toma los datos del Banco internacional de Pagos, mientras los anteriores son de Eurostat. Una vez más, vemos el fuerte incremento de la deuda privada en España, Italia y Francia. Para el caso español, como hemos señalado, la deuda privada representa el 80% del total y es cuatro veces superior a la deuda pública.


Esta gráfica que presenté en el post ¿Qué provocó la crisis del euro?, ofrece una explicación contundente a la movilidad de capitales que tuvo lugar entre norte y sur. Como vemos, tras la instauración del euro y hasta el estallido de Lehman Brothers, hay ocho años en los cuales los rendimientos de los bonos soberanos están completamente alineados, y los bonos de Grecia, Italia o Alemania, son valorados al mismo nivel. No deja de sorprender que en esta valoración se hayan pasado por alto los profundos desequilibrios que arrastraba la eurozona.

Esta tercera gráfica es sobre los déficit comerciales y aporta una imagen más nítida del problema: mientras Alemania se dedicaba a producir y a exportar, los países del sur se dedicaban a importar y a consumir, aumentando su deuda, que era financiada por los excedentes de Alemania. Los desequilibrios entre Alemania y la periferia mantienen la misma tónica que los desequilibrios entre China y Estados Unidos: mientras China se ha dedicado a producir y exportar; Estados Unidos se ha dedicado a importar y consumir; mientras un país acumula el otro desacumula y se endeuda.

Alemania fue el país mayormente superavitario, con un promedio del 6% desde el año 2004. Esto demuestra que Alemania se convirtió en una máquina de exportaciones, vendiendo al resto del mundo y, sobretodo, a los países de la periferia europea. Con estas ventas, Alemania ayudó a financiar las compras de España, Italia e incluso Francia, ganando mucho dinero en sus operaciones. Este dinero era nuevamente prestado a la perifieria para continuar su cadena de endeudamiento. Obsérvese el fuerte incremento del déficit comercial español en el período 2003-2007, cuando sufre un aumento del 4% al 10% en solo cuatro años (datos de Eurostat).


Pero eso no es todo. La ilusión de riqueza generada por el dinero barato que fluía del núcleo rico a la periferia pobre, fraguó un paso aún más audaz: en estos años de bonanza y de desequilibrios latentes que nadie supo ver, los salarios subieron y subieron en los países de la periferia (como muestra esta gráfica con datos de la OCDE), mientras en Alemania los salarios permanecieron estancados durante toda una década. Esta tesitura facilitó la competitividad de los productos germanos, pero echó por tierra la competitividad de los otros países. Con los salarios estancados, Alemania no vivió la cultura del derroche periférico, ni tampoco vivió la burbuja inmobiliaria que más tarde causaría profundos estragos en los países del sur. Pero alteró dramáticamente los desequilibrios latentes, donde los países más expuestos aumentaron peligrosamente su nivel de deuda hasta que la quiebra de Lehman cortó los flujos y secó al sistema.

No se puede concluir que hubo un fuerte disciplinamiento germano y una eufórica e indisciplinada actitud en los países de la periferia. Si bien es cierto que Alemania tenía que cubrir los costos de la unificación y tuvo eso en mente tras el nacimiento de la moneda única, fue desmedida su opción de fijar los salarios y hacerlos inamovibles. Con esto quitó la opción de haber convertido a Alemania en un país de alta demanda, que no solo vendiera a sus vecinos sino que también le comprara a sus vecinos. Esto habría reducido los desequilibrios y habría limado las asperezas de la balanza de pagos en los otros países.

Otro aspecto destacable es que el BCE no fue capaz de ver a tiempo ninguno de estos desequilibrios latentes: ni los desequilibrios comerciales, ni los desequilibrios salariales, ni los niveles de endeudamiento. Preocupado solamente de la inflación, y mirando de reojo los déficit fiscales y el endeudamiento público, subestimó la importancia del endeudamiento privado por la convicción de que “es siempre el sector público el que hace mal las cosas”, dado que el sector privado siempre maximiza, optimiza, rentabiliza. La actual crisis es una muestra latente de que el sector privado no siempre hace bien sus tareas.

Marco Antonio Moreno  

El blog salmón
http://www.elblogsalmon.com/economia/un-diagrama-de-flujo-de-la-crisis-del-euro

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Cuatro errores que impiden salir de la crisis

La realidad muestra que las políticas que las autoridades europeas vienen aplicando para salir de la crisis están equivocadas. En lugar de  mejorar la situación han provocado el inicio de una nueva recesión y que los países en donde se han adoptado con más disciplina sean precisamente los que ahora se encuentran en peor situación y con un horizonte más pesimista a corto, medio e incluso largo plazo.

En otros artículos me he referido a los errores de concepción general que llevan a ir por el camino inadecuado y que principalmente se deben a que no se abordan las auténticas causas de la crisis en mi opinión por culpa de la ceguera ideológica y de la servidumbre de los líderes europeos ante los grandes poderes que la han provocado

.Ahora quisiera referirme a cuatro aspectos concretos que están recibiendo un tratamiento inadecuado también como efecto del sesgo ideológico que domina la política europea y del privilegio con que se sigue tratando a la banca y a las grandes empresas que la dominan.  

1. ¿Cómo resolver problemas coyunturales de liquidez? 
Como es sabido, la crisis ha producido, entre otros problemas a los que ahora no me voy a referir, un problema de liquidez en algunos países (casi en todos pero típicamente, por ejemplo, en Italia  o España) que son solventes, es decir, que en condiciones normales podrían resolverlo sin demasiada dificultad en periodos de tiempo relativamente cómodos.

El error neoliberal de las autoridades europeas consiste en renunciar a la utilización de un banco central como prestamista en última instancia, es decir, como financiador en condiciones favorables para que esos países puedan hacer frente al problema coyuntural que padecen o puedan padecer en otras ocasiones.

En lugar de permitirlo, en su día se estableció que el Banco Central Europeo no podría cumplir esa función. La razón que se daba y que se sigue dando es que esas crisis coyunturales de liquidez podrían solucionarse por sí solas si los países afectados aplican inmediatamente las políticas "adecuadas" que son las que pueden atraer a los capitales suficientes para satisfacer las necesidades de financiación: reducción de gastos públicos, mejora de la competitividad bajando salarios, liberalización y privatización de las actividades económicas y dando las mayores facilidades posibles a la inversión.

Lo cierto es, sin embargo, que lo único que se consigue de esta forma (como en esta coyuntura concreta se puede comprobar) es, por un lado, privilegiar a la banca (que se hace así con el muy rentable negocio de financiar a los estados, y ahora, además, ni siquiera con sus propios recursos sino con los que les da el Banco Central Europeo); por otro, encarecer extraordinariamente la financiación pues la que se consigue a través de "los mercados" es mucho más cara que la que proporciona un banco central; y, por últmo, provocar un deterioro generalizado de la situación económica porque a la crisis de liquidez se le suma una de demanda como consecuencia de la reducción generalizada de los ingresos y el gasto. En definitiva, lo que resulta es que una situación más o menos pasajera de falta de  liquidez se convierta en una permanente de deuda (que es lo que beneficia a la banca dado que su negocio no es otro que aumentar la deuda) y de insolvencia al venirse abajo la actividad y la capacidad de generación de ingresos.

2.¿Qué hacer ante las necesidades de financiacón a largo plazo?
Además de tener dificultades de liquidez a corto plazo, la mayoría de las economías europeas (sobre todo las que se encuentran ante problemas de graves asimetrías, como comentaré en el siguiente punto) se encuentran en estos momentos en una auténtica crisis de financiación a largo plazo y la respuesta de las autoridades europeas vuelve a ser prácticamente la misma que en el caso anterior: bastará con aplicar reglas muy estrictas de estabilidad (la llamada "regla de oro" que impida los deficits) y de austeridad para lograr que los mercados financien en el nivel necesario a las economías deficitarias y para que éstas no vuelvan a sufrir el mismo tipo de crisis financieras.

La solución es igualmente inadecuada por dos razones. La primera es la misma que en el caso anterior. Si a una economía se le reduce la capacidadad de generar ingresos y la demanda, lo que inevitablemente se provoca es un empeoramento de su situación a medio y largo plazo, una mayor dependencia respecto a los capitales externos (lo que la hace más proclive a sufrir crisis de liquidez y de solvencia) y una pauperización progresiva. Por muy cómoda que sea esa situación para la banca y las grandes empresas de dimensión global o que disfrutan de mercados cautivos en esos países, lo seguro es que con esas políticas el país en su conjunto se endeudará más y no menos a largo plazo.

Pero, además de eso, una política de este tipo no es eficaz nunca cuando se produce en un medio ambiente como el de la unión monetaria europea. Como las necesidades de financiación siempre serán diversas, si cada país hace frente a ellas de modo individual se producirá un claro incentivo a la especulación, además de un incremento constante del coste de la deuda y en la asimetría y la desigualdad.

Es por eso que la negativa de las autoridades europeas a generar un sistema ordenado de emisión de eurobonos o de cualquier otro tipo tipo de emisión colegiada de la deuda es tremendamente oneroso y está produciendo un agravamiento del problema de la deuda en lugar de solucionarlo (aunque, eso sí, de nuevo concediendo una gran privilegio y beneficios extraordinarios a la banca).

3. ¿Cómo actuar ante los desequilibrios estructurales?
Otro problema al que se le está dando una solución equivocada, porque igualmente está siendo mal entendido, es el de la asimetría estructural que se viene dando entre diferentes países de la eurozona. Mientras que unos, con Alemania a la cabeza, presenta superávits prácticamente permanentes, otros, como España y los de la periferia europea, tienen déficits constantes en sus cuentas exteriores, lo que obliga lógicamente a que se produzcan flujos de capital de diferente signo en una y otra zona.

La opinión dominante, principalmente generada en Alemania, es que eso se debe a que los países de la periferia son menos productivos y competitivos, sus gobiernos más despilfarradores y, en suma, a que vienen aplicando políticas económicas inadecuadas porque sus ciudadanos viven "por encima de sus posibilidades".
Según la opinión dominante esta asimetría se solucionaría, entonces, aplicando el mismo credo que en los casos anteriores: políticas "buenas" de austeridad, de privatizaciones de servicios públicos y de contención de gasto público, para evitar el endeudamiento, y de salarios, para ser más competitivos. La misma política que lo mismo sirve para un roto que para un descosido pero que, ante este problema, es tan equivocada y perversa como en los anteriores.

Es errónea porque soslaya que lo que produce esta asimetría es la desigual división del trabajo y la actividad productiva que los grandes grupos empresariales han impuesto en Europa y que conlleva una desertización progresiva de los espacios periféricos.

No está causada porque en los países deficitarios se gaste en exceso sino porque los grandes grupos de poder europeos han impuesto una estrategia de concentración del valor en determinadas zonas mientras que otras han sido desindustrializadas, literalmente colonizadas (como demuestra la masiva compra de los activos de las empresas españolas por el capital extranjero tras la entrada en el euro) y su papel prácticamente reducido al suministro de productos o servicios de bajo valor añadido. Y, además, porque los superávit generados en los países excedentarios de capital (sobre todo en Alemania) no se han aplicado en sus respectivos mercados internos mejorando las condiciones de vida de sus trabajadores sino que han sido utilizados por los grandes grupos financieros para aumentar la deuda en las periferias imponiendo allí el modelo productivo que mejor la genera: el de bajos salarios, escasos ingresos endógenos y empresas y capitales dependientes.

La realidad muestra claramente que con estas políticas no se puede resolver esta asimetría. Es imposible porque son las que, por el contrario, coadyuvan a que se produzcan. Lo que se necesita hacer es todo lo contrario: hay que federar las políticas económicas, crear instituciones de financiación, coordinación y control auténticamente paneuropeas y poner en marcha un proyecto de reindustrialización que centre en Europa y en sus territorios los vectores de los que depende la creación de riqueza y bienestar. Dicho en términos más gráficos, la única manera de acabar con las asimetrías que están matando a Europa es desglobalizar nuestra economía, es decir, situar las necesidades de los pueblos europeos como eje de coordenadas de la actividad, de la producción y el consumo y no supeditar la satisfacción de sus necesidades a capitales cuyo norte está siendo la rentabilidad mediante la especulación o el racionamiento productivo para controlar los mercados a escala global.  

4. ¿Qué función debe desempeñar el Banco Central Europeo?
 Finalmente, todo lo anterior se traduce en otro error de gran tascendencia que impide que con las políticas neoliberales que se vienen aplicando se pueda dar solución a los problemas de las economías europeas.

Puesto que se impone el criterio de que la crisis y todos sus males se resuelven simplemente cuidando de que en cada país se lleven a cabo las políticas que acabo de comentar, la función formal del BCE debe limitarse a la ya prevista: cuidar de la estabilidad de precios que justifica su llamamiento permanente a bajar salarios y actuar como prestamista de última instancia pero solo de la banca privada, no de los estados.

Así no solo se impide que resuelva de forma más económica y eficiente la crisis de liquidez de las economías nacionales, como acabo de comentar, sino que se renuncia a utilizarlo como un instrumento real de gobierno, control y supervisión del sistema financiero. Lo que no es ni mucho menos casual sino quesupone un privilegio más para los bancos: estos actúan realmente a escala europea pero son supervisados por autoridades nacionales, de modo que así tienen muchas más facilidades y libertad para actuar en cada ocasión como mejor les convenga.

El resultado de todo ello es evidente: a pesar de la multimillonaria y prácticamente gratuita financiación que recibe la banca privada del BCE (casi medio billón de euros en la pasada semana) no se ha conseguido que fluya el crédito a las empresas que lo necesitan sino solo sanear su balance y mejorar constantemente sus beneficios.

¿Y todo esto por qué?
Podría parecer sorprendente que las autoridades europeas se vengan empeñando en aplicar estas medidas, que caigan en los errores que he comentado, a pesar de que la experiencia está demostrando que no sirven para lo que dicen que van a servir sino que, por el contrario, están empeorando la situación.

La respuesta es fácil: no mejoran a la economía en su conjunto, ni los ingresos ni las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. Pero benefician y mucho a las grandes empresas y a los bancos y basta ver las biografías de los presidentes o ministros de economía íntimamente vinculados a la banca que las llevan a cabo cuando están llegando al poder, democráticamente como en nuestro reciente caso o directamente mediante golpes de estado como en Grecia o Italia.

Juan Torres López
Ganas de escribir

El auténtico objetivo de Draghi en la Eurozona

Imagine por un momento que su banco le ofrece un préstamo de 150.000 dólares para compensar el dinero que usted ha perdido con la disminución del valor de su casa desde que la burbuja inmobiliaria estalló en 2006. Y, digamos que accede a prestarle el dinero por tres años a tasas bajísimas del uno por ciento, a condición de que usted ponga como garantía del préstamo el contenido de su garaje, es decir, bicicletas oxidadas, un aro de baloncesto doblado, una antigua casa de muñecas y algunas maletas y bolsas de viaje infestadas de roedores. 

¿Le parecería un buen negocio?
Pues el miércoles pasado, el Banco Central Europeo (BCE) hizo esta misma oferta a más de un centenar de bancos europeos que estaban con el agua al cuello: les adjudicó 640.000 millones de dólares (489.000 millones de euros) en préstamos de tres años a un tipo miserable de interés a cambio de unas garantías totalmente dudosas de valores para los que actualmente no hay mercado. Ahora bien, ya sabe usted, querido lector, que cuando usted trata de vender algo en SegundaMano y hay poco interés, tendrá que bajar el precio con el fin de atraer a un comprador. Así es como funciona la dinámica de la oferta y la demanda dinámica en un mercado libre, ¿verdad? 

Au contraire. De hecho, esta regla nunca se aplica a los banqueros. Cuando los activos basura del balance general de un banco comienzan a perder valor, los bancos sólo tienen que llamar a su hermano mayor, el BCE, o la Reserva Federal de Estados Unidos, y pedirles un rescate. Bueno, no lo llaman rescate, lo llaman “swap de liquidez sobre garantías temporalmente deterioradas”. Pero la verdad es que la basura que los bancos han acumulado, particularmente los bonos soberanos de Italia, España, Grecia, etc. no está simplemente deterioradas. Estos bonos no recuperarán nunca su valor original, porque los préstamos se hicieron en la cima de la burbuja. Por lo tanto, hay tantas posibilidades de que los bonos griegos se recuperen en tres años como de que usted recupere el valor de ese chalet adosado hortera por el que pagó medio millón de euros en 2005. 

Eso no va a suceder.
Por lo tanto, los 640.000 millones que el BCE apoquinó el martes son básicamente un enorme regalo a los banqueros que probablemente nunca se reembolsará. Y si tiene alguna duda sobre esto, eche un vistazo al balance general de la Reserva Federal, que se ha disparado a casi tres billones, con be, de dólares. Se dará cuenta de que la suma de 1,45 billones de dólares en valores respaldados por hipotecas (VRH) que Bernanke compró a los bancos hace dos años no ha disminuido en absoluto, sobre todo porque nadie en su sano juicio va a comprar esa porquería. Y, si la Reserva Federal tuviera que poner su alijo de VRH en subasta, la venta haría bajar aún más los activos en la hoja de balance de los bancos, provocando una nueva crisis financiera. (De hecho, esto fue lo que realmente sucedió hace un año cuando el gobierno experimentó con bonos del fondo de AIG. No sólo fracasó la subasta, sino que hizo caer en picado los mercados de valores.) Por lo tanto, del mismo modo que la Reserva Federal eventualmente tendrá que rendir cuentas de las pérdidas de su paquete de VRH, también los bancos de la Unión Europea tendrán que amortizar las pérdidas de sus bonos soberanos. Lo cual empujará a muchos de los bancos a la quiebra, para a su vez dar lugar a una nueva ronda de préstamos. Cuando las instituciones financieras son insolventes, su única opción es ampliar y fingir. Y es evidente que el BCE considera que su trabajo consiste en contribuir a esta farsa. 

Se trata de un patrón familiar en los bancos centrales. Crean dinero fácil y un entorno normativo permisivo donde surgen las burbujas; luego proporcionan una ‘ilimitada’ liquidez para que sus amigos no pierdan dinero por el valor inflado de sus activos. De eso se trata el despilfarro de 640.000 millones de dólares del martes, de apuntalar los bonos tóxicos que apenas valen una mera fracción de su valor original. 

Hasta ahora, sin embargo, la operación de refinanciación a largo plazo de Draghi ha sido un fracaso espectacular. A la vez que las tasas de préstamos interbancarios caían sólo ligeramente (el euribor a tres meses pasó de 1,404 a 1,410 por ciento), los bancos no han utilizado los préstamos para comprar más bonos soberanos (lo que empujaría a la baja los agobiados bonos) o aumentar sus préstamos. Por el contrario, ha aparcado una buena parte del dinero en depósitos a la vista en el BCE. He aquí la primicia del The Wall Street Journal:
“El uso de la facilidad de depósitos a la vista del Banco Central Europeo alcanzó un nuevo máximo anual el jueves, lo que sugiere que las recientes medidas adoptadas por los bancos centrales y los responsables políticos siguen siendo insuficientes para restaurar la confianza en los mercados de préstamos interbancarios.
Los bancos depositaron 346.990 millones de euros (453.380 millones de dólares) en la facilidad de depósitos a la vista, frente a 264.970 millones de euros el día anterior y a un récord anual anterior de 346.360 millones a principios de este mes.
El alto nivel de depósitos refleja también la desconfianza actual en los mercados de préstamos interbancarios, donde los bancos prefieren usar las instalaciones del BCE como refugio seguro para el exceso de fondos en lugar de prestar a otros bancos.
El alto nivel de depósitos también sugiere que los mercados no están completamente convencidos de que las asignaciones masivas de préstamos a largo plazo del BCE sean suficientes para fortalecer el bloqueo monetario del sector bancario. El banco central ofreció casi medio billón de euros en préstamos a largo plazo a los bancos de la Eurozona el miércoles, con la esperanza de aliviar los temores de una nueva crisis crediticia en un momento en que los bancos pasan apuros para obtener préstamos de los mercados”. (“ECB Overnight Deposits Reach New 2011 High”, The Wall Street Journal)
¿Pueden creerlo? Así que, mientras que la mayor parte de los préstamos se utilizaron para refinanciar la deuda existente, una suma de 453.380 millones quedó de nuevo en custodia en las bóvedas del Banco Central Europeo. En otras palabras, ahora los bancos desconfían tanto unos de otros como antes de poner en marcha la facilidad de préstamo. Y lo mismo puede decirse de los rendimientos de la deuda española y la italiana, que Draghi pensó que caería después de bombear medio billón de euros en el sistema bancario. He aquí la historia de Reuters:
“El rendimiento de los bonos españoles e italianos se arrastró al alza el jueves y tuvieron un menor rendimiento que la deuda alemana ya que los mercados vieron con escepticismo que los bancos fueran a utilizar los fondos prestados por el BCE para comprar bonos gubernamentales de menor calificación.
El miércoles, los bancos tomaron prestada la enorme suma de 489.000 millones de euros del BCE en una oferta de préstamo sin precedentes, lo que algunos esperaban que sirviera para reinvertir en la deuda española e italiana y ayudar a aliviar los costos de los préstamos.
Sin embargo, los que esperaban un impulso inmediato de Italia y España quedaron probablemente decepcionados. Los operadores dijeron que la preferencia era reinvertir parte de los fondos en papel de refugio seguro en lugar de recoger los rendimientos mayores que estaban en oferta por parte de algunos de los Estados más problemáticos de Europa.
“Lo que pasó ayer no es la panacea de la crisis... pero es demasiado pronto todavía para poder observar el impacto”, dijo Niels From, estratega de Nordea, en Copenhague,” (“EURO GOVT-Spain, Italy yields rise; hope of BCE relief wanes”, Reuters).
Increíblemente, el bono de tasa variable italiano de referencia a diez años superó la marca de siete por ciento de nuevo el viernes por la mañana, indicando nuevas tensiones en el mercado de bonos. Así pues, mientras que el programa de Draghi puede haber insuflado nueva vida a una banca tambaleante, ha fracasado miserablemente en todos sus objetivos principales. 

¿Por qué ha manejado Draghi la crisis como lo ha hecho? ¿Por qué se quedó pasmado tanto tiempo mientras los préstamos interbancarios se desaceleraban, los depósitos a un día alcanzaban nuevos récords, los rendimientos de los bonos soberanos se disparaban y todos los indicadores de tensión en el mercado empeoraban tanto? 

La respuesta obvia a esta pregunta es que Draghi ha estado utilizando la crisis para seguir su propio programa. Quiere impulsar su llamado “pacto fiscal” que consagra por ley la disciplina presupuestaria y las medidas de austeridad contrarias a los trabajadores a fin de que los presupuestos nacionales sean controlados por las élites financieras (es decir, los “tecnócratas” designados por el BCE.) Naturalmente, los países no van a entregar ese tipo de autoridad sin oponer resistencia, por lo que Draghi está dejando que la crisis se escape de la mano para tener menos resistencia. Así es como el economista Dean Baker lo resume:
“La gente que nos trajo la crisis de la Eurozona está trabajando sin descanso para redefinirla a fin de beneficiarse políticamente. Sus editoriales –que pasan por noticias en los medios de comunicación de todas partes– afirman que la crisis del euro es una historia de gobiernos despilfarradores que está siendo frenada por el mercado de bonos. Esto es lo que se conoce en economía como una mentira.
La crisis de la eurozona, definitivamente, no es una historia de países con el gasto fuera de control que estén recibiendo su merecido en el mercado de bonos... Es una historia de países víctimas de la mala gestión del BCE... La opinión pública debe reconocer este proceso como lo que es: guerra de clases. Los ricos están utilizando su control del BCE para desmantelar las protecciones del Estado de bienestar que disfrutan de un enorme apoyo popular”.
El verdadero objetivo de Draghi es implementar las reformas laborales y los “ajustes” que exigen las altas finanzas. Hasta ahora ha logrado deponer a dos líderes elegidos democráticamente en Grecia e Italia y reemplazarlos por títeres amigos de los bancos dispuestos a llevar a cabo sus dictados. Ahora, Draghi se ha metido ya en asuntos de más envergadura, como recortar la protección social, aplastar a los sindicatos y reducir la Eurozona a una pobreza tercermundista.

Mike Whitney
Counterpunch
Traducido del inglés para Rebelión por S. Seguí

lunes, 26 de diciembre de 2011

El callejón sin salida de la deuda pública

La UE ratificará los acuerdos en marzo. Todos los Estados salvo Reino Unido incluirán la “regla de oro” del déficit en sus constituciones. El Banco Central Europeo seguirá sin emitir eurobonos. La Comisión Europea podrá influir en la preparación de los presupuestos nacionales. Cortafuegos para el euro: 700.000 millones a partir de 2012 para evitar el colapso monetario.

La llamada “crisis de la deuda” sigue escribiendo capítulos. La última cumbre europea celebrada el 9 de diciembre no parece haber cubierto las expectativas que los medios de comunicación crearon. Merkel no cede y no habrá, de momento, eurobonos, un mecanismo que consiste en la emisión conjunta de deuda que serviría para frenar las dinámicas especulativas de los mercados.

Los 27 Estados de la UE estaban llamados a “refundar Europa” en Bruselas, después de unas semanas en las que los rumores acerca del futuro del euro y la misma UE circulaban por todo tipo de foros.
“Esta cumbre no aporta nada nuevo, es la escenificación teatral del Pacto del Euro Plus”, señala Jorge Fonseca

La declaración, que incluye la reforma de las constituciones europeas para establecer un techo al gasto – ya aprobada por el Gobierno español, no es tan minuciosa con los detalles de estabilización a la hora de determinar en qué consiste un “acuerdo internacional que será firmado como muy tarde en marzo”.

“Las soluciones son inadecuadas y vamos a peor” apunta Sol Sánchez, miembro de ATTAC, “hasta que no se tome una decisión conjunta de actuación, las iniciativas parciales agravan el problema”. La cumbre tampoco ha modificado sustancialmente el papel del Banco Central Europeo. Su presidente, Mario Draghi, anunció en las horas previas a la misma una bajada de los tipos de interés, lo que significa que la autoridad que emite la divisa de la UE prestará el dinero más barato, al 1% de interés. De esta medida se benefician los llamados “inversores institucionales”.

Bancos y aseguradoras que invertirán este dinero barato en comprar deuda pública, que está alcanzando tipos de interés del 8, el 10 o el 12% o, en el caso de Grecia, de hasta el 15%.

La posibilidad de que el Banco Central preste dinero a los Estados sin la intermediación de los mercados no se plantea: “La propia arquitectura financiera de la unión permite, e incluso facilita, este tipo de movimientos especulativos contra la posición de algunos países concretos”, relata el libro del Observatorio Metropolitano Crisis y revolución en Europa.
La posibilidad de que el BCE preste dinero a los Estados sin la intermediación de los mercados no se plantea

De hecho, el BCE ha rechazado aportar 200.000 millones de euros al FMI para que éste los haga llegar a los Estados, y finalmente serán éstos los que aporten fondos para que este organismo pueda rescatarles en un futuro.

Como señalaba el periodista Iñigo Saenz de Ugarte en Twitter, se trata de una lógica un tanto retorcida.

Control del déficit

“Esta cumbre no aporta nada nuevo”, señala Jorge Fonseca, catedrático de Economía Aplicada en la Complutense, “es una escenificación teatral del Pacto del Euro plus que se firmó en junio”.

La Declaración de los jefes de Estado y de Gobierno de la zona del euro habla de una “gobernanza reforzada” que fortalecerá los objetivos de control del déficit mediante mecanismos como los implementados en Grecia, Italia, España y Portugal. El nuevo texto establece que el déficit estructural anual de los 26 Estados firmantes no podrá superar el 0,5% del PIB salvo en casos excepcionales, y se establecen límites, asimismo,para las comunidades autónomas y equivalentes.
Antes de la crisis, la deuda pública en el Estado español apenas suponía un 36% del PIB, hoy alcanza el 70%

Las agencias de rating, entidades que se encargan de calificar el riesgo de los títulos de deuda, bajaron la calificación a las comunidades autónomas esa misma semana, cuando se dio a conocer que su deuda ha crecido un 22% en el último trimestre.

De nada sirven los cambios constitucionales en los países más débiles de la zona euro. A pesar de poner en lugar preferente de la política económica el control del déficit y el pago de la deuda, la prima de riesgo tiende al alza, y los intereses a los que se colocan los bonos del Estado, incluso los de Alemania, son cada vez mayores.

Para Fonseca, estas medidas echan “más madera” a la hoguera neoliberal: “Los nuevos recortes provocarán más recesión, que generará más paro y menos capacidad de compra, reducirá la recaudación de impuestos y aumentará el gasto en seguro de desempleo, el déficit y la deuda pública –y la prima de riesgo, que alcanza tasas de usura–, forzando más recortes y alimentando el círculo vicioso”, recalca Fonseca.

El origen de esta tendencia hay que buscarlo en el crash de Lehman Brothers. Las ayudas a la banca, que supuestamente amenazaba con colapsar, supusieron un desembolso por parte de las arcas públicas que en el caso del Estado español ascendió a cien mil millones. El Gobierno, sin embargo, no instauró impuestos para contrarrestar este gasto en su balance, sino que recurrió al endeudamiento.

Recuperando el impuesto sobre el patrimonio (tal como era antes de la supresión) se habrían recaudado 2.100 millones, eliminando la bajada de impuestos para los que ganan más de 120.000 euros al año, hasta 2.500 millones, y anulando la bajada del impuesto de sociedades a las empresas con facturación superior a 150 millones, que sólo son el 0,12%, se habrían recaudado cerca de 5.300 millones. Si a esto sumamos el monto total del fraude que llevan a cabo, según los técnicos de la Agencia Tributaria, las grandes fortunas (44.000 millones) y los 6.000 millones que hay parados en los juzgados pendientes de juicio por delitos fiscales, hablamos de 60.000millones.

El virus de la deuda pública

La deuda pública constituye una de las posibilidades que tiene el Estado de obtener recursos financieros, materializada normalmente mediante emisiones de títulos de obligaciones de pago, que pueden vencer a corto plazo (menos de un año), a medio o a largo. Estas obligaciones que contrae el Estado son compradas principalmente por bancos o fondos de inversión.

En el Estado español, el coste estimado de los intereses sólo para 2011 es de un 2,6% del PIB, según Daniel Gómez-Olivé. Entre finales de agosto y el 7 de diciembre, el rendimiento de la deuda pública a largo plazo con calificación AAA de la zona del euro se incrementó diez puntos básicos, situándose en el 2,8 %, según el Banco de España.

El Estado vende en el mercado primario, pero el precio de esa deuda se establece en el mercado secundario, donde los inversores especulan libremente.

“Cuando se acerca una subasta, los inversores suelen poner en venta grandes cantidades de deuda, calientan el mercado, condicionan el precio que tienen que pagar los Estados, que así pagan más intereses”, señala Sol Sánchez.

Antes del inicio de la crisis, la deuda pública del Estado español apenas suponía el 36% del PIB. Sin embargo, hoy alcanza el 70% del PIB. “El coste del rescate a los bancos está siendo trasladado a la población, con la excusa del endeudamiento”, apunta Sol Sánchez, que explica que “se pagan los intereses de una deuda que ha servido para rescatar a la banca y cuyos objetivos están alejados de los intereses de los ciudadanos”.

Deuda ilegítima e injusta

Hay quien considera que estas ayudas a los bancos puede ser considerada como deuda ilegítima. “Es ilegítima porque no cumple para lo que ha sido concebida”, recalca Sol Sánchez. “Por ejemplo, el fondo para las adquisiciones de los activos financieros, que funciona desde 2008, se supone que compra activos para que la banca pueda proporcionar créditos a las familias, pero los créditos no llegan”. Hay que tener en cuenta que menos de la mitad de la deuda está en manos extranjeras, y que son los bancos e inversores españoles sus principales acreedores.

Los mismos bancos que han exigido al Gobierno que se endeude para convertir su deuda privada en nuestra deuda pública poseen el 55% del total de la misma. Esta conversión se ha realizado a través de mecanismos como la compra de activos tóxicos (en su mayoría procedentes de las operaciones fallidas de la burbuja inmobiliaria), avales, garantías, y ayudas públicas para salvar o reestructurar el sector financiero.

El dinero ha sido destinado a que el sector financiero privado se haya podido deshacer de los activos tóxicos de sus balances, pagar parte de sus deudas y reestructurarse obteniendo grandes beneficios. Las empresas que cotizan en el IBEX35 obtuvieron el año pasado beneficios superiores a 50.000 millones de euros,más de tres veces la cifra de los recortes sociales aplicados ya por el Gobierno.

Tomás Muñoz (Redacción)
Diagonal

sábado, 10 de diciembre de 2011

El fetichismo del euro

Los orígenes de la Unión Europea se remontan, en principio, a los años que siguieron al fin de la II Guerra Mundial. Atrapados en un mundo dividido por la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los países de Europa Occidental se vieron obligados a redefinir las relaciones que guardaban entre sí, así como su lugar en el precario equilibrio de la guerra fría. El resultado fue un proceso gradual de cooperación y, en cierta manera, de articulación. Décadas de negociaciones y desacuerdos dieron luz el Mercado Común, cuyas bases fueron una multitud de acuerdos que facilitaron el comercio de mercancías, el flujo de capitales y la migración de la fuerza de trabajo de los países menos favorecidos a los más industrializados. En los años 60 era común observar comunidades de trabajadores españoles, portugueses y yugoslavos que buscaban mejores opciones en Francia, Alemania y Suecia. Durante los años 70 cayeron las dictaduras que habían gobernado a Portugal, Grecia y España, y los países del Mediterráneo comenzaron su integración paulatina a esa comunidad que había nacido por motivos económicos y, sobre todo, por razones militares. La OTAN fue el acuerdo militar que fijó el imaginario de la existencia de dos bloques en Europa: el Pacto de Varsovia, que incluía a los países de la esfera soviética, y la alianza del Atlántico, que aparentemente encabezaba Estados Unidos. Hoy sabemos que ese imaginario era, en rigor, la simplificación de un mundo mucho más complejo. La guerra fría, axiomatizada por la retórica bipolar de Washington y Moscú, se escenificó no en dos sino en tres formas de sociedades. Por un lado, el capitalismo decimonónico de Estados Unidos; por el otro, el socialismo autoritario de los países del Este. Entre estos extremos surgió una nueva forma de organización social: sociedades regidas por una democracia deliberativa y basadas en la conjunción de una relativa (aunque datable) igualdad de oportunidades y altísimas tasas de productividad. Llamar a esas sociedades simplemente capitalistas es un error craso. En la tradición liberal no existe desde el siglo XVIII hasta la fecha el menor atisbo de lo que acabó siendo el Estado de bienestar, que fue precisamente el principal distintivo del orden europeo en la segunda mitad del siglo XX. Que los liberales quieran montarse hoy a ese carro es otra muestra de su maniqueísmo ideológico.
La caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética trajeron consigo un panorama insólito. Frente a ese desmembramiento, Europa optó por una solución inédita. Una forma económica y política que no sólo nadie había imaginado sino que (en 1989) era todavía impensable: la comunidad. No se trata de una simple suma de Estado(s)-nacion(es). Tampoco de una federación ni de una confederación. No tiene, ni remotamente, la forma de una República, aunque ella prive el espíritu republicano. ¿Qué es –que ha sido– entonces la comunidad europea?

Sin duda una respuesta afortunada y muy original a la vorágine de la globalizción. Pero sobre todo, un orden construido por consenso. A más de una década y media de su fundación ha mostrado que el Estado-nación es probablemente una entidad del pasado, pero también ha revelado muchas de sus debilidades. Acaso la mayor de ellas proviene del moderno fetichisimo de la moneda, del peso tan decisivo que se le dio a un banco (el que produce y regula el euro) como factor central de la integración, incluso de la construcción de una identidad.

El dilema actual del euro no está claro en absoluto. Hay una corriente que encuentra el problema en las políticas del estado de bienestar (y sus cuantisosos gastos sociales). Y hay otra que culpa a una banca y un sistema financieros libres y depredadores, que hoy buscan capitalizar las opciones que ha creado la crisis mundial. En la prensa domina el primer argumento. Es también el que esgrimió hasta ahora de la manera más clara el gobierno inglés de Cameron. Es la lógica que pretende llevar las privatizaciones y la desregulación al centro de la constitución de este nuevo orden político y social. La pregunta es: ¿cuál de todas las Europas mantendrá el espíritu de la comunidad? ¿La de la banca que busca contraer el Estado social a su mínima expresión en aras de una eficiencia que despué de la depresión de 2008 ya es incapaz de demostrar? ¿O la Europa social, que no parece tan dispuesta a aceptar los términos de su posible “norteamericanización?

El acuerdo que ayer adoptaron 17 países para mantener la disiciplina del gasto público no dice mucho al respecto. Porque cada país tendrá que hacerlo a su propia manera. Por lo pronto, el euro sobrevivió, pero al menos quedó ya una conciencia abierta de que una comunidad es mucho más que la identidad que le puede brindar una moneda.

Ilán Semo
La Jornada

viernes, 9 de diciembre de 2011

Nuevo Tratado de Merkel-Sarkozy: hacia un accidente democrático. Comunicado de Attac Francia

COMUNICADO DE ATTAC FRACIA SOBRE EL ACUERDO MERKEL-SARKOZY 

Nicolas Sarkozy y Angela Merkel han anunciado su voluntad de adoptar un nuevo tratado de la UE a principios de marzo, que impondría sanciones “inmediatas” y “automática” a los Estados cuyo déficit supera el 3% del PIB. La regla del 3% ya se encuentra en el Tratado de Maastricht, e incluido en la Estrategia de Lisboa, pero el nuevo tratado se endurece considerablemente.

Este nuevo tratado excluirá  explícitamente nuevas reestructuraciones de deudas públicas, a pesar de que está  comprobado la necesidad de una negociación para el caso  griego. A  su vez no se hará contribuir al sector financiero ni a los bancos, aunque tomaran riesgos innecesarios por sí mismos y, especialmente, para la sociedad.

Este tratado exigirá a todos sus firmantes una intensificación de las políticas de austeridad, cada vez más injustas e ineficaces. Injustas, ya que están cobrando a los ciudadanos una deuda causada por la crisis financiera y dando regalos fiscales para los privilegiados. Ineficaz porque agravará la recesión y por lo tanto la recuperación de los déficits y evitara el relanzamiento de las inversiones ambientales y sociales.

Un tratado de Merkel-Sarkozy, decidido en cuestión de semanas bajo la presión de las agencias de calificación, ratificado por los Parlamentos respectivos y sin consultar al pueblo, sería un accidente democrático real. Lejos de permitir la reconstrucción de una Europa solidaria, que organizará la competencia por la austeridad y, finalmente, el colapso de la zona euro. Exigimos un referéndum en Francia para que el pueblo decida.

Por supuesto, el Tratado de Lisboa ha llevado a la Unión Europea  a un callejón sin salida,   necesitamos un nuevo tratado. Pero no para tranquilizar a los mercados sino  para que Europa salga de sus garras.  Debemos permitir que el BCE preste directamente a los Estados miembros a un precio razonable;  hacer una reforma fiscal profunda mediante la restauración de una fuerte progresividad de los tramos ; iniciar una armonización social y fiscal hacia arriba ; crear un verdadero presupuesto europeo gravando  las transacciones financieras, las ganancias de las corporaciones multinacionales y las emisiones de carbono. Para colocar a Europa en la via de reducir la desigualdad y la transición ecológica.

Un nuevo tratado europeo no puede ser preparado a partir de varios jefes de Estado, sin respetar la voluntad de los pueblos de Europa. Lo que se necesita hoy es un gran proceso democrático europeo de desarrollo de un nuevo tratado, que refleje no  las exigencias de los  mercados sino lo que  las personas quieren construir en solidaridad.

Attac Francia,
París, 06 de diciembre 2011

jueves, 8 de diciembre de 2011

El futuro del Euro - Entrevista a Francisco Álvarez Molina. Attac TV

 
El futuro del Euro I -
Francisco Álvarez Molina
Attac TV


El BCE, el ‘lobby’ de la banca

Para qué sirve un banco central? Una de las actividades que un Banco Central realiza en un país es imprimir dinero para, entre otras cosas, comprar la deuda pública de su Estado y con ello bajar los intereses que tenga que pagar su Estado para poder vender sus bonos públicos. De esta manera, cuando los mercados financieros quieren especular sobre el precio de tales bonos públicos (promoviendo en los medios de información, con ayuda de las agencias de calificación de riesgos como Standard & Poor’s, que los estados no podrán pagar los intereses de tales bonos, forzándoles a pagar unos intereses muy altos para poder vender sus bonos –lo que se llama prima de riesgo–), entonces el banco central hace funcionar sus imprentas y produce moneda con la cual comprar su deuda pública, defendiéndola frente a la especulación. Esto es lo que hace un banco central digno de su nombre. Ni que decir tiene que hay también riesgos en imprimir mucho dinero, porque, cuando hay mucha moneda, puede incrementarse la inflación. Pero la inflación en la eurozona no es un problema. Antes al contrario, es demasiado baja, dificultando el crecimiento económico, que es el mayor problema de esta comunidad monetaria.

El problema con la deuda pública de los países de la eurozona es que sus bancos centrales no pueden imprimir dinero ni tampoco pueden comprar su deuda pública. Los estados están totalmente desprotegidos. De ahí que todos (desde Grecia hasta Alemania) tienen o tendrán problemas con su deuda pública. El único banco central que puede imprimir dinero es el Banco Central Europeo (BCE). Pero el problema con este es que no actúa como un banco central, es decir, no compra los bonos públicos de los estados miembros, ni tampoco presta dinero a los estados. El famoso artículo 123 de su reglamento lo dice muy claro. El BCE no podrá comprar deuda pública de los estados. Estos no pueden hacer nada frente a la especulación de los mercados financieros.

Los que sí pueden pedir prestado dinero al BCE son los bancos privados, y lo pueden conseguir a unos intereses bajísimos, al 1,25%. En cambio, los estados tienen que pedir prestado dinero a los bancos, pagando unos intereses elevadísimos, incluso del 7%, como es el caso de Italia (en España es el 6,5%). Este arreglo es una bonanza para los bancos privados. Consiguen dinero fácilmente del BCE y con ello compran bonos públicos que les producen una rentabilidad del 6% o del 7% de lo que compran. El BCE actúa de esta manera, privilegiando a los bancos privados sobre los estados, transformándole en un lobby de la banca.

Como consecuencia de esta situación, los estados se tienen que endeudar más y más y deben mucho dinero a los bancos privados. Y ahí está la raíz del mal llamado problema de la deuda pública, que es incluso más acentuada en aquellos países como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, que habiendo estado gobernados por las derechas por la mayoría del periodo posterior a la II Guerra Mundial, tienen estados muy pobres (sus ingresos al Estado son muy bajos: España, por ejemplo, sólo representa un 34% del PIB, frente al 44% en el promedio de la UE-15 o el 52% en el caso de Suecia), resultado de unas políticas fiscales muy regresivas y de un enorme fraude fiscal (en España se calcula que alcanza unos 65.000 millones de euros).

La deuda pública de estos estados ha ido creciendo, no porque su gasto público haya ido creciendo (como los autores neoliberales erróneamente indican), sino porque han cambiado de banco. En lugar de conseguir dinero de su propio banco central, ahora tienen que pedir prestado dinero a los bancos privados. En realidad, si pudieran pedir prestado dinero al BCE a unos intereses de 1,25% (como los bancos privados), no habría ningún problema con su deuda pública. (Ver Ellen Brown, The European Central Bank withholds relief while Rome Burns). Y ahí está la raíz del problema. Se ha diseñado un sistema en la eurozona en el que los estados dependen de la banca privada para conseguir dinero. Y esta es una realidad que el lector raramente leerá en la prensa financiera o económica.

Los bancos se forran a costa del endeudamiento de los estados. Un círculo virtuoso para la banca. Pero la situación es incluso peor que la ya descrita, pues el BCE, al romper con el espíritu del famoso artículo 123, comprando deuda pública a estados como España e Italia, ha puesto como condición que los salarios y la protección social disminuyan, acentuando la necesidad de privatizar el Estado del bienestar, tanto sus transferencias públicas como las pensiones, así como los servicios públicos como la sanidad.

Estas condiciones están escritas en una carta, no conocida por el público, que el entonces gobernador del BCE, Jean-Claude Trichet, y el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, escribieron al presidente Zapatero condicionando la compra de bonos públicos del Estado español a la toma de tales medidas por parte del Estado español.

Un tanto semejante ha ocurrido con Italia. ¿Por qué hacen tal petición en su carta? En teoría, esta reducción de los salarios y de la protección social se exige para aumentar la competitividad de la economía española y salir así de la recesión. Este es el argumento neoliberal hoy en boga. Es fácil de demostrar que este argumento carece de credibilidad. Suecia es el país con salarios más elevados y con mayor protección social, y su tasa de crecimiento económico es de un 5,6%, uno de los más elevados de la Unión Europea. La explicación real es que, por una parte, el descenso de los salarios aumenta el endeudamiento de la población (lo cual es bueno para la banca) y, por otra, la privatización de las transferencias y de los servicios del Estado del bienestar son la generalización de la deseada privatización de las pensiones públicas y la privatización de la sanidad, el sueño de la banca y de las compañías aseguradoras. Y lo están consiguiendo.

Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra
Público

lunes, 5 de diciembre de 2011

La Eurozona decide entre el gran salto o el desastre

El chascarrillo es conocido entre los funcionarios de la Unión Europea (UE) o la ONU. "Cuando llegue la tercera guerra mundial y se disparen las armas atómicas, en la Tierra sólo habrán sobrevivido dos especies, las más resistentes: las cucarachas y las instituciones internacionales". 

Un ejemplo de este axioma indiscutible es la permanencia desde 1954 de la Unión Europea Occidental (UEO), una organización de defensa europea contra la Unión Soviética que se mantuvo en funcionamiento hasta junio de este mismo año, para sorpresa incluso de muchos diplomáticos de la UE. Pese a que sus funciones fueron asumidas hace décadas por la OTAN y la UE, sus decenas de funcionarios y su presupuesto millonario sobrevivieron al final del comunismo, al inicio de la globalización y a las recepciones de mandatarios rusos en Bruselas con todo tipo de honores.

Hoy, la zona del euro se enfrenta a su peor crisis desde la llegada de la moneda única, mientras el tándem formado por el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller alemana, Angela Merkel, diseñan una nueva arquitectura para Europa.

01- Fin de un sueño. La crisis versus el euro 

Nadie apuesta ya por un futuro tan estable para el euro. La moneda que en cuatro semanas cumplirá una década en los bolsillos de los europeos prepara la efeméride con un combate a vida o muerte que le enfrenta a la especulación y sus propias flaquezas


La ruptura de la unión monetaria es ya un tema de conversación habitual por las fuertes tensiones entre los países que la componen. En la última cumbre del G-20, en Cannes, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy amenazaron con expulsar a Grecia por el anuncio de un referéndum sobre su programa de rescate. Fue la primera señal inequívoca de que tras 50 años de construcción europea existe la marcha atrás. 

La reunión de países industrializados y emergentes tuvo lugar hace exactamente un mes y desde entonces la eurozona no se ha despegado del azote de la especulación. La deuda pública de Italia y España está todavía sometida a una gran presión por parte de los mercados, que huyen de la nula rentabilidad de Alemania y amenazan con retirar el sobresaliente a la solvencia francesa.

02-Las causas. Interconexiones

En realidad, hasta ahora el euro poco o nada tiene que envidiarle a la longevidad de la extinta UEO. Desde que fue creado, su arquitectura institucional sirvió a la perfección a los fines previstos. "Tengo que decir que estoy muy orgulloso", confesó Jean-Claude Trichet en su última reunión al frente del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE), en octubre. "Respetamos a la perfección lo que los ciudadanos de Europa pidieron de nosotros: garantizar la estabilidad de precios. ¿La hemos garantizado? ¡Sí! Para los 332 millones de habitantes [del euro]", incluidos los alemanes, recordó. 

Sería difícil que su descripción fuese más ajustada a la encomienda. Según reconocen hoy todos los economistas, el euro es un éxito en sus funciones previstas, pero fue desastrosamente diseñado al permitir de facto una interconexión económica entre países (a través de su moneda) y al mismo tiempo que cada país hiciese lo que quisiese con su política presupuestaria y sus deudas. 

"Estoy seguro de que el euro nos obligará a introducir un nuevo conjunto de instrumentos de política económica. Ahora es imposible proponerlo, pero algún día habrá una crisis y se crearán nuevos instrumentos". Son palabras de Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea, en diciembre de 2001.

03- Costes en caso de ruptura. Líderes, hagan su apuesta

La porra sobre la factura del fin del euro está abierta. Según el actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, una escisión del euro sacrificaría el 50% del PIB y en países como Alemania destruiría un millón de puestos de trabajo. "La desaparición del euro tendría consecuencias dramáticas para los franceses", clamó el jueves Sarkozy en un mitin. "Haría que nuestro endeudamiento fuese incontrolable, el hundimiento de la confianza paralizaría todo, los franceses se empobrecerían... y no tenemos el derecho a dejar que se produzca un desastre tal", añadió. 

Según un informe reciente del banco UBS, si un país como Alemania dejase el euro, la factura ascendería a entre "6.000 ó 8.000 euros para todo alemán en el primer año y entre 3.500 y 4.500 el año siguiente, una cifra equivalente a entre el 20 y el 25% del PIB en el primer año. En comparación, el coste de rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal totalmente sería de un poco más de 1.000 euros por persona y de una sola vez".

04-Gol de oro. La cumbre más decisiva

Los líderes de la zona del euro celebrarán esta semana una cascada de reuniones en distintos formatos para tratar de evitar el desastre. Desembocarán en una cumbre de jefes de Gobierno de los 27 socios de la UE, el jueves y el viernes. El objetivo es corregir en unos días los errores de toda una década para así garantizar la siguiente. 

En otras palabras, marcar un gol de oro a la especulación, uno de esos tantos que deciden y terminan el partido. Obviamente, el equipo del euro tirará a puerta desde mucho más atrás, entre otras cosas porque la meta es "imaginarlo todo, reinventarlo todo", en palabras de Sarkozy. Mañana, el presidente francés presentará junto a Merkel las líneas maestras de lo que se conoce habitualmente como "Gobierno económico europeo": una pérdida de soberanía nacional en favor de la unión en materia de política económica que evite una crisis similar en el futuro.

05- Las medidas. El potro de tortura

El viernes, la canciller alemana advirtió de que "no hay soluciones inmediatas ni respuestas rápidas y sencillas" para solucionar la crisis. El pacto anticipará el dolor durante años en aras de una estabilidad final que comenzará a ser cimentada por una flexibilización de los usos del Banco Central Europeo. Según advirtió este miércoles el presidente del BCE, el italiano Mario Draghi, "la secuencia importa", por lo que los líderes europeos deben comprometerse primero con la austeridad a medio plazo para que él pulse después el botón rojo de la intervención en los mercados que evite el desastre inminente. 

Entre las medidas que se barajan están una intervención europea directa en la elaboración de los presupuestos nacionales para evitar gastos excesivos, multas y sanciones automáticas a los que superen sus límites de déficit y deuda, que deberán ser incorporados a las constituciones de los Estados miembros; la congelación de fondos estructurales o hasta la privación del derecho de voto en las instituciones europeas. Todas estas medidas son diseñadas en Berlín, aceptadas a regañadientes en París e impuestas sin contemplaciones a los demás socios. La cadena que hace que este proceso funcione son los instrumentos de solidaridad que demanda París como contrapartida al control exhaustivo de la austeridad. La creación del fondo de rescate actual y del permanente, el debate sobre los eurobonos o sobre el "Tesoro europeo" que el jueves volvió a defender Sarkozy son ideas que parten de Francia, país bisagra entre el eje francoalemán y la solidaridad con los países periféricos, con los que comparte más rasgos económicos.

06- El futuro. Refundar lleva su tiempo

La primera discusión formal sobre estos nuevos mimbres de Europa tendrá lugar el jueves por la noche de la próxima semana en una reunión a 27. En vez de convocar exclusivamente a los 17 socios del euro, la divisa que se pretende salvar, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, presentará un informe junto a la Comisión sobre los posibles cambios en los tratados de la UE. 

España, según aseguró la vicepresidenta económica, Elena Salgado, ya ha presentado su posición al presidente del Consejo Europeo. La convocatoria demuestra la intención de los líderes de la zona del euro de contar a priori con el resto de países, imprescindibles para cualquier cambio en la arquitectura constitucional, que se decide por unanimidad. En su discurso del viernes, la canciller alemana, Angela Merkel, pidió "reglas legalmente vinculantes" en cuanto al gasto público que sean por primera vez supervisadas por el Tribunal de Justicia de la UE. 

Otras iniciativas, como la suspensión de derecho de voto o de fondos estructurales para los países incumplidores, también necesitan de un contexto institucional europeo para sobrevivir y conllevan una laboriosa modificación del Tratado de Lisboa, el texto constitucional que entró en vigor en 2009 tras una década de debates. En ese ecosistema encajaría el papel de árbitro y los técnicos de la Comisión Europea, encargados de hacer informes sobre el cumplimiento de los objetivos.

Sin embargo, el eje francoalemán ha dejado claro que los meses o años de discusiones bizantinas sobre una modificación del Tratado de Lisboa no serán un freno a un proceso de integración que debe comenzar ya. "La crisis ha empujado a los jefes de Estado y de Gobierno a asumir responsabilidades crecientes, ya que al final son únicamente ellos los que tienen la legitimidad democrática para decidir. La integración europea prosperará de forma intergubernamental", advirtió Sarkozy. En otras palabras: Europa podría dotarse todavía de más estructuras, con un rápido pacto entre países del euro que sortee los mecanismos de la UE y sus complejidades. 

De esa manera se creó el fondo de rescate actual, que por imposición de Alemania tiene el estatus jurídico de una empresa radicada en Luxemburgo. La nueva estructura comunitaria podría complicar todavía más el entramado del poder europeo, con múltiples actores e instituciones cada vez con menos peso individual en favor de los Estados.

07- Más Europa. Prosperidad al peso

La Europa del futuro dependerá de las manos que la modelen en los próximos meses. En Europa, son masivamente manos derechas y particularmente una muy poderosa, la de la canciller alemana. La izquierda de la Eurocámara y de una multitud de países advierte contra los secretos ocultos del mantra de moda más repetido en Bruselas: "Más Europa". 

Si bien la necesidad de dotar al euro de cobertura institucional y autonomía política es una constante que no entiende de ideologías, si no se hace de manera adecuada puede llevarse por delante logros sociales clave en el campo del derecho laboral, prestaciones por desempleo o financiación de servicios públicos básicos. Esta semana, manifestaciones masivas en Reino Unido, Bélgica, Grecia o Bulgaria volvieron a recordar que para salir de la crisis sólo hay una condición previa incuestionable: el crecimiento. 

"¡Basta ya!", clamó esta semana Bernardette Sègol, secretaria general de la Confederación Europea de Sindicatos. "El futuro de Europa no puede estar basado en la austeridad, la inseguridad y la regresión social". Según ella, "más Europa" no significa imponer desde Bruselas las decisiones que parecen reclamar los mercados financieros. Es precisamente su mal funcionamiento el que encendió la mecha a la que le queda poca cuerda por arder.

Daniel Basteiro
Público

domingo, 4 de diciembre de 2011

La trampa del euro

Lo peor que puede ocurrirle a una profecía es que se cumpla, y la crisis del euro nos sitúa en esta posición a todos aquellos —más bien pocos y con poca energía— que nos movilizamos contra el Tratado de Maastricht. Basta realizar una búsqueda documental en las revistas críticas como mientras tanto, o en los materiales que en su momento elaboraron las plataformas críticas, para constatar que nos encontramos en uno de los peores escenarios previstos por los analistas críticos. Supongo que, como a muchos otros, a uno le entra la sensación de padecer el síndrome de Casandra: el de la impotencia por no haber convencido a suficiente gente en el pasado y el de la misma impotencia por no poder impedir la catástrofe a la que nos condenan una serie de malas decisiones.

Como dijimos entonces, el problema fundamental del euro era su construcción como una mera unificación monetaria, sustentada en una institución, el Banco Central Europeo, a la que sólo se le encargaba el control de la inflación mientras, en cambio, estaban ausentes tanto una política fiscal común como la creación de un marco estatal colectivo. Dado que los países integrantes de la Unión Europea mantenían entre sí enormes diferencias en cuanto a estructura productiva, dimensión económica y desarrollo del sector público, era previsible que estuvieran sometidos a tensiones económicas de desigual magnitud, que serían en muchos casos insoportables a falta de una política fiscal colectiva. De hecho, el propio proceso de unificación podía acelerar estas tensiones. Por una parte, uno de los argumentos más favorables a la unión (bien reflejado en el documento “Los costes de la no Europa”) era que la integración económica favorecería la eficiencia económica al posibilitar el funcionamiento de plantas productivas más grandes que se beneficiarían de economías de escala mayores. Sin embargo, se pasaba por alto que si la lógica de la integración conducía a esta reestructuración y concentración de plantas productivas, ello podía tener importantes impactos territoriales, puesto que unas naciones o regiones saldrían beneficiadas (aquellas en los que se concentraran esas plantas) y otras perjudicadas. Algunos de los problemas del sur de Europa radican en esta estructura productiva desigual y en la dinámica generada por la integración. Por otra parte, la moneda única tenía muchas posibilidades de apreciarse frente a otras monedas cuyos gobiernos optaran por promover políticas de gasto más generosas o simplemente con manejo político del tipo de cambio. Esto es lo que ha ocurrido con el euro frente al dólar y el yuan, y ha agravado la posición de los países con menor desarrollo, más afectados por la competencia de países con bajos salarios y sin la oportunidad de devaluar su moneda cuando las cosas fueran mal.

La negativa a desarrollar un sistema fiscal único ha privado a la UE de la posibilidad de desarrollar una política comunitaria de apoyo a las áreas más desfavorecidas en caso de crisis y ha favorecido la competencia fiscal a la baja (propiciada incluso por la incapacidad o falta de voluntad de la propia Unión para erradicar los paraísos fiscales interiores, como son los muy destacados casos de Luxemburgo, las diversas colonias británicas y, en parte, Irlanda y Holanda). Las políticas de limitación del déficit impuestas por el Tratado de Maastricht, en parte para evitar la lenidad fiscal de los siempre sospechosos países del sur, lejos de contribuir al desarrollo de una fiscalidad responsable se han traducido en políticas de ajuste que han limitado el desarrollo del sector público de estos países sin tocar las bases del fraude fiscal.

Cuando la crisis ha estallado y el sistema ha sido puesto a prueba, se han vuelto visibles todas las incoherencias del proyecto. La política monetaria, lejos de paliar la crisis, la ha atizado, con alzas de los tipos de interés en 2008 y 2011 que han agravado la posición de los deudores. La negativa primero a financiar la deuda pública de algunos países, y después a financiarse con eurobonos, ha conseguido convertir un simple forúnculo (el déficit griego) en un cáncer que amenaza la supervivencia del conjunto; la imposición de planes de ajuste a corto plazo pone a las poblaciones de muchos países en una situación dramática y genera una nueva recesión que agrava aún más los problemas financieros; la imposibilidad de practicar una devaluación no es sustituida por ninguna política real que permita recomponer la estructura productiva de muchos países, y la aplicación de nuevas reformas laborales va a resultar tan inútil como las anteriores, aunque puede contribuir poderosamente a aumentar las desigualdades y la demolición de derechos. Todo esto lo avisamos bastantes veces, pero haber acertado en el diagnóstico no nos consuela, porque no ha impedido un ápice de sufrimiento social ni está sirviendo para un cambio de modelo.

Más bien, la propuesta de confluencia fiscal anunciada por la Comisión parece un mero mecanismo para imponer nuevos planes de austeridad a los países con problemas y para garantizar su cumplimiento. Los países periféricos del sur de Europa estamos en el proceso de transición desde el estatus de estados miembros al de meros protectorados, tal y como atestiguan los golpes de mano “blandos” que han impuesto en Grecia e Italia.

II
En este contexto, es fácil entender a la gente que piensa que el euro es la causa del problema y que lo mejor sería salir de la eurozona y volver a adoptar una moneda propia. Su argumento fuerte es que ello traería una devaluación monetaria que permitiría aumentar las exportaciones y tirar de la economía. Asimismo, podríamos eludir la brutal política fiscal que Alemania trata de imponer y ganar autonomía financiera.

No apoyé el modelo del euro ni apoyo la actual política europea (toda ella un dislate y un crimen social), pero me temo que no se va a producir una salida controlada del sistema euro y que, más bien, lo que nos cabe esperar es una operación mucho más caótica y provocada desde fuera. Como de lo que se trata es de prever qué puede ocurrir y contribuir al debate, ofrezco algunas reflexiones sobre qué ocurriría en el caso de una salida del sistema monetario actual.

Es cierto que una “nueva peseta” conllevaría una devaluación monetaria que podría mejorar la posición internacional de los productos españoles, pero hay que tener en cuenta algunas circunstancias que, cuando menos, generan escepticismo. Las devaluaciones tienen dos efectos: abaratan las exportaciones y encarecen las importaciones. El balance neto para un país es el resultado de la respuesta relativa de ambos tipos de productos a la variación de precios (la elasticidad-precio del producto). Cuando devalúa un país que produce bienes y servicios de alta demanda potencial, es posible que el resultado sea positivo. Por ejemplo, a Argentina la devaluación le permitió recuperar el turismo perdido y algo de su producción industrial al tiempo que se beneficiaba del tirón de la demanda mundial de alimentos. No obstante, en España puede que las cosas no estén tan claras, sobre todo por dos razones: por una parte, por la elevada dependencia energética, en un momento en que el precio del petróleo ya tira al alza por razones propias y en que la devaluación no haría sino encarecerlo aún más —una dependencia que vale también para otras materias primas básicas para el aparato productivo actual (soja, metales, etc.)—, y, por otra, por la propia reestructuración industrial de las dos últimas décadas, que ha provocado tanto la desaparición de líneas de producción que es imposible reanimar a corto plazo como la especialización de otras. La respuesta de cada sector es bastante incierta, pero mi presunción es que los efectos netos serían menores de lo previsto.

Si en el plano del comercio exterior las cosas no están claras, más negros aún son los nubarrones en otras esferas. Es poco creíble que un sistema público y un nivel de endeudamiento privado que llevan meses en el punto de mira de los tiburones financieros fueran a paliar las presiones sobre la deuda. Más bien, cabe esperar que la incertidumbre financiera se traduzca en pánico financiero, que es la mejor vía para acabar atrapados en el “corralito”, en recortes drásticos del gasto y en un mayor desastre social. La actitud temerosa de las capas medias con ahorros puede contribuir a acentuar esta tendencia al desastre. El euro fue una trampa, pero a menudo, cuando uno ha caído en ella, la vuelta atrás es lo menos factible y deben buscarse respuestas alternativas. Puestos a hacer proyecciones, parece más verosímil que nos acaben expulsando del euro, no que vayamos a tener un Gobierno dispuesto a desandar ordenadamente el camino. Un camino que, en todo caso, sería una aventura de alto riesgo.

III
Sólo somos figurantes del coro de una tragedia que otros han desatado. Pero, a diferencia de las obras griegas en las que el héroe es el que carga con la furia de los dioses o el destino inapelable, aquí todos los males van a caer sobre el coro. Debemos buscar otras respuestas. Unas, fundamentales pero no suficientes, ya las vamos dando cuando protestamos contra los costes del proceso, contra los recortes de todo tipo. Sin protesta no hay salida. Pero necesitamos más propuestas. Y éstas deben cubrir al menos dos posibles eventualidades: que sigamos en el euro o que nos echen de él.

La primera exige desarrollar un nuevo internacionalismo, puesto que no saldremos del marasmo sin un profundo rediseño de la Unión Europea. En nuestras movilizaciones y propuestas debemos incluir demandas de reforma del tratado actual, de creación de una buena política fiscal europea, de conversión del Banco Central en un verdadero prestatario financiero, de eliminación de los paraísos fiscales internos, de una política económica que dé respuestas a las necesidades desiguales de cada territorio… Unas demandas que exigen, además, una necesaria búsqueda de aliados, de movimientos que en otras partes exijan lo mismo y que ayuden a neutralizar lo que en los países del norte ha funcionado como mecanismo legitimador de las políticas actuales: la extendida convicción de que los problemas de la Unión, lejos de ser fruto de una opción económica mala y clasista, lo son de la desidia y la ausencia de rigor de los habitantes de la periferia.
La segunda presupone pensar alguna respuesta si acabamos siendo expulsados del euro y padecemos un verdadero caos económico. Nuestros gobernantes —los que se van, los que vienen y los que siguen— han demostrado con creces su impericia y su impudicia. Por esto hoy es tan urgente que realicemos un ejercicio de reflexión antiutópica que nos permita elaborar propuestas en medio de una situación caótica.

El banco malo y la deuda pública
Una de las posibles contrarreformas que tiene planteado sobre la mesa el nuevo Gobierno de Mariano Rajoy es la creación de un banco malo que absorbiera los créditos inmobiliarios de dudosa recuperación. La banca española lleva tiempo insistiendo en esta propuesta para superar la crisis financiera. Dada la estrecha conexión del PP con los intereses del sector bancario la propuesta tiene bastantes posibilidades de formar parte del paquete de reformas con que nos amenaza la nueva mayoría absoluta.

Desde el punto de vista de la banca esta solución es perfecta. Por una parte el banco malo les permitiría sacar de su balance activos improbables que les obligan a efectuar provisiones que al final reducen su rentabilidad. Este banco sería “vendido” al Estado, La compra se financiaría con títulos de la deuda pública, con lo que los bancos transformarían sus créditos de dudoso cobro por títulos de la deuda pública cuyo pago está garantizado por la misma Constitución española. Además pasarían a aumentar su posición de acreedores del Estado y por tanto verían reforzada su capacidad de “dictar” reformas al sector público.

Negocio redondo.
Dado que la exposiciónde la banca al crédito financiero se situaba en junio en los 176.000 millones de Euros, la creación de este banco financiado con deuda significaría un elevado aumento de la deuda pública y por tanto una reforzada exposición del país a la exigencia de ajustes. Además de un fuerte aumento de la carga financiera sobre el presupuesto público. Oponerse a la creación de un banco malo debe ser la primera batalla por el tema de la deuda. Y una buena oportunidad para denunciar el doble trato aplicado a las deudas del sector financiero y de los particulares que no pueden pagar la hipoteca de su vivienda. A quienes argumentan que no puede aprobarse la dación de pago porque hundiría a la banca se puede objetar la posibilidad de crear algún organismo público que los proteja.

Liquidez a tope
En la última semana de noviembre el Banco Central Europeo y la Reserva Federal han tenido que aplicar una nueva inyección masiva de dinero para cubrir los problemas de liquidez de la banca internacional. Una operación que viene repitiéndose con mucha frecuencia desde la crisis de Lehman Brothers. La justificación pública es siempre la misma,  la de ofrecer fondos para que la banca pueda seguir prestando dinero a empresas y particulares y no se colapse la economía real. Vista la situación que atraviesan empresas y particulares no parece que hasta el momento estas inyecciones hayan cubierto su objetivo.

Es hora de exigir a los responsables de la política monetaria que aclaren cuáles son los circuitos obturados que impiden que funcione su presunto circuito virtuoso, por donde se pierde la inyección de capital. Es posible que una parte se pierda por la retirada de fondos de inversiones nerviosos que tratan de convertir sus posiciones en activos monetarios en otros activos que consideran más seguros (como el oro). Pero es también plausible que gran parte de los desvíos tengan lugar en los complejos y especulativos mercados financieros en los que la banca realiza una parte importante de su actividad. A cualquier tenedor de un modesto plan de pensiones le resulta fácil tomar conciencia de la magnitud de estos circuitos opacos: con preguntar al banco dónde está colocado el fondo, recibirá un listado de fondos de inversión totalmente desconocidos y de difícil control. La liberalización de la banca produjo una enorme expansión de sus campos de acción y favoreció que los circuitos del dinero se volvieran opacos y sinuosos. Las inyecciones de liquidez, más que trasladarse a créditos a un mundo real del que no se fían los banqueros, parece destinado a salvar a los bancos de sus dificultades financieras y a facilitarles su posibilidad de seguir jugando en los mercados financieros que tantos problemas nos crean.

No podemos más que seguir exigiendo dos cuestiones básicas: una nueva regulación del sistema financiero que reduzca el peso de los mercados especulativos y acote y clarifique la actividad de cada institución financiera; y la creación de un verdadero sistema de banca pública que permita que realmente se realice lo que prometen y no hacen las inyecciones financieras de los bancos centrales.

Sanidad pública, intereses mercantiles y cohesión social
Hace tiempo que la sanidad pública está en la mira del capital. No en vano el gasto sanitario constituye una importante partida económica, y por tanto fuente potencial de negocio. La prueba es que una parte del gasto sanitario llena las arcas de las empresas farmacéuticas y proveedoras de equipamiento sanitario, que suelen encontrarse entre los negocios más rentables del planeta. No en vano también allí donde la gestión sanitaria privada está más extendida, los EE.UU., el peso del negocio sanitario constituye la partida más importante del PIB, algo que tiene poco que ver con el nivel de eficiencia del modelo sanitario si se toman como referencia indicadores de esperanza de vida o de desigualdad en el acceso a la asistencia sanitaria.

Hace ya tiempo que algunas Comunidades Autónomas, especialmente Madrid y la Comunidad Valenciana, adoptaron un modelo de externalización de la gestión sanitaria cuyos efectos sobre el bienestar de la población y las condiciones de trabajo del personal merecen ser evaluados. Hace unos meses una evaluación de la calidad de los sistemas sanitarios en base a 19 indicadores sitúo a ambas comunidades en la categoría de “deficientes” (junto con Canarias y Galicia, siendo la Comunidad Valenciana la peor calificada. (El País, 2 septiembre 2010).

También en Catalunya ha existido desde siempre un sistema mixto de gestión sanitaria, en parte heredado del modelo sanitario anterior al establecimiento de la seguridad social. Un sistema sanitario donde se combinan hospitales públicos con una extensa red de centros semipúblicos, en manos de patronatos con presencia de instituciones locales, Iglesia Católica  y grupos privados. CiU, en su largo mandato en la Comunidad, reforzó este modelo y le dio estructura, algo bastante parecido al doble circuito educativo. El Triparto fue incapaz de cambiarlo y aunque incrementó el gasto sanitario también llevó a cabo una reforma estatutaria del Institut Català de la Salut (el propietario de la parte pública del sistema) que  apostaba por una gestión más liberal. La excusa siempre es el alto y creciente coste sanitario y la necesidad de modernizar la gestión. Un alto coste que es difícil de argumentar cuando se contrasta el gasto sanitario español con el de países de la UE (tanto en términos de PIB como de gasto per capita), como el catalán respecto al resto de España (según el informe citado el gasto per capita catalán solo está 4 euros por encima del gasto medio y se sitúa en la mitad de la tabla.

El nuevo gobierno de CiU, con el ínclito conseller Boi Ruiz a la cabeza, no ha dudado sin embargo en lanzar una auténtica cruzada en pos de la demolición del sector público sanitario. La política de ajuste presupuestario ha sido la excusa para ello. El cierre de camas y quirófanos hospitalarios, de urgencias en los ambulatorios (especialmente grave en zonas semirrurales donde los hospitales están distantes) han generado cabreo y sentimiento de deterioro, Tras las elecciones, CiU se siente con músculo para seguir su política privatizadora, ya visible en uno de los múltiples apartados de la “ley omnibus” donde se contempla la posibilidad que los hospitales públicos alquilen a operadores privados sus plantas cerradas y sus quirófanos, que han dejado de operar por la tarde. Un regalo al sector privado que podrá ofrecer a quien tenga dinero la alta calidad de la asistencia pública sin tener que pasar por las engorrosas (y al menos democráticas) listas de espera. Ahora se propone otra vuelta de tuerca, primero en forma de un nuevo copago por receta médica (como no se puede cambiar la realidad se crea el neolenguaje y se le llama ticket moderador) y después con la propuesta del siempre contundente Boi Ruiz a favor de crear un seguro privado obligatorio para la gente con recursos y dejar el servicio público para los pobres (aunque al paso que vamos con el paro y los recortes salariales la categoría “pobre” va camino de ser universal).

No deja de ser insólito que en Catalunya se defienda la gestión de las mutuas privadas como una muestra de eficiencia y buen hacer cuando en el pasado la Generalitat dedicó importantes recursos al salvamento de gestiones fallidas y fraudulentas (Hospital General de Catalunya,  Mutua l’Aliança) y  otras importantes instituciones han entrado en barrena (Agrupació Mútua) o han estado salpicadas por importantes casos de corrupción (Mutua Universal). Si de algo puede presumir el sector privado catalán es de fracasos continuados de gestión.

La propuesta, de ir adelante, significa bastante más que una mera privatización. Significa la ruptura del propio concepto de ciudadanía y de solidaridad social por cuanto se rompe el continuo entre los que pueden pagar y los que no. Si el problema es meramente financiero, y se supone que hay una parte de la población con recursos, bastaría subir los impuestos a esta parte de la población para cubrir el aumento del gasto. Propugnar un doble circuito es sin embargo optar por un modelo dual, uno “de pago” (aunque todo el mundo sabe que al final las mutuas privadas practican todo tipo de discriminaciones para reducir sus costes) y otro para pobres. Una nueva oportunidad para fomentar una cultura de la insolidaridad e incultura fiscal de las clases medias y un desprecio frente a los pobres que se salvan del seguro privado. En un país con elevados índices de evasión fiscal, con un elevado porcentaje de población inmigrante pobre, este modelo es una verdadera invitación a la iniquidad y la xenofobia. Ruiz no es solo un privatizador sino un verdadero agente promotor de la fragmentación social. Algo en lo que se muestra tozudo, pues ya antes de hacer esta propuesta atribuyó los problemas de salud a la genética y los hábitos individuales (otra forma de mentalizar a la población de que la gente enferma lo es por culpa propia, de separar buenos y malos ciudadanos, aunque entre los factores de malos hábitos nunca suelan incluir el del uso intensivo de los vehículos que generan contaminación y accidentes, ni el de las malas condiciones de trabajo).

Boi Ruiz, lo que representa, no es solo un peligro para la sanidad sino también para el mismo sentido de sociedad. No solo promueve negocio sino también división social, clasismo. No es por desgracia el único. Ahí están también también los responsables de la sanidad gallega y balear desactivando ilegalmente tarjetas sanitarias a gente desamparada. Hay que pararles los pies: está en juego nuestra salud y nuestro sentido de sociedad.

Albert Recio Andreu
Mientras Tanto