Está
claro que no existe, en el seno de la Unión Europea (UE), ninguna
voluntad política de plantarle cara a los mercados y resolver la crisis.
Hasta ahora se había atribuido la lamentable actuación de los
dirigentes europeos a su desmesurada incompetencia. Pero esta
explicación (justa) no basta, sobre todo después de los recientes
“golpes de Estado financieros” que han puesto fin, en Grecia y en
Italia, a cierta concepción de la democracia. Es obvio que no se trata
sólo de mediocridad y de incompetencia, sino de complicidad activa con
los mercados.
¿A
qué llamamos “mercados”? A ese conjunto de bancos de inversión,
compañías de seguros, fondos de pensión y fondos especulativos (hedge funds) que compran y venden esencialmente cuatro tipos de activos: divisas, acciones, bonos de los Estados y productos derivados.
Para
tener una idea de su colosal fuerza basta comparar dos cifras: cada
año, la economía real (empresas de bienes y de servicios) crea, en todo
el mundo, una riqueza (PIB) estimada en unos 45 billones (1) de euros.
Mientras que, en el mismo tiempo, a escala planetaria, en la esfera
financiera, los “mercados” mueven capitales por un valor de 3.450
billones de euros. O sea, setenta y cinco veces lo que produce la
economía real...
Consecuencia:
ninguna economía nacional, por poderosa que sea (Italia es la octava
economía mundial), puede resistir los asaltos de los mercados cuando
éstos deciden atacarla de forma coordinada, como lo están haciendo desde
hace más de un año contra los países europeos despectivamente
calificados de PIIGS (cerdos, en inglés): Portugal, Irlanda, Italia,
Grecia y España.
Lo
peor es que, contrariamente a lo que podría pensarse, esos “mercados”
no son únicamente fuerzas exóticas venidas de algún horizonte lejano a
agredir nuestras gentiles economías locales. No. En su mayoría, los
“atacantes” son nuestros propios bancos europeos (esos mismos que, con
nuestro dinero, los Estados de la UE salvaron en 2008). Para decirlo de
otra manera, no son sólo fondos estadounidenses, chinos, japoneses o
árabes los que están atacando masivamente a algunos países de la zona
euro.
Se
trata, esencialmente, de una agresión desde dentro, venida del
interior. Dirigida por los propios bancos europeos, las compañías
europeas de seguros, los fondos especulativos europeos, los fondos
europeos de pensiones, los establecimientos financieros europeos que
administran los ahorros de los europeos. Ellos son quienes poseen la
parte principal de la deuda soberana europea (2). Y quienes, para
defender –en teoría– los intereses de sus clientes, especulan y hacen
aumentar los tipos de interés que pagan los Estados por endeudarse,
hasta llevar a varios de éstos (Irlanda, Portugal, Grecia) al borde de
la quiebra. Con el consiguiente castigo para los ciudadanos que deben
soportar las medidas de austeridad y los brutales ajustes decididos por
los gobiernos europeos para calmar a los “mercados” buitres, o sea a sus
propios bancos...
Estos
establecimientos, por lo demás, consiguen fácilmente dinero del Banco
Central Europeo al 1,25% de interés, y se lo prestan a países como, por
ejemplo, España o Italia, al 6,5%... De ahí la importancia desmesurada y
escandalosa de las tres grandes agencias de calificación (Fitch
Ratings, Moody’s y Standard & Poor’s) pues de la nota de confianza
que atribuyen a un país (3) depende el tipo de interés que pagará éste
por obtener un crédito de los mercados. Cuanto más baja la nota, más
alto el tipo de interés.
Estas agencias no sólo suelen equivocarse, en particular en su opinión sobre las subprimes que
dieron origen a la crisis actual, sino que, en un contexto como el de
hoy, representan un papel execrable y perverso. Como es obvio que todo
plan de austeridad, de recortes y ajustes en el seno de la zona euro se
traducirá en una caída del índice de crecimiento, las agencias de
calificación se basan en ello para degradar la nota del país.
Consecuencia: éste deberá dedicar más dinero al pago de su deuda. Dinero
que tendrá que obtener recortando aún más sus presupuestos. Con lo cual
la actividad económica se reducirá inevitablemente así como las
perspectivas de crecimiento. Y entonces, de nuevo, las agencias
degradarán su nota...
Este
infernal ciclo de “economía de guerra” explica por qué la situación de
Grecia se ha ido degradando tan drásticamente a medida que su gobierno
multiplicaba los recortes e imponía una férrea austeridad. De nada ha
servido el sacrificio de los ciudadanos. La deuda de Grecia ha bajado al
nivel de los bonos basura.
De
ese modo los mercados han obtenidolo que querían: que sus propios
representantes accedan directamente al poder sin tener que someterse a
elecciones. Tanto Lucas Papademos, primer ministro de Grecia, como Mario
Monti, Presidente del Consejo de Italia, son banqueros. Los dos, de una
manera u otra, han trabajado para el banco estadounidense Goldman
Sachs, especializado en colocar hombres suyos en los puestos de poder
(4). Ambos son asimismo miembros de la Comisión Trilateral.
Estos
tecnócratas deberán imponer, cueste lo que cueste socialmente, en el
marco de una “democracia limitada”, las medidas (más privatizaciones,
más recortes, más sacrificios) que los mercados exigen. Y que algunos
dirigentes políticos no se han atrevido a tomar por temor a la
impopularidad que ello supone.
La
Unión Europea es el último territorio en el mundo en el que la
brutalidad del capitalismo es ponderada por políticas de protección
social. Eso que llamamos Estado de bienestar. Los mercados ya no lo
toleran y lo quieren demoler. Esa es la misión estratégica de los
tecnócratas que acceden a las riendas del gobierno merced a una nueva
forma de toma de poder: el golpe de Estado financiero. Presentado además
como compatible con la democracia...
Es
poco probable que los tecnócratas de esta “era post-política” consigan
resolver la crisis (si su solución fuese técnica, ya se habría
resuelto). ¿Qué pasará cuando los ciudadanos europeos constaten que sus
sacrificios son vanos y que la recesión se prolonga? ¿Qué niveles de
violencia alcanzará la protesta? ¿Cómo se mantendrá el orden en la
economía, en las mentes y en las calles? ¿Se establecerá una triple
alianza entre el poder económico, el poder mediático y el poder militar?
¿Se convertirán las democracias europeas en “democracias autoritarias”?
(1) Un billón = un millón de millones.
(2)
En España, por ejemplo, el 45% de la deuda soberana lo poseen los
propios bancos españoles, y los dos tercios del 55% restante, los
detentan establecimientos financieros del resto de la Unión Europea. Lo
cual significa que el 77% de la deuda española ha sido adquirida por
europeos, y que sólo el 23% restante se halla en manos de
establecimientos extranjeros a la UE.
(3)
La nota más elevada es AAA, que, a finales de noviembre pasado, sólo
poseían en el mundo algunos países: Alemania, Australia, Austria,
Canadá, Dinamarca, Francia, Finlandia, Países Bajos, Reino Unido, Suecia
y Suiza. La nota de Estados Unidos ha sido degradada, en agosto pasado,
a AA+. La de España es actualmente AA-, idéntica a la de Japón y China.
(4)
En Estados Unidos, Goldman Sachs ya consiguió colocar, por ejemplo, a
Robert Rubin como Secretario del Tesoro del Presidente Clinton, y a
Henry Paulson en esa misma función en el gabinete de George W. Bush. El
nuevo presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue también
vicepresidente de Goldman Sachs para Europa de 2002 a 2005.
Ignacio Ramonet
Le Monde Diplomatique
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