La realidad muestra que las políticas que las autoridades europeas
vienen aplicando para salir de la crisis están equivocadas. En lugar de
mejorar la situación han provocado el inicio de una nueva recesión y
que los países en donde se han adoptado con más disciplina sean
precisamente los que ahora se encuentran en peor situación y con un
horizonte más pesimista a corto, medio e incluso largo plazo.
En otros artículos me he referido a los errores de concepción general
que llevan a ir por el camino inadecuado y que principalmente se deben a
que no se abordan las auténticas causas de la crisis en mi opinión por
culpa de la ceguera ideológica y de la servidumbre de los líderes
europeos ante los grandes poderes que la han provocado
.Ahora
quisiera referirme a cuatro aspectos concretos que están recibiendo un
tratamiento inadecuado también como efecto del sesgo ideológico que
domina la política europea y del privilegio con que se sigue tratando a
la banca y a las grandes empresas que la dominan.
1. ¿Cómo resolver problemas coyunturales de liquidez?
Como es sabido,
la crisis ha producido, entre otros problemas a los que ahora no me voy a
referir, un problema de liquidez en algunos países (casi en todos pero
típicamente, por ejemplo, en Italia o España) que son solventes, es
decir, que en condiciones normales podrían resolverlo sin demasiada
dificultad en periodos de tiempo relativamente cómodos.
El error neoliberal de las autoridades europeas consiste en renunciar
a la utilización de un banco central como prestamista en última
instancia, es decir, como financiador en condiciones favorables para que
esos países puedan hacer frente al problema coyuntural que padecen o
puedan padecer en otras ocasiones.
En lugar de permitirlo, en su día se estableció que el Banco Central
Europeo no podría cumplir esa función. La razón que se daba y que se
sigue dando es que esas crisis coyunturales de liquidez podrían
solucionarse por sí solas si los países afectados aplican inmediatamente
las políticas "adecuadas" que son las que pueden atraer a los capitales
suficientes para satisfacer las necesidades de financiación: reducción
de gastos públicos, mejora de la competitividad bajando salarios,
liberalización y privatización de las actividades económicas y dando las
mayores facilidades posibles a la inversión.
Lo
cierto es, sin embargo, que lo único que se consigue de esta forma
(como en esta coyuntura concreta se puede comprobar) es, por un lado,
privilegiar a la banca (que se hace así con el muy rentable negocio de
financiar a los estados, y ahora, además, ni siquiera con sus propios
recursos sino con los que les da el Banco Central Europeo); por otro,
encarecer extraordinariamente la financiación pues la que se consigue a
través de "los mercados" es mucho más cara que la que proporciona un
banco central; y, por últmo, provocar un deterioro generalizado de la
situación económica porque a la crisis de liquidez se le suma una de
demanda como consecuencia de la reducción generalizada de los ingresos y
el gasto. En definitiva, lo que resulta es que una situación más o
menos pasajera de falta de liquidez se convierta en una permanente de
deuda (que es lo que beneficia a la banca dado que su negocio no es otro
que aumentar la deuda) y de insolvencia al venirse abajo la actividad y
la capacidad de generación de ingresos.
2.¿Qué hacer ante las necesidades de financiacón a largo plazo?
Además de tener dificultades de liquidez a corto plazo, la mayoría de
las economías europeas (sobre todo las que se encuentran ante problemas
de graves asimetrías, como comentaré en el siguiente punto) se
encuentran en estos momentos en una auténtica crisis de financiación a
largo plazo y la respuesta de las autoridades europeas vuelve a ser
prácticamente la misma que en el caso anterior: bastará con aplicar
reglas muy estrictas de estabilidad (la llamada "regla de oro" que
impida los deficits) y de austeridad para lograr que los mercados
financien en el nivel necesario a las economías deficitarias y para que
éstas no vuelvan a sufrir el mismo tipo de crisis financieras.
La solución es igualmente inadecuada por dos razones. La primera es
la misma que en el caso anterior. Si a una economía se le reduce la
capacidadad de generar ingresos y la demanda, lo que inevitablemente se
provoca es un empeoramento de su situación a medio y largo plazo, una
mayor dependencia respecto a los capitales externos (lo que la hace más
proclive a sufrir crisis de liquidez y de solvencia) y una pauperización
progresiva. Por muy cómoda que sea esa situación para la banca y las
grandes empresas de dimensión global o que disfrutan de mercados
cautivos en esos países, lo seguro es que con esas políticas el país en
su conjunto se endeudará más y no menos a largo plazo.
Pero, además de eso, una política de este tipo no es eficaz nunca
cuando se produce en un medio ambiente como el de la unión monetaria
europea. Como las necesidades de financiación siempre serán diversas, si
cada país hace frente a ellas de modo individual se producirá un claro
incentivo a la especulación, además de un incremento constante del coste
de la deuda y en la asimetría y la desigualdad.
Es por eso que la negativa de las autoridades europeas a generar un
sistema ordenado de emisión de eurobonos o de cualquier otro tipo tipo
de emisión colegiada de la deuda es tremendamente oneroso y está
produciendo un agravamiento del problema de la deuda en lugar de
solucionarlo (aunque, eso sí, de nuevo concediendo una gran privilegio y
beneficios extraordinarios a la banca).
3. ¿Cómo actuar ante los desequilibrios estructurales?
Otro problema al que se le está dando una solución equivocada, porque
igualmente está siendo mal entendido, es el de la asimetría estructural
que se viene dando entre diferentes países de la eurozona. Mientras que
unos, con Alemania a la cabeza, presenta superávits prácticamente
permanentes, otros, como España y los de la periferia europea, tienen
déficits constantes en sus cuentas exteriores, lo que obliga lógicamente
a que se produzcan flujos de capital de diferente signo en una y otra
zona.
La opinión dominante, principalmente generada en Alemania, es que eso
se debe a que los países de la periferia son menos productivos y
competitivos, sus gobiernos más despilfarradores y, en suma, a que
vienen aplicando políticas económicas inadecuadas porque sus ciudadanos
viven "por encima de sus posibilidades".
Según la opinión dominante esta asimetría se solucionaría, entonces,
aplicando el mismo credo que en los casos anteriores: políticas "buenas"
de austeridad, de privatizaciones de servicios públicos y de contención
de gasto público, para evitar el endeudamiento, y de salarios, para ser
más competitivos. La misma política que lo mismo sirve para un roto que
para un descosido pero que, ante este problema, es tan equivocada y
perversa como en los anteriores.
Es errónea porque soslaya que lo que produce esta asimetría es la
desigual división del trabajo y la actividad productiva que los grandes
grupos empresariales han impuesto en Europa y que conlleva una
desertización progresiva de los espacios periféricos.
No está causada porque en los países deficitarios se gaste en exceso
sino porque los grandes grupos de poder europeos han impuesto una
estrategia de concentración del valor en determinadas zonas mientras que
otras han sido desindustrializadas, literalmente colonizadas (como
demuestra la masiva compra de los activos de las empresas españolas por
el capital extranjero tras la entrada en el euro) y su papel
prácticamente reducido al suministro de productos o servicios de bajo
valor añadido. Y, además, porque los superávit generados en los países
excedentarios de capital (sobre todo en Alemania) no se han aplicado en
sus respectivos mercados internos mejorando las condiciones de vida de
sus trabajadores sino que han sido utilizados por los grandes grupos
financieros para aumentar la deuda en las periferias imponiendo allí el
modelo productivo que mejor la genera: el de bajos salarios, escasos
ingresos endógenos y empresas y capitales dependientes.
La realidad muestra claramente que con estas políticas no se puede
resolver esta asimetría. Es imposible porque son las que, por el
contrario, coadyuvan a que se produzcan. Lo que se necesita hacer es
todo lo contrario: hay que federar las políticas económicas, crear
instituciones de financiación, coordinación y control auténticamente
paneuropeas y poner en marcha un proyecto de reindustrialización que
centre en Europa y en sus territorios los vectores de los que depende la
creación de riqueza y bienestar. Dicho en términos más gráficos, la
única manera de acabar con las asimetrías que están matando a Europa es
desglobalizar nuestra economía, es decir, situar las necesidades de los
pueblos europeos como eje de coordenadas de la actividad, de la
producción y el consumo y no supeditar la satisfacción de sus
necesidades a capitales cuyo norte está siendo la rentabilidad mediante
la especulación o el racionamiento productivo para controlar los
mercados a escala global.
4. ¿Qué función debe desempeñar el Banco Central Europeo?
Finalmente,
todo lo anterior se traduce en otro error de gran tascendencia que
impide que con las políticas neoliberales que se vienen aplicando se
pueda dar solución a los problemas de las economías europeas.
Puesto que se impone el criterio de que la crisis y todos sus males
se resuelven simplemente cuidando de que en cada país se lleven a cabo
las políticas que acabo de comentar, la función formal del BCE debe
limitarse a la ya prevista: cuidar de la estabilidad de precios que
justifica su llamamiento permanente a bajar salarios y actuar como
prestamista de última instancia pero solo de la banca privada, no de los
estados.
Así no solo se impide que resuelva de forma más económica y eficiente
la crisis de liquidez de las economías nacionales, como acabo de
comentar, sino que se renuncia a utilizarlo como un instrumento real de
gobierno, control y supervisión del sistema financiero. Lo que no es ni
mucho menos casual sino quesupone un privilegio más para los bancos:
estos actúan realmente a escala europea pero son supervisados por
autoridades nacionales, de modo que así tienen muchas más facilidades y
libertad para actuar en cada ocasión como mejor les convenga.
El resultado de todo ello es evidente: a pesar de la multimillonaria y
prácticamente gratuita financiación que recibe la banca privada del BCE
(casi medio billón de euros en la pasada semana) no se ha conseguido
que fluya el crédito a las empresas que lo necesitan sino solo sanear su
balance y mejorar constantemente sus beneficios.
¿Y todo esto por qué?
Podría parecer sorprendente que las autoridades europeas se vengan
empeñando en aplicar estas medidas, que caigan en los errores que he
comentado, a pesar de que la experiencia está demostrando que no sirven
para lo que dicen que van a servir sino que, por el contrario, están
empeorando la situación.
La respuesta es fácil: no mejoran a la economía en su conjunto, ni
los ingresos ni las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la
población. Pero benefician y mucho a las grandes empresas y a los bancos
y basta ver las biografías de los presidentes o ministros de economía
íntimamente vinculados a la banca que las llevan a cabo cuando están
llegando al poder, democráticamente como en nuestro reciente caso o
directamente mediante golpes de estado como en Grecia o Italia.
Juan Torres López
Ganas de escribir
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