sábado, 17 de marzo de 2012

La crisis de valores de Europa

Pigs es la voz con la que los ingleses designan a los cerdos, pero es también la voz con la que gente de los países hoy económicamente fuertes de Europa designan a los económicamente débiles. En este último caso, si bien PIGS es el acrónimo o suma de iniciales de Portugal, Irlanda, Grecia y España (en su denominación británica, Spain ), por efecto de la homonimia implica una remisión innegable a esos animales; a esas cuatro letras hoy añaden otra "i", en alusión a Italia, atenazada también por la crisis económica.

Sorprende, provoca estupor y duele que en prestigiosos periódicos europeos, en conversaciones de todos los días e, incluso, en ambientes universitarios -lo he escuchado en la prestigiosa Sorbonne- se hable lisa y llanamente de los pigs (cerdos), en alusión a esas naciones que financieramente atraviesan momentos difíciles. ¿Cómo es posible que países como Alemania o Francia, que tanto deben a Grecia, puedan referirse, por ejemplo, a la Hélade con un apelativo que suena infamante? Es algo grave y también es señal de que ignoran su pasado y, ciertamente, sus raíces.

En la República de Platón, en el diálogo entre Glaucón y Sócrates, luego de la descripción de una ciudad ideal regida por el orden, el hermano del filósofo de la Academia pregunta al maestro: "Si tuvieras que preparar, Sócrates, una ciudad de cerdos, ¿dispondrías de otros alimentos que los ya citados?". Resulta grosera, aunque gráfica, la referencia a la hyôn pólis, "ciudad de cerdos", vertida en el citado tratado para aludir, metafóricamente, a ciudades gobernadas por la anarquía.

Respecto de esa imagen, me pregunto si quienes han ideado tan bochornosa denominación para los países endeudados inventaron el acrónimo por mero azar o pesaron en sus mentes los años de Gymnasium o de Liceo classico cuando, quizá, pudieron haber leído el famoso tratado de Platón. Me inclino por el azar, ya que es el azar el que muchas veces gobierna nuestros actos, incluso sin que nos percatemos de ello y, en ocasiones, también contra nuestra voluntad.

Otra circunstancia que considero igualmente oprobiosa vinculada con la crisis que sacude a Europa es la referida por Antonio Tabucchi en su artículo "Los sagrados kiwis de Delfos". El novelista, luego de describir los valores religiosos y simbólicos que el olivo ha tenido para el helenismo, alude a una circular de la Comunidad Económica Europea dirigida al Ministerio de Agricultura de Grecia en la que, dado que el aceite de oliva de la Hélade no resulta "competitivo" en los mercados frente al producido en España o Italia, sugiere reemplazar las plantaciones de olivo por las de kiwis ya que, en el concierto de la economía de Europa, los kiwis resultan más rentables.

¿Qué habrían dicho -o qué dirán- Apolo o Palas Atenea desde una ribera tres veces milenaria que aún hoy ilumina lo que queda de la vieja cultura europea?

La economía es importante, quién se atrevería a negarlo, pero no es el único ni el principal de nuestros valores.

La distinción entre países ricos y países endeudados ha vuelto a establecer un muro como el que antes dividió a Europa, no en este caso de cemento y alambre de púa, sino hecho de una red tan invisible como siniestra que aherroja y amenaza con asfixiar a los más débiles: muro también de silencio y vejación como el que habían logrado derribar, con lo que asistimos a una virtual fractura de la eurozona.

Librar la suerte de países a los índices y valores que permiten especular con las mercancías no es un simple problema coyuntural sino de estructura, que hoy asfixia a tal o cual región pero que amenaza con volverse endémico. La economía de mercado debe entender que los ciudadanos no son meras cifras amontonadas sin distinción en los guarismos de la estadística sino, ante todo, seres humanos.

Ciertamente, se logró abatir el muro que dividía a Berlín en dos mundos, pero las macrooperaciones bursátiles han vuelto a segmentar el territorio europeo mediante un tramado anónimo y despiadado, mucho más sutil que la otra división, donde lo que brilla por su ausencia es la solidaridad; sin embargo, la falta de solidaridad no empieza en estos problemas financieros. No olvidemos que Italia y España, países de emigrantes en momentos de hambre, en los últimos años no dudaron en ahuyentar a tiros a albaneses que buscaban asilo en una tierra que los albergara, tal como sucedió en el sur de la península itálica, o el caso de España que, vigilante de su frontera, impide que pateras cargadas de magrebíes famélicos alcancen sus costas, con resultados atroces por todos conocidos.

Aparentemente se trata de anécdotas aisladas -aunque graves-, pero que se imponen como síntoma del preludio de una nueva caída. Lo que se está derrumbando no son fronteras siempre movedizas, límites geográficos o políticos que generan migraciones en busca de un horizonte mejor, tampoco sistemas económicos o bursátiles, sino algo más grave: contenidos éticos. Asistimos, pues, más que al ocaso de una civilización, al ocaso de una cultura. La Gran Guerra, la atroz política genocida perpetrada por el nazismo, los hechos criminales del estalinismo denunciados con valentía por Alexander Solzhenitsyn en las páginas tan crueles como memorables de su Archipiélago Gulag parecen dar cuenta de una agonía entrópica cuyo desenlace no avizoramos con claridad pero que, en verdad, no es nada promisorio.

Contrariamente a lo que imaginamos en una primera apreciación, la cultura, a secas -como sostiene George Steiner-, no humaniza. Este brillante ensayista señala que "no hay demostración alguna de que los estudios literarios hagan, efectivamente, más humano a un hombre. Y algo peor: ciertos indicios señalan lo contrario". Y tiene razón. Pienso, por ejemplo, en la actitud deleznable de Heidegger, que, cuando rector en Friburgo, no trepidó en incluir, en la lista de los profesores que debían ser expulsados de la cátedra en virtud de su ascendencia judía, a su admirado maestro Edmund Husserl (véase la entrañable dedicatoria que antes le había consagrado en la primera edición de Ser y Tiempo ) y, lo que es más grave, nunca tuvo valor para retractarse. El citado Steiner nos recuerda que oficiales de las SS, que en campos de exterminio perpetraban crímenes aberrantes, vueltos a sus hogares -como presos de esquizofrenia- llevaban cálida vida familiar deleitándose con la lectura de Schiller o Goethe o ejecutando al piano piezas de Schubert.

Es razonable pensar que la educación y la cultura suavizan la animalidad que está en la base de nuestra naturaleza (el hombre es un lobo para el hombre, reza el primitivo adagio latino), pero esos recursos no son suficientes si la educación y la cultura no apuntan a la concreción de ideales éticos. La educación y la cultura no deben ser vistas como mero afeite, sino como motores esenciales tendientes a la formación de la persona. La ética es la norma que debe regir nuestro comportamiento tal como enfatiza la filosofía griega poniendo como ejemplo la figura de Sócrates: este sabio aceptó serenamente la muerte para no claudicar en sus ideales en defensa de la ley (recordemos que cuando sus discípulos le propusieron escapar para evitar una condena injusta a ojos vista, se molestó con ellos ya que su Norte fue siempre cumplir con el mandato de las leyes).

En momentos en que asistimos al progresivo debilitamiento y, en cierto modo, desmoronamiento de valores e ideales que englobamos bajo el rótulo "humanismo europeo" -tales como libertad, civilidad, solidaridad, educación, respeto-, es preciso estar alerta ante la grave situación descrita y no cejar un solo instante para evitar que la noche se tienda sobre el horizonte (las dos guerras mundiales son ejemplos dolorosos que no deben ser olvidados). La historia es el teatro de una progresiva humanización en la que, desde época de las cavernas hasta la fecha, se despliega el denodado esfuerzo del hombre por llegar a ser digno de su condición.

En el período de entreguerras, Musil y Broch en la capital austríaca, Kakfa y Rilke en Praga, Svevo en Trieste o Thomas Mann en Alemania, entre otros notables, advirtieron sobre los desastres que se avecinaban, pero sus palabras fueron desoídas. Hoy, escritores, filósofos y pensadores de valía nos alertan sobre la crisis que sacude a Europa, que es fundamentalmente de valores. Se trata de algo invisible a ojos profanos, pero que, cercenando libertades, asfixiando economías y condenando poblaciones a la miseria y al hambre prenuncia un posible derrumbe: incluso el euro, pretendido símbolo de la unidad de Europa, da muestras de un debilitamiento progresivo.

La Comunidad Europea es una suerte de organismo viviente donde todas y cada una de sus partes deben actuar mancomunadamente; como sucede en todo cuerpo orgánico: si uno de sus miembros enferma o desfallece, se altera el conjunto. Es preciso asistir a la parte dañada para que la unidad recobre su salud. Se impone tener una mirada que abarque a Europa como un todo, ya que sus países no son segmentos aislados fácilmente reemplazables, sino partes sustanciales de su ser.

Es necesario tomar decisiones que enderecen un barco que si no navega de manera adecuada -es decir, solidaria- puede ir a la deriva no por la fuerza ominosa de un destino ineluctable, sino por la decisión egoísta y arbitraria de seres que sólo atienden a razones del mercado. La cuestión no es cuantitativa, sino cualitativa; en ese orden, la economía debe ser entendida como una ciencia social al servicio del hombre y no estar el hombre al servicio de aquélla.

Salvar a la Hélade, a Italia y al resto de los países económicamente débiles es salvar a Europa y, por extensión, a la cultura occidental que nos engloba. Recordemos el premonitorio y crepuscular parecer del poeta Georg Trakl: "La muerte, el sueño, la vida/ sin ruido la barca deriva". La poesía de este trágico visionario relaciona decadencia y descomposición cuando nos habla del atardecer al que Heidegger, valiéndose de la etimología de la palabra alemana Abend-Land "tierra del anochecer", enlaza con la palabra Occidente. Es preciso abrir los ojos a tiempo para que Europa no vuelva a convertirse "en la tierra del ocaso". © La Nacion

Hugo Francisco Bauza
La Nación.com
El autor, escritor, es presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires

sábado, 10 de marzo de 2012

El problema de la Eurozona no está en la periferia sino en el centro: Alemania

Este artículo señala las raíces del problema de la Eurozona, que es la gran reducción de las rentas del trabajo en Alemania (y en los demás países de la Eurozona), que ha creado un problema de demanda en aquel país y en toda la Eurozona, y una excesiva acumulación en Alemania de capitales (resultado de lo anterior) incluido capitales financieros, que al exportarse contribuyeron a crear las burbujas inmobiliarias en los países de la periferia, consiguiendo enormes beneficios, como consecuencia.

Alemania es muy exitosa en la exportación de productos. Y como exporta mucho más que importa, la balanza de pagos es positiva. El crecimiento de la diferencia entre exportación e importación varió, pasando de representar el 2,8% del producto interior doméstico en el año 2000, al 7% en el 2008. En realidad, el valor total de las exportaciones en Alemania fue en este último año de 983.000 millones de euros, superior al valor total en China, 971.000 millones. Su saldo de pagos era de 177.000 millones de Euros en Alemania, comparado con 191.000 millones en China. Este enorme éxito se debe primordialmente a la moderación salarial, manteniendo los sueldos muy por debajo del nivel de su productividad. Ello explica que el valor añadido no vaya a la masa salarial y al consumo doméstico, sino a los beneficios empresariales y a las exportaciones de capital, incluyendo capital financiero. Ni que decir tiene que el mundo del trabajo alemán no está muy satisfecho con esta situación. Pero el mundo empresarial alemán tiene un gran instrumento en sus manos, el Banco Central Alemán (el Bundesbank) y el Banco Central Europeo. Estos dos instrumentos tienen como objetivo controlar la inflación, a través del control salarial. Cuando los sindicatos del metal estaban renegociando su conversión, el BCE subió los intereses del dinero, reduciendo el crecimiento económico y aumentando el desempleo, y ello a pesar de que la Eurozona estaba ya a punto de entrar en recesión.

Por otra parte, la exportación del capital, incluyendo el financiero, ha sido un componente importantísimo para crear la burbuja inmobiliaria en España e Irlanda (y en EEUU). Se olvida en los círculos financieros y empresariales alemanes y en sus establishment políticos que, aún cuando acusan a los países periféricos de haber derrochado su dinero (en invertir en actividades especulativas, como el sector inmobiliario), la banca alemana favoreció y se benefició de tal derroche. En realidad, la mayoría del dinero era alemán (además de francés y español). Es difícil aceptar la crítica cuando la banca alemana estuvo metida hasta la médula en tal derroche, beneficiándose enormemente. Es interesante notar que, como dijo el sindicato del metal alemán, la burbuja inmobiliaria alemana pasó en España. Mientras que había una escasez de construcción en Alemania (Alemania tiene el menor porcentaje de propietarios de viviendas en la UE), en España, con la ayuda del capital financiero alemán, se construyeron tres veces más casas de las que se necesitaban. Era austeridad en casa (Alemania) y despilfarro en el resto de la UE y, muy en particular, en los países periféricos (España, Grecia, Portugal e Irlanda). En realidad, la moderación salarial se escribió en piedra en la constitución alemana, presentándola como una enmienda, exigiendo equilibrio presupuestario. Detrás de tal enmienda constitucional estaba el deseo de reducir la protección social.

Tales medidas no se tradujeron en un crecimiento del desempleo, y ello como resultado del poder sindical dentro de las empresas (el sistema llamado co-gestión), que hizo que en lugar de destruir empleo, el empresario tenía y tiene que pactar la reducción del tiempo de trabajo. El desempleo no subió, pero la moderación salarial se mantuvo, aunque con notable deterioro de la calidad de los puestos de trabajo alemanes. Existía en Alemania un miedo al desempleo, incluso entre el establishment, pues no fue la inflación –como siempre se dice- sino el desempleo el que fue responsable del nazismo (ver mi artículo “El profundo error del Gobierno alemán: los orígenes del nazismo. El Plural. 19.12.11). Es importante señalar que es el Bundesbank el que todavía sostiene la interpretación histórica de los orígenes del nazismo como basados en la inflación elevada en aquel periodo. El Bundesbank intenta crear esta imagen, pues la inflación es siempre el mayor enemigo de la banca. Pero la inflación existió mucho antes (1918-1924) de que Hitler saliera elegido.

Lo que estamos viendo es el intento de exportación del modelo alemán (en realidad, del modelo establecido por el establishment financiero-empresarial alemán) al resto de la Unión Europea, con una enorme determinación y contundencia. Las políticas del Gobierno Rajoy están siguiendo a pies juntillas tal modelo, con el agravante de que España no tiene el sistema de protección social y el sistema de co-gestión que tiene Alemania. Y todo ello se hace bajo el mandato del Consejo Europeo, de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo, en los que el establishment alemán tiene pleno dominio, transformando los países periféricos en meros peones de una estrategia continental, habiendo alcanzado su máximo desarrollo en Grecia, convertida hoy en mera colonia alemana.

La estructura ideológica que sostiene tal avalancha ideológica es el monetarismo y el mercantilismo (que comúnmente se llama neoliberalismo), que se ha resistido por todos los medios al incremento de la demanda doméstica en Alemania y en los otros países, y por lo tanto al incremento de los salarios y gasto público, como medida estimuladora de la economía.

El gran problema de esta estrategia es que la reducción de los salarios y de las rentas del trabajo están creando un problema gravísimo, no sólo en la periferia, sino también en el centro (Alemania y Austria), con una demanda estancada. Esta situación crea una enorme acumulación de capital en los países centrales y un enorme endeudamiento y grandes déficits en los países periféricos, disminuyendo las importaciones hasta tal nivel que afectan a las exportaciones alemanas, pues gran parte de éstas van a los países de la UE. Con ello se están creando unas balanzas de pagos excesivamente positivas en el centro y excesivamente negativas en la periferia, que están afectando a la salud del sistema. De ahí que fuera EEUU el país que confió más en las políticas keynesianas de estímulo, que propusiera en Noviembre de 2010 en Seúl, Corea, que no se permitiera que un país tuviera un balance de saldos positivo mayor del 4% de su PIB. Alemania y China lo vetaron, y con ello las posibilidades de que la UE se recuperara se vieron enormemente afectadas.

Las soluciones son fáciles de ver y van en sentido opuesto a las llevadas a cabo hoy en día por la troika que manda en la UE. Se necesitan urgentemente medidas de estímulo de la demanda doméstica, comenzando por Alemania. El conflicto no es, pues, Alemania versus el resto de la UE, sino el del establishment alemán frente a las clases populares alemanas y de los otros países. El internacionalismo de las elites dominantes debería sustituirse por el internacionalismo de las clases populares.

Vicenç Navarro

lunes, 5 de marzo de 2012

En la UE ¿manda Merkozy o la banca?

La obligación singularmente injusta y vergonzosa impuesta por la UE a Grecia de reducir el salario mínimo y las pensiones va paralela al acontecimiento europeo más importante de 2011, que ha sido la reestructuración parcial de la deuda de Grecia en opinión de una mayoría de lectores de prensa vía Presseeurop. Y lo es, porque la larga negociación evidencia que la banca se ha impuesto una vez más al directorio germano francés que rige esta UE. El acuerdo de febrero de 2012 se inició en julio de 2011, cuando el Consejo europeo ya consensuó un segundo plan de rescate de Grecia unido a una reducción de la deuda griega con cargo a los bancos. Y dado el deterioro griego, los 109,000 millones de euros iniciales son ahora 130,000; pero en gran parte irán a la cuenta bloqueada creada para garantizar los pagos de nueva deuda griega, condición exigida por la banca.

Antes de julio pasado, la pretensión de Merkel y Sarkozy anunciada tras la reunión de Deauville, era penalizar a los bancos que especulaban obligándoles a “recortar” el valor de la deuda griega en su poder, pero el propósito tropezó con dificultades “técnicas” en la práctica; por tanto, tendría que ser “voluntaria” la permuta o canje de los bonos griegos que tuvieran los bancos por otros nuevos de mayor duración y otros tipos de interés menores. Y al final, la quita o pérdida del 50 % acordada con la banca primero, se ha quedado –dicen – en un 53,5 % del valor nominal, sin que nadie explique las matemáticas aplicadas. En cambio se sabe que los lobbys bancarios obligaron a nuestros gobernantes a rectificar el planteamiento inicial de la imposición obligatoria del canje a los bancos alemanes y franceses, como dijo la prensa. Como la autorregulación de estos mercados impone sus propias normas, resultó que, contrariamente a las previsiones políticas, el acuerdo europeo no podía plantearse coactivamente porque habría sido considerado por “los mercados” un “default” o impago de Grecia, obligando a los bancos “aseguradores” de los CDS soberanos a pagar las indemnizaciones a quienes tuvieran bonos griegos, algo que nadie podía cuantificar. Los CDS (credit default swap) son un pretendido seguro sobre el crédito concedido a un Estado o a una empresa, para el caso del impago de los intereses o del principal. El impago habría provocado un incremento de la llamada prima de riesgo y el previsible desencadenamiento una venta masiva de bonos soberanos y de CDS, un falso seguro del crédito excluido de las regulaciones de seguros.

Para entender este puzle hay que tener presente que la ISDA (sociedad internacional de swaps y derivados), una sociedad gremial de grandes bancos, establece una “legalidad privada” sobre el mercado opaco de los CDS, unos derivados del crédito; y el modelo de contrato de CDS normalizado por la IASD prevé que las indemnizaciones solamente se paguen cuando se produce un “credit event”, algo así como una contingencia del crédito que signifique la imposibilidad de cobro de los intereses o la amortización de lo asegurado. Por consiguiente, los gobernantes europeos hubieron de negociar de modo soterrado con esa potente asociación gremial de especuladores de derivados sobre cómo se haría el canje de bonos griegos de nuevos por viejos para que fuese “voluntario” y careciera de la consideración de un “crédit event” o evento crediticio, algo que habría empeorado seriamente la financiación de los países del euro en los mercados, porque los “inversores” se habrían encontrado con unas pérdidas que no estaban en sus previsiones y habrían vendido ingentes cantidades de bonos soberanos al quedar “no asegurados”, disparando la llamada prima de riesgo. Y los expertos aseguran que una catástrofe financiera de Grecia sería equiparable a la de Lehman Brothers. Pero al mismo tiempo ese pacto de tapadillo de la UE con la ISDA provocó malestar entre algunos “inversores” o especuladores del euro, que habrían preferido cobrar las indemnizaciones de los CDS si el canje se hubiera planteado de modo coactivo, según contó el Financial Times hace meses. De ahí que el acuerdo del Consejo europeo sobre refinanciación de la deuda soberana griega, se reflejara entonces en el comunicado oficial diciendo simplemente que se había “tomado nota de la disposición del sector privado de contribuir a la ayuda de Grecia desde una base voluntaria”.

Y de ahí las largas y opacas negociaciones a tres bandas UE-FMI con Grecia y con los bancos; mientras estos y los fondos especulativos trataban con las autoridades griegas sobre condiciones del canje voluntario de la deuda griega, sin que realmente se conozcan, dicen los expertos, los cálculos manejados. Unas negociaciones en que la representación del sector privado la ha llevado el Instituto de Finanzas Internacionales, un sólido lobby bancario de alcance mundial, que por cierto preside Josef Ackerman, máximo ejecutivo del Deustche Bank. En definitiva, un claro ejemplo más de los múltiples mecanismos financieros establecidos por los que “los mercados” imponen a las democracias, como analizo en mi libro El casino que nos gobierna (Clave intelectual, 2012).

Según el citado sondeo de Presseurop, el segundo y el tercer acontecimiento más importante del año en Europa son los indignados (24%) y la gestión de la UE por Merkozy (17%). Es decir, el hartazgo de millones de europeos frente al reparto injusto de los costes de la crisis financiera y la gestión de Merkozy que intenta suplir el vacío institucional de la UE.

Juan Hernández Vigueras

Fuente: Attac Mallorca