El paquete quinquenal de recortes y aumentos de impuestos, por un monto de 28 mil millones de euros, fue aprobado el pasado miércoles por una mayoría de los 300 parlamentarios, incluido el diputado socialista Alexandros Athanasiadis, que había amagado con votar en contra. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional habían exigido que las medida de austeridad fueran aprobadas antes de aprobar ellos la entrega de 12 mil millones de euros correspondiente al paquete de rescate del año pasado.
De modo que se ha evitado la quiebra por ahora, lo que, obvio es decirlo, constituye la principal razón de la subida global de las bolsas observada estos últimos días. ¿Pero funcionará el paquete? Reparen ustedes en el detalle de la Ley Fiscal de Medio Plazo aprobada por los parlamentarios griegos.
Las proyecciones para el crecimiento real del PBI son:
2012: 0.8%
2013: 2.1%
2014: 2.1%
2015: 2.7%
Las proyecciones de gasto (en miles de millones de euros) son:
2012: 79.491
2013: 83.467
2014: 83.363
2015: 85.39
¿Un aumento del crecimiento del PIB en medio de la austeridad fiscal? ¿Cómo es posible? Todo el mundo sabe que la planeada financiación de Grecia es un parche. Con esa nueva financiación, la proporción entre la deuda soberana y el PIB griegos crecerá hasta prácticamente el 170%. Será más grande y desapoderada que nunca. Su PIB real puede bajar otro 4%. La tolerancia social ante esa austeridad –ya suficientemente puesta a prueba— bajará. Por si eso no era evidente hasta ahora, lo tendría que ser hoy, a la vista de los varios reporteros apostados ante el Parlamento griego informando del "éxito" de la votación con sus correspondientes máscaras para protegerse de los gases lacrimógenos.
¿Puede el paquete aprobado hoy lograr un aumento de los ingresos? Así parecen creerlo los parlamentarios griegos, a juzgar por las proyecciones presupuestarias.
Proyecciones de ingresos previstos:
2012: 60.959
2013: 62.454
2014: 63.192
2015: 64.924
Hay que decir, para ser justos, que buena parte del problema echa sus raíces en un anticuado sistema de ingresos públicos, que resulta en un déficit presupuestario que ha sugerido que el 20% compuesto por los griegos más ricos no pagan ningún tipo de impuesto, lo que tal vez resulte un tanto exagerado, pero, aun si sólo fuera parcialmente cierto, muestra que con un mínimo de lucha contra el fraude fiscal acaso se podría generar un aumento de los ingresos públicos a pesar de las medidas de austeridad introducidas.
Tal vez. Pero resulta difícil de creer que el intento de la UE de sacar más sangre a los griegos pueda generar aumentos de los ingresos públicos de tamaña magnitud. Si uno se toma la molestia de estudiar la Estrategia Fiscal a Medio Plazo presentada al Parlamento griego el pasado 8 de junio de 2011, se ve que las autoridades griegas lo fían todo básicamente a un enorme incremento del consumo y de la inversión privados en 2013 (ambos contribuyen ahora mismo negativamente al PIB) para reducir su déficit, aun cuando el consumo público siga bajando. Así pues, su supuesto básico es un "auge propiciado por la consolidación fiscal", pero no hay el menor precedente histórico que justifique tal pronóstico. El ejemplo del Canadá no sirve, porque anduvo acompañado de una enorme desvalorización del dólar canadiense que produjo, a su vez, un enorme vuelco en la balanza por cuenta corriente canadiense que mitigó por mucho el impacto de los recortes presupuestarios. Lo cierto es que, como miembro de la eurozona que es, esa opción le está vedada a Grecia.
La esperanza a corto plazo tiene, pues, que ponerse en la reestructuración de la deuda, en las continuadas compras de deuda pública griega por parte del BCE en los mercados secundarios –permitiendo a los bancos centrales comprar la deuda—, y en las garantías y los préstamos del propio BCE. La esperanza radica en que las instituciones financieras tenedoras de toda la deuda pública periférica puedan, o bien sacarla de sus balances contables, o bien entregarse al método norteamericano de ir proponiendo el ajuste a la baja de sus balances alargando indefinidamente el proceso de ajuste para no tener que reconocer su insolvencia.
A falta de una unión fiscal (que es la solución de verdad a las cuitas de la eurozona), hay otras medidas que los griegos podrían adoptar para hacer más atractivos sus bonos públicos a los inversores extranjeros y evitar que los mercados "abatan al país" negándose a suministrar más crédito a un país fundamentalmente insolvente. Warren Mosler y yo hemos sugerido una posible alternativa: Grecia podría emitir y colocar con éxito nueva deuda a bajo interés. El truco consiste en introducir una cláusula para que, en caso de quiebra, el tenedor se vea habilitado para servirse de esos títulos para pagar impuestos al gobierno griego. Eso hace inmediatamente obvio a los inversores que los nuevos títulos públicos griegos son "moneda buena" y tendrán valor mientras el Estado griego recaude impuestos. Eso no sólo permitiría a Grecia financiarse a sí misma a bajos tipos de interés, sino que serviría también de ejemplo al resto de la eurozona y quitaría presión financiera al conjunto de la eurozona.
Esta sugerencia, huelga decirlo, no lidia con el problema de la demanda agregada. Pero ofrece un atractivo instrumento al gobierno griego (y a otros Estados europeos periféricos) para asegurar la financiación privada, posiblemente a tipos de interés más bajos. Sin embargo, la cuestión de la demanda agregada, un problema de mayor envergadura, quedaría todavía irresuelto, y resulta muy difícil concebir una recuperación sostenida en Grecia, y en toda la eurozona, sin cambios en las estructuras institucionales. Problema particularmente delicado es el de la ausencia de una autoridad fiscal que permitiera que el BCE se dedicara exclusivamente a la política monetaria, dejando a un Tesoro europeo las riendas para lidiar con la crisis.
Pero la oposición a una autoridad fiscal más amplia está subiendo en el núcleo, pues la crisis ha incrementado la hostilidad entre los países miembros. Nadie quiere ceder poder al centro. Esa oposición refleja también el hecho de que la tercera convergencia –entre la elite y la opinión pública— ha fracasado. Pero refleja también un fracaso a la hora de entender las limitaciones institucionales arraigadas en el corazón mismo de la eurozona. Porque lo cierto es que, habiendo perdido soberanía monetaria al adoptar el euro, más les valdría a los países del núcleo, como Alemania, estabilizar sus propias economías nacionales por la vía de incurrir en grandes déficits durante un declive, e impulsar así el consumo, que llevar a países como Grecia al callejón sin salida de la deflación. Esto último resulta, al final, suicida para los países prósperos del núcleo. Como bien ha sostenido Randall Wray:
"Si la sangría fiscal y el recorte de los salarios se pusieran efectivamente por obra en los países periféricos, no tardarían las fábricas en comenzar a salir de Alemania buscando trabajadores menos costosos. En otras palabras, el éxito de la periferia sería a costa de los trabajadores alemanes, que tendrían que aceptar salarios más reducidos para poder competir. Lo que de todos modos ocurrirá, espoleado por la pérdida de puestos de trabajo, si Alemania no puede encontrar ventas para sus productos fuera de la UE, en donde la demanda caerá indefectiblemente a medida que las naciones periféricas se hundan más en la depresión. El resultado será una bonita carrera hacia el abismo, de la que sólo puede beneficiarse la elite europea."[1]
Implícita en el impulso por crear una "cultura de la estabilidad" de estilo alemán está la creencia de que el endeudamiento público es, invariablemente, un mal, las consecuencias del cual habrían de evitarse a toda costa. Mas, como han demostrado inequívocamente los acontecimientos de la pasada década, la deuda excesiva acumulada en el sector privado, señaladamente en Asia y en los EEUU, ha jugado un papel harto más desestabilizador en la economía global que la fiscalidad manirrota: constatación, esta última, que quita toda base racional al mantenimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, al menos en su presente forma.
Si decimos que el gobierno puede incurrir en superávits presupuestarios durante 15 años, lo que estamos ignorando es lo que eso propiamente significa, y es a saber: que el sector privado incurrirá en déficit durante 15 años. El sector privado tendría, entonces, que incurrir en un volumen de deuda de billones de dólares, a fin de permitir que el estado enjugue su deuda. ¿Qué sentido tiene eso? Una vez más, no se ve por qué los hogares tendrían que estar mejor estando más endeudados, sólo para que los Estados lo estén menos. Los burócratas, encabezados por el BCE, se están sirviendo de esta crisis para imponer su visión de Europa que es fundamentalmente hostil a los trabajadores y favorable al capital. Eso explica porqué los mercados están hoy de celebraciones. Pero eso sienta las bases para un futuro de mayores conflictos y hostilidades. ¿Y no es precisamente para prevenir eso para lo que fue diseñada la Unión Europea?
NOTA: [1] La versión castellana del artículo de Randall Wray citado puede leerse en la entrega de la semana pasada en SinPermiso: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4262
Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.
Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench
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