Sin embargo, la Comisión si dispone de una agenda tecnocrática europea que, al ritmo pausado de cualquier burocracia, pretende salvar las apariencias ante el vacío regulador comunitario que permitió que el descontrol y los abusos de Wall Street trajeran pérdidas de ahorro y ahora desempleo masivo.
El propio el Consejo europeo de junio reconocía en su comunicado final que “la crisis financiera ha demostrado claramente la necesidad de mejorar la regulación y la supervisión de las entidades financieras tanto en Europa como globalmente” (párrafo nº 17)
Ante los graves efectos de la crisis financiera importada de los EEUU, en octubre 2008 la Comisión europea designaba un grupo de “expertos” alto nivel presidido por un ex Director General del FMI Jacques Larosière, para estudiar la supervisión financiera en la UE, que en febrero pasado hacía entrega de su informe “técnico”.
Y siguiendo esa agenda tecnocrática, sin que hubiera habido debate público alguno en España y en algunos otros países miembros, en la reunión del 18-19 junio 2009, el Consejo Europeo de los 27 jefes de estado y de gobierno (con minúscula porque los de ahora cada vez pintan menos), aprobaba la propuesta de institucionalización de la supervisión financiera comunitaria así como el “arreglo” para que los irlandeses accedan a dar su conformidad al Tratado de Lisboa.
Todo ello respondiendo a las conclusiones previas que la Comisión y el Consejo de ministros habían presentado en mayo, señalando el camino para el establecimiento de un nuevo marco de supervisión financiera mediante la creación de un Consejo de riesgo Sistémico que vigile las amenazas a la estabilidad financiera y un Sistema de Supervisión financiera, que este último Consejo europeo acaba de aprobar.
Es decir, se introducirán nuevas agencias supraestatales “independientes” sin el control de un gobierno comunitario que no existe; y que luego se acomodan a los lobbys, a los grupos de presión de los bancos y del poder financiero para decidir en asuntos que repercuten seriamente sobre los ciudadanos.
Así tenemos que las decisiones políticas clave se toman en el plano europeo y luego sirven de coartada para las medidas impopulares o la inacción de los gobiernos elegidos.
Porque de este modo, sin debate político alguno, aunque gran parte de nuestros políticos y líderes de opinión lo ignoren, la Unión Europea introdujo la libertad total extracomunitaria de movimientos de fondos sin ningún organismo que supervise y controle las operaciones bancarias transnacionales. Una causa última de la crisis económica que padecemos en Europa. Porque los impagos de las hipotecas estadounidenses sin garantías han generado la recesión económica y la pérdida de millones del pequeño ahorro español y del grande, que han pagado los contribuyentes.
Pero esos asuntos no han merecido ni siquiera un comentario de nuestros líderes y protagonistas de la reciente campaña electoral para el Parlamento europeo. De ahí que haya un punto de puro cinismo cuando no de desinformación en los lamentos por la abstención histórica en las pasadas elecciones europeas.
Algunos de nuestros líderes políticos nos convocaban a las urnas alegando que el 70 % de las decisiones económicas se tomaban en Bruselas. Pero ni explicaron cuales eran esos asuntos que se deciden en Bruselas y en las instituciones europeas y que los ciudadanos deberían conocer y debatir. De ahí que distrajeran la atención de los votantes sobre las cuestiones internas que todo el mundo sabía que no eran tema de esas elecciones, reducidas a un mero sondeo sobre la popularidad del gobierno y su imagen mediática.
Desde luego nadie habló de esa agenda tecnocrática europea en curso sobre una regulación de las finanzas que se viene cocinando por la tecnocracia europea desde el pasado otoño. Y las finanzas opacas de la UE con sus centros offshore seguirán dominando las instituciones y condicionando las políticas económicas de los gobiernos, mientras persista el marco descrito en La Europa opaca de las finanzas.
Del asunto sobre el Tratado de Lisboa e Irlanda, las contradicciones en que incurre el Consejo europeo son denunciadas con acierto en un artículo esclarecedor de José A. García Sáez al que remitimos al lector.
Juan Hdez. Vigueras - Consejo Científico de ATTAC España
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