La segunda cifra: el rescate a Grecia costará 110.000 millones de euros y no es un regalo desinteresado. Salvamos a Grecia para salvar de nuevo a la banca europea. También para evitar que la deuda soberana se encarezca aún más y el terremoto se lleve por delante al euro, de sur a norte. Los griegos pagarán el préstamo a sus socios con un 4% de interés. Y con su sangre.
Comparen ahora, si es que se quieren enfadar, el incondicional rescate a la banca europea y mundial –que en estos tres años de crisis apenas ha padecido reforma alguna– con los dolorosos recortes que hoy exigimos a Grecia. El “rescate” que impone la UE francoalemana a su supuesto socio tiene un nombre médico: ensañamiento terapéutico. Consiste en recetar dolor y más dolor a un paciente que se da por perdido. ¿Podrá acaso la anoréxica economía griega pagar lo que debe con una nueva dieta?
En el mejor de los casos, los ciudadanos griegos tienen por delante un lustro de recesión. En el peor, un corralito argentino. Es cierto: gran parte de la responsabilidad es suya. Al menos tanta como la que nunca han asumido por esta crisis los banqueros.
Ignacio Escolar
Público
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