domingo, 31 de julio de 2011

Cambiar el sistema

Los eurófilos más extasiados lo machacan sin cesar: si no dispusiéramos del euro, dicen, las consecuencias de la crisis serían peores para muchos países europeos. Divinizan un euro “fuerte y protector”. Es su doctrina y la defienden fanáticamente. Pero lo cierto es que tendrían que explicarles a los griegos (y a los irlandeses, a los portugueses, a los españoles, a los italianos y a tantos otros ciudadanos europeos vapuleados por los planes de ajuste) qué entienden por “consecuencias peores”... De hecho, estas consecuencias son ya tan insoportables socialmente que, en varios países de la eurozona, está subiendo, y no sin argumentos, una radical hostilidad hacia la moneda única y hacia la propia Unión Europea (UE).

No les falta razón a estos indignados. Porque el euro, moneda de 17 países y de sus 350 millones de habitantes, es una herramienta con un objetivo: la consolidación de los dogmas neoliberales (1) en los que se fundamenta la UE. Estos dogmas, que el Pacto de Estabilidad (1997) ratifica y que el Banco Central Europeo (BCE) sanciona, son esencialmente tres: estabilidad de los precios, equilibrio presupuestario y estímulo de la competencia. Ninguna preocupación social, ningún propósito de reducir el paro, ninguna voluntad de garantizar el crecimiento, y obviamente ningún empeño en defender el Estado de bienestar.

Con la vorágine actual, los ciudadanos van entendiendo que tanto el corsé de la Unión Europea, como el propio euro, han sido dos añagazas para hacerles entrar en una trampa neoliberal de la que no hay fácil salida. Se hallan ahora en manos de los mercados porque así lo han querido explícitamente los dirigentes políticos (de izquierda y derecha) que, desde hace tres decenios, edifican la Unión Europea. Ellos han organizado sistemáticamente la impotencia de los Estados con el fin de conceder cada vez más espacio y mayor margen de maniobra a mercados y especuladores.

Por eso se decidió (a insistencia de Alemania) que el BCE fuese “totalmente independiente” de los Gobiernos (2). Lo cual concretamente significa que queda fuera del perímetro de la democracia. De ese modo, ni los ciudadanos ni los Gobiernos elegidos por éstos pueden entorpecer sus opciones liberales.

Hoy, esas características (impotencia de los políticos, independencia del BCE) son en parte responsables de la incapacidad europea para resolver el drama de la deuda griega. La otra causa es que, bajo su aparente unidad, la UE (en este caso particular la eurozona) está profundamente dividida en dos bandos casi irreconciliables: por una parte, Alemania y su área de influencia (Benelux, Austria y Finlandia); por la otra: Francia, Italia, España, Irlanda, Portugal y Grecia.

El origen de la deuda griega (como el de la de los demás países periféricos afectados por la crisis de la deuda soberana, incluida España) es conocido. Cuando Grecia fue admitida en la zona euro (3), las instituciones financieras consideraron inmediatamente que este pequeño Estado presentaba, a pesar de su evidente fragilidad y de sus escasos recursos, todas las garantías necesarias para recibir créditos masivos y baratos. Llovieron sobre Atenas ofertas de financiación a tipos de interés de ganga, en particular por parte de bancos alemanes y franceses que incitaron a los gobernantes helenos a endeudarse a bajo coste y a largo plazo para adquirir principalmente material militar (4) alemán y francés...

Cuando estalla la crisis financiera de 2008 (llamada “de las subprimes”), ésta se extiende rápidamente al sector bancario europeo. Los establecimientos financieros carecen pronto de liquidez y restringen drásticamente el crédito. Lo que amenaza con asfixiar el conjunto de la economía. Para evitarlo, los Estados ayudan masivamente a la banca. Y la salvan. Para ello, se endeudan aún más comprando dinero en el mercado internacional (ya que el BCE se niega a ayudarlos). Ahí, de repente, intervienen las agencias de calificación que sancionan el excesivo endeudamiento de los Estados (¡realizado para salvar a los bancos!)... Inmediatamente los tipos de interés de los préstamos a los Estados más endeudados se disparan... Y se produce la crisis de la deuda soberana.

En sí misma, la deuda griega es insignificante si se tiene en cuenta que el PIB de Grecia representa menos del 3% del PIB de la eurozona. El problema, técnicamente, podía haberse resuelto hace ya más de un año sin gran dificultad. Pero el gobierno conservador alemán, que enfrentaba entonces unas complicadas elecciones locales (finalmente perdidas), estimó que no sería moralmente justo que los griegos, acusados de “corrupción” y de “laxismo”, saliesen tan rápidamente del mal paso. Había que castigarlos para que no cundiese “el mal ejemplo”.

Una ayuda demasiado rápida a Atenas, declaró Angela Merkel, “tiene el efecto negativo de que otros países en dificultades podrían dejar de hacer esfuerzos” (5). Por eso, con el apoyo de sus aliados, Berlín empezó a poner pegas de todo tipo. Dejando pasar los meses.

Plazo que los mercados, excitados por el desacuerdo político europeo, aprovecharon para cebarse en Grecia. Todo se complicó entonces. Finalmente, Alemania acabó por aceptar un (incompleto) plan de ayuda con una condición: que participase en él el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Por qué? Por dos razones. Primero porque se estimaba que las instituciones europeas carecían de un verdugo lo suficientemente severo para escarmentar a los griegos. Segundo, porque la especialidad del FMI, desde hace cuarenta años, consiste en exigir siempre esfuerzos antisociales a los países endeudados. Sus recetas (aplicadas con saña en América Latina durante los años 1970 y 1980) son siempre las mismas: alza de las tasas al consumo, recortes brutales de los presupuestos públicos, estricto control de los salarios, privatizaciones masivas...(6).

El Gobierno de Papandreu tuvo que resignarse a adoptar un salvaje plan de austeridad. Pero el mal estaba hecho. El ritmo de la política europea es lento y largo, cuando el de los mercados es inmediato. Los especuladores entendieron que la Unión Europea era un gigante sin cerebro político, y el euro una “moneda fuerte” con estructura débil (no hay ejemplo en la historia, de una moneda que no esté encuadrada por una autoridad política). Atacaron a Irlanda, pasó lo mismo y volvieron a ganar. Atacaron a Portugal e ídem. Atacaron a España y a Italia, y los Gobiernos de estos países se apresuraron a autoimponerse las impopulares recetas del FMI.

Por toda Europa se extiende ahora la “doctrina de la austeridad expansiva”, que sus propagandistas presentan como un elixir económico universal cuando en realidad está causando un estrepitoso daño social. Peor aún, esas políticas de recortes agravan la crisis, asfixian a las empresas de todo tamaño al encarecer su financiación, y entierran la perspectiva de una pronta recuperación económica. Empujan a los Estados hacia la espiral de la autodestrucción, sus ingresos se reducen, el crecimiento no arranca, el paro aumenta, las (impresentables) agencias de calificación rebajan su nota de confianza, los intereses de la deuda soberana aumentan, la situación general empeora y los países vuelven a solicitar ayuda (7). Tanto Grecia, como Irlanda y Portugal –los tres únicos Estados “ayudados” hasta ahora por la Unión Europea (mediante el Fondo Europeo de Estabilización) y el FMI– han sidos precipitados, por los que Paul Krugman llama los “fanáticos del dolor” (8), a ese fatal tobogán.

Y el “Pacto del euro”, establecido en marzo pasado, tampoco resuelve nada. En realidad es una vuelta de tuerca suplementaria a la austeridad, un acuerdo “de competitividad” que prevé más recortes del gasto público, más medidas de disciplina fiscal, y penaliza principalmente –de nuevo– a los asalariados. Con amenazas de sanciones a los Estados que no cumplan el Pacto de Estabilidad (9). Propone la tutela de la deuda pública y un ritmo fijo de reducción, o sea: una limitación de la soberanía. “Los países europeos deben ser menos libres de emitir deuda”, afirma, por ejemplo, Lorenzo Bini Smaghi, miembro del directorio del BCE. Algunos eurócratas van más lejos, proponen que se le retire a un gobierno que no haya respetado el Pacto de Estabilidad, la responsabilidad de dirigir sus propias finanzas públicas...

Todo esto es absurdo y nefando. El resultado es una sociedad europea empobrecida en beneficio de la banca, de las grandes empresas y de la especulación internacional. Por ahora la legítima protesta de los ciudadanos se focaliza contra sus propios gobernantes, complacientes marionetas de los mercados. ¿Qué pasará cuando se decidan a concentrar su ira contra el verdadero responsable, o sea el sistema, es decir: la Unión Europea?

(1) Definidos en los Tratados de Maastricht (1993), de Amsterdam (1999), de Niza (2003) y de Lisboa (2009).

(2) Entre otras limitaciones, el BCE no puede prestar dinero a los Estados, sólo a la banca privada.

(3) Merced a un balance de su situación económica falseado y maquillado por el anterior gobierno conservador con la ayuda del banco estadounidense Goldman Sachs.

(4) Grecia es el principal importador de material militar de la Unión Europea, y el Estado que consagra a su defensa (por razones de rivalidad con Turquía) el mayor porcentage de su PIB.

(5) El País, Madrid, 18 de julio de 2011.

(6) Léase Philippe Askenazy, “L’austérité imposée à la Grèce, de Charybde en Scylla”, Le Monde, París, 19 de juliode 2011.

(7) Aunque ha sido recibido con alivio por la prensa neoliberal, el nuevo plan de rescate a Grecia, anunciado el pasado 21 de julio, de poco servirá. Los mercados y los fondos buitres han olido la sangre y no detendrán sus ataques mientras no se les frene con auténticos cambios estructurales.

(8) Paul Krugman, “Cuando la austeridad falla”, El País, Madrid, 24 de mayo de 2011.

(9) Que fija el límite para el déficit presupuestario en un 3% del PIB, y el de la deuda soberana en un 60% del PIB.

Ignacio Ramonet

Le Monde Diplomatique

http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=5053bc25-de12-4da0-969c-79395c452f3f

jueves, 14 de julio de 2011

Declaración ciudadana ante la Estafa de la Deuda Publica


declaraciondeuda.democraciarealya.es/

Declaración ciudadana ante la Estafa de la Deuda Publica

NO VAMOS CONSENTIRLO BASTA YA DE POLÍTICAS IMPUESTAS A LOS PUEBLOS NI UN RECORTE MÁS DE DERECHOS ALTO A LA ESPECULACIÓN FINANCIERA POR UNA DEMOCRACIA REAL YA ... PORQUE NO SOMOS MERCANCÍA EN MANOS DE POLITICOS Y BANQUEROS

Los llamados “mercados”, que no son otra cosa que los grandes poderes financieros, las empresas multinacionales como Telefónica, que despiden a miles de trabajadores cuando ganan miles de millones de euros, o los bancos, que están en las esquinas de nuestras calles y juegan al casino con nuestro dinero, no dejan de atacar a los estados europeos y están a punto de hundir a nuevos países como Italia o España, después de haberlo hecho con Grecia, Irlanda o Portugal.

Ellos crearon la crisis, por culpa de ellos se endeudaron los estados y ahora aprovechan la coyuntura para imponer a los pueblos su propio rescate como si fuera el de las naciones a las que están a punto de arruinar.

Nosotras y nosotros, mujeres y hombres de todas las edades y condiciones, jóvenes maduros, empleados o parados, de todas las corrientes ideológicas y simplemente amantes de la justicia y la democracia real y enemigos de la mentira y de la avaricia

DECLARAMOS:

- Que rechazamos las políticas que se vienen aplicando, que no significan sino recorte de derechos sociales en beneficio de la banca y las grandes empresas y que no tienen nada que ver con las necesarias para crear empleo y salir de la crisis.

- Que hay que poner fin a la especulación financiera contra los estados soberanos y que para ello reclamamos a las autoridades europeas y especialmente al Banco Central Europeo que impidan que se sigan produciendo, simplemente controlando urgentemente los movimientos de capital, dejando de prestar dinero gratis a la banca si no es con la firme garantía de que se utiliza para financiar a las economías y estableciendo inmediatamente un impuesto sobre esos movimientos financieros especulativos que los disuada para siempre. Hay que garantizar que fluya el dinero a las pequeñas y medianas empresas, que son las que realmente crean empleo, creando una banca pública mediante la nacionalización de las cajas de ahorros.

- Que Europa no puede construirse ni tiene futuro si no es sobre la democracia real y que el sometimiento y la complicidad actual de los gobiernos ante los poderes financieros es indigno y suicida.

- Que no vamos a aceptar que se tomen en España más medidas de recorte de derechos y sociales y menos aún que se proceda a otro falso “rescate” como los que se han realizado en otros países y que solo han significado dar dinero del pueblo a la banca que ha creado la crisis. Y que vamos a exigir por todos los medios que la crisis la paguen quienes la han provocado.

Y al firmar esta declaración manifestamos expresamente NUESTRO COMPROMISO PERSONAL EFECTIVO DE DEFENDER EN LA CALLE, EN LA RED Y DONDE HAGA FALTA las conquistas sociales que tanto ha costado alcanzar, de ejercer el legítimo derecho a la desobediencia civil cuando las medidas políticas se toman a las espaldas del pueblo sin dejar que éste se pronuncie, y que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que los bancos y banqueros, que son los verdaderos culpables de la crisis, paguen el daño que han hecho a la sociedad.

Esta Declaración contra la estafa de la Deuda Pública se puede suscribir en esta dirección: declaraciondeuda.democraciarealya.es/

domingo, 10 de julio de 2011

Lloros de cocodrilo

Daría pena y sería digno de compasión el presidente de la Comisión Europea (CE), Durão Barroso, cuando protesta porque la agencia de calificación de riesgos Moody's degrada la deuda de su país de origen (Portugal), si no fuese uno de los máximos representantes políticos de los ciudadanos europeos en el momento en que habla. A nuestros representantes no se les pueden consentir ni lágrimas de cocodrilo ni expresiones de impotencia como las de Durão. Porque degradan la calidad de la democracia; porque asumen acríticamente la derrota del poder político por el económico. Con la que está cayendo. Alzan la voz de la retórica después de cuatro años de crisis económica en la que estas agencias han campado según sus intereses, pasando de la AAA a los bonos basura, sin rendir cuentas de sus errores.

Tres empresas privadas, en régimen de oligopolio, doblan el pulso a las autoridades políticas europeas

Escandaliza saber que después de que el trío de instituciones compuesto por la CE, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional haya logrado forzar la mano a Grecia para que aplique un plan de rigor mortis que supondrá el empobrecimiento de su población durante más de una generación, a cambio de nuevas ayudas y una reestructuración de la deuda, la agencia Standard & Poor's amenace con declarar el "impago selectivo" (la suspensión de pagos) del país heleno, si esas instituciones siguen adelante con su plan de involucrar al sistema financiero privado en el rescate. ¿Cómo es posible tanta fatal arrogancia?

Mientras la Comisión remata la regulación del sector de las calificadoras de riesgo -empresas privadas, que se autorregulan a sí mismas- o concreta si va a crear una agencia europea, ¿no puede abrir un expediente informativo a tres sociedades que actúan en régimen de oligopolio (controlan más del 90% del mercado de calificaciones de países y empresas), para determinar si hay abuso de poder dominante, de las que se sospecha que en su interior no se respetan las murallas chinas que han de evitar los conflictos de intereses, para conocer los índices sintéticos con los que elaboran sus informaciones (algo así como la fórmula de la Coca-Cola en las finanzas), etcétera? ¿No puede el poder político enseñar los dientes sin violentar las garantías, pero sin permanecer al tiempo aborregado, anémico, ante interpretaciones sesgadas y cuyo trabajo "no es óptimo", como expresan el mismo Durão Barroso o el aún presidente del BCE? ¿Puede Europa investigar, por ejemplo, el monopolio de Microsoft y no el de las agencias?

No es verdad que todos los analistas que trabajan en las agencias de calificación sean treintañeros que saben mucho de su especialidad y nada del contexto y las consecuencias para el bienestar de lo que analizan. Algunos de ellos son veinteañeros.

No busquemos chivos expiatorios. No hay un solo responsable. Ni siquiera solo el conjunto de ideas autorreguladoras en las que se han apoyado las calificadoras para manifestar su poder omnímodo.

Joaquín Estefanía

El País



miércoles, 6 de julio de 2011

Esclavos en Europa

Dos siglos después de la abolición de la esclavitud, regresa una práctica abominable: la trata de personas. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 12,3 millones de personas en el mundo se ven sometidas, por redes ligadas a la criminalidad internacional, a la explotación de su fuerza de trabajo en contra de su voluntad y en condiciones inhumanas.

Tratándose de mujeres, la mayoría son víctimas de explotación sexual mientras muchas otras son específicamente explotadas en el servicio doméstico. También se da el caso de personas jóvenes y en buen estado de salud que, bajo diversos engaños, son privadas de su libertad con el fin de que partes de sus cuerpos alimenten el tráfico ilegal de órganos humanos.

Pero la trata se está extendiendo cada vez más a la captura de personas que sufren explotación de su fuerza de trabajo en sectores de la producción muy necesitados de mano de obra barata como la hostelería, la restauración, la agricultura y la construcción.

A ese tema preciso, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) dedicó en Viena, los días 20 y 21 de junio pasado, una Conferencia internacional con la participación de autoridades políticas, organismos internacionales, ONG y reconocidos expertos (1).

Aunque el fenómeno es mundial, varios especialistas subrayaron que la plaga del trabajo esclavo está aumentando imparablemente en el seno mismo de la Unión Europea. El número de casos revelados por la prensa, cada vez más numerosos, sólo constituyen la punta del iceberg. Las organizaciones sindicales y las ONG estiman que hay en Europa centenares de miles de trabajadores sometidos a la execración de la esclavitud (2).

En España, en Francia, en Italia, en los Países Bajos, en el Reino Unido y en otros países de la UE, numerosos migrantes extranjeros, atraídos por el espejismo europeo, se ven atrapados en las redes de mafias que les obligan a trabajar en condiciones semejantes a las de la esclavitud de antaño. Un informe de la OIT reveló que, al sur de Nápoles, por ejemplo, unos 1.200 braceros extracomunitarios trabajaban 12 horas diarias en invernaderos y otras instalaciones agrícolas sin contrato de trabajo y por sueldos miserables. Vivían confinados en condiciones propias de un campo de concentración, vigilados militarmente por milicias privadas.

Este “campo de trabajo” no es el único en Europa. Se ha descubierto, por ejemplo, en otra región italiana, a centenares de migrantes polacos explotados del mismo modo, a veces hasta la muerte, esencialmente para la recogida de tomates. Se les había confiscado su documentación. Sobrevivían subalimentados en una clandestinidad total. Sus “propietarios” les maltrataban hasta el punto de que varios de ellos perdieron la vida por agotamiento, o por los golpes recibidos, o empujados al suicidio por desesperación.

Esta situación concierne a miles y miles de inmigrantes sin papeles, víctimas de negreros modernos en los más diversos países europeos. Según varios sindicatos, el trabajo clandestino en el sector agrícola representa casi el 20% del conjunto de la actividad (3).

En esta expansión de la trata de trabajadores esclavos, el modelo económico dominante tiene una gran responsabilidad. En efecto, la globalización neoliberal -que se ha impuesto en los tres últimos decenios gracias a terapias de choque con efectos devastadores para las categorías más frágiles de la población- supone un coste social exorbitante. Se ha establecido una competición feroz entre el capital y el trabajo. En nombre del libre-cambio, los grandes grupos multinacionales fabrican y venden en el mundo entero. Con una particularidad: producen en las regiones donde la mano de obra es más barata, y venden en las zonas donde el nivel de vida es más alto. De ese modo, el nuevo capitalismo erige la competitividad en principal fuerza motriz, y establece, de hecho, la mercantilización del trabajo y de los trabajadores.

Las empresas multinacionales, al deslocalizar sus centros de producción a escala mundial, ponen en competencia a los asalariados de todo el planeta. Con un objetivo: minimizar los costes de producción y abaratar los salarios. En el seno la Unión Europea, eso desestabiliza el mercado del trabajo, deteriora las condiciones laborales y hace más frágiles los sueldos.

La globalización, que ofrece tan formidables oportunidades a unos cuantos, se resume para la mayoría de los demás, en Europa, a una competencia sin límites y sin escrúpulos entre los asalariados europeos, pequeños empresarios y modestos agricultores, y sus equivalentes mal pagados y explotados del otro lado del mundo. De ese modo se organiza, a escala planetaria, el dumping social.

En términos de empleo, el balance es desastroso. Por ejemplo, en Francia, en los dos últimos decenios, ese dumping causó la destrucción de más de dos millones de empleos únicamente en el sector industrial. Sin hablar de las presiones ejercidas sobre todos los salarios.

En semejante contexto de desleal competencia, algunos sectores en Europa, en los que existe una carencia crónica de mano de obra, tienen tendencia a utilizar a trabajadores ilegales. Lo cual estimula la importación de migrantes sin papeles, introducidos en el seno de la UE por traficantes clandestinos que en muchos casos les obligan al trabajo esclavo. Numerosos informes evocan claramente la “venta” de braceros agrícolas migrantes.

En el sector de la construcción, muchos trabajadores jóvenes extracomunitarios, sin papeles, se hallan bajo el control de bandas especializadas en la trata de personas, y “alquilados” a empresas alemanas, italianas, británicas o griegas. Estos trabajadores esclavos se ven forzados por las bandas que los explotan a pagar sus gastos de viaje, de alimentación y de alojamiento cuyo total es en general superior a lo que ganan. De tal modo que pronto, mediante el sistema de la deuda, pasan a “pertenecer” a sus explotadores (4).

A pesar del arsenal jurídico internacional que sanciona esos crímenes, y aunque se multipliquen las declaraciones públicas de altos responsables que condenan esa plaga, hay que reconocer que la voluntad política de poner fin a esa pesadilla resulta más bien débil. En realidad, las patronales de la industria y de la construcción y los grandes exportadores agrícolas influyen en permanencia sobre los poderes públicos para que hagan la vista gorda sobre las redes de importación de migrantes ilegales. Los trabajadores sin papeles constituyen una mano de obra abundante, dócil y barata, una reserva casi inagotable cuya presencia en el mercado del trabajo europeo contribuye a calmar los ardores reivindicativos de los asalariados y de los sindicatos.

Los partidarios de una inmigración masiva siempre han sido las patronales. Y siempre por el mismo motivo: abaratar los sueldos. Los informes de la Comisión Europea y de Business Europe (la patronal europea), desde hace decenios, reclaman siempre más inmigración. Los patronos saben que cuanto mayor sea la oferta de mano de obra, más bajos serán los salarios.

Por eso ya no sólo los negreros modernos explotan a los trabajadores esclavos; ahora se está desarrollando una suerte de “trata legal”. Véase, por ejemplo, lo que sucedió en febrero pasado en Italia, en el sector de la industria del automóvil. El grupo Fiat colocó al personal de sus fábricas ante un chantaje: o los obreros italianos aceptaban trabajar más, en peores condiciones y con salarios reducidos, o las fábricas se deslocalizaban a Europa del Este. Enfrentados a la perspectiva del paro y aterrorizados por las condiciones existentes en Europa del Este donde los obreros están dispuestos a trabajar sábados y domingos por salarios miserables, el 63% de los asalariados de Fiat votaron a favor de su propia sobreexplotación…

En Europa, muchos patronos sueñan, en el marco de la crisis y de las brutales políticas de ajuste, con establecer esa misma “trata legal”, una especie de esclavitud moderna. Gracias a las facilidades que ofrece la globalización neoliberal, amenazan a sus asalariados con ponerlos en competencia salvaje con la mano de obra barata de países lejanos.

Si se quiere evitar esa nociva regresión social, hay que empezar por cuestionar el funcionamiento actual de la globalización. Es hora de comenzar a desglobalizar.

Notas:
(1) Bajo el título: “Preventing Trafficking in Human Beings for Labour Exploitation: Decent Work and Social Justice”, la Conferencia fue organizada por la Representante especial y Coordinadora para la lucha contra la trata de seres humanos, Maria Grazia Giammarinaro, y su equipo, en el marco de la Alianza contra la trata de personas.
(2) Léase el informe: Combating trafficking as modern-day slavery: a matter of rights, freedom and security, 2010 Annual Report, OSCE, Viena, 9 de diciembre de 2010.
(3) Léase el informe: The Cost of coercion, OIT, Ginebra, 2009.
(4) Cf. No trabajar solos. Sindicatos y ONG unen sus fuerzas para luchar contra el trabajo forzoso y la trata de personas en Europa, Confederación sindical internacional, Bruselas, febrero de 2011.

Ignacio Ramonet – Consejo Científico de ATTAC.

Artículo Publicado en Le Monde Diplomatique

martes, 5 de julio de 2011

"No se trata sólo del euro, es la propia democracia en Europa lo que está en juego"

Grecia ilustra el peligro de permitir que las agencias de calificación, a pesar de su pésimo historial, se adueñen del terreno político

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Europa ha encabezado el mundo en lo referente a la práctica de la democracia. Resulta, por tanto, preocupante que los peligros para la gobernabilidad democrática de hoy, que se cuelan por la puerta trasera de las prioridades financieras, no reciban la atención que merecen. Hay cuestiones de calado que han de afrontarse respecto a cómo el gobierno democrático de Europa podría verse minado por el papel enormemente acrecentado de las instituciones financieras y las agencias de calificación de riesgos, que hoy se enseñorean a su antojo de ciertas partes del terreno político de Europa.



Hay que separar dos cuestiones diferenciadas. La primera se refiere al lugar de las prioridades democráticas, incluyendo lo que Walter Bagehot y John Stuart Mill consideraban la necesidad de la "gobernación por medio de la discusión". Supongamos que aceptamos que los poderosos jefazos de las finanzas poseen una comprensión realista de lo que hay que hacer. Con ello se fortalecería el argumento favorable a prestar atención a sus voces en un diálogo democrático. Pero eso no es lo mismo que dejar a las instituciones financieras internacionales y las agencias de calificación de riesgo el poder unilateral de mandar sobre gobiernos elegidos democráticamente.




En segundo lugar, resulta difícil ver que los sacrificios que los comandantes financieros han estado exigiendo de los países en precario vayan a lograr la viabilidad final de estos países y garanticen la continuidad del euro dentro de un modelo sin reformar de fusión financiera y un conjunto de miembros sin cambios del euro club. El diagnóstico de los problemas económicos por parte de las agencias de calificación no es la voz de la verdad que ellos pretenden. Vale la pena recordar que el historial de las agencias de calificación en las instituciones de certificación financiera y de negocios con anterioridad anteriores a la crisis económica de 2008 era tan abismal que el Congreso de los EE. UU. debatió seriamente si debían ser procesadas.



Dado que gran parte de Europa se encuentra ahora empeñada en lograr una rápida reducción del déficit público mediante la reducción drástica del gasto público, resulta fundamental examinar con realismo qué posibles repercusiones podrían tener las medidas políticas escogidas, tanto en el caso de la población como en el de la generación de ingresos públicos a través del crecimiento económico.

La alta moral de "sacrificio" tiene, por supuesto, un efecto embriagador. Esta es la filosofía del corsé "correcto": "Si la señora se siente muy cómoda con él, entonces la señora ciertamente necesita un tamaño más pequeño". Sin embargo, si las exigencias de adecuación financiera se vinculan demasiado mecánicamente a los recortes inmediatos, el resultado podría consistir en matar a la gallina que pone los huevos de oro del crecimiento económico.



Esta preocupación se aplica a una serie de países, desde Gran Bretaña a Grecia. La comunidad de la estrategia de "sangre, sudor y lágrimas" de reducción del déficit otorga una aparente plausibilidad a lo que se está imponiendo a los países más precarios, como Grecia o Portugal. También hace que sea más difícil tener una voz política unida en Europa que pueda hacer frente al pánico generado en los mercados financieros.

Además de una visión más política, hay necesidad de un pensamiento económico más claro. La tendencia a ignorar la importancia del crecimiento económico en la generación de ingresos públicos debería ser un asunto importante de análisis. La sólida conexión entre crecimiento e ingresos públicos es cosa observada en muchos países, desde China y la India a los EE. UU. y Brasil.



También de aquí se sacan lecciones de historia. La gran deuda pública de muchos países al término de la Segunda Guerra Mundial provocó una enorme ansiedad, pero el gravamen disminuyó rápidamente gracias a un rápido crecimiento económico. Del mismo modo, el enorme déficit al que se enfrentó el presidente Clinton cuando asumió su cargo en 1992 se disipó durante su presidencia, en gran medida gracias a la ayuda de un rápido crecimiento económico. 



El temor de una amenaza a la democracia no se aplica, por supuesto, a Gran Bretaña, ya que estas medidas políticas han sido las escogidas por un gobierno investido por el poder de las elecciones democráticas. A pesar de que el desarrollo de una estrategia no revelada en el momento de las elecciones puede ser razón para una cierta pausa, este es el tipo de libertad que un sistema democrático permite a los que salen vencedores en las elecciones. Pero con ello no se elimina la necesidad de una mayor discusión pública, hasta en Gran Bretaña. También existe la necesidad de reconocer de qué modo las políticas restrictivas por propia elección en Gran Bretaña parecen dar verosimilitud a las medidas políticas aún más drásticas que se imponen a Grecia.



¿Cómo se metieron los países del euro en este lío? La rara singularidad de ir a una moneda unida sin una mayor integración política y económica sin duda ha tenido parte en ello, aun después de tomar nota de las transgresiones financieras que sin duda cometieron en el pasado países como Grecia o Portugal (e incluso después de tomar nota de la importante advertencia de Mario Monti de que una cultura de "excesiva deferencia" en la UE ha permitido que estas transgresiones pasaran sin control).

Se le ha de reconocer inmensamente al gobierno griego –y a Yorgos Papandreu, el primer ministro, en particular- que esté haciendo lo que puede a pesar de la resistencia política, pero la afligida voluntad de Atenas de cumplir no elimina la necesidad de los europeos de estudiar lo sensato de los requisitos -y los tiempos- que se imponen a Grecia.



No me resulta ningún consuelo recordar que yo me opuse firmemente al euro, pese a estar fuertemente a favor de la unidad europea. Mi preocupación por el euro guardaba en parte relación con el hecho de que cada país renunciara a la libertad de su política monetaria y de los ajustes en el tipo de cambio, que han ayudado enormemente a países en dificultades en el pasado, y evitó la necesidad de una desestabilización masiva de vidas humanas en los frenéticos esfuerzos por estabilizar los mercados financieros. Esa libertad monetaria podría cederse cuando existiera también una integración política y fiscal (como tienen los estados de los EE. UU.), pero el tener la casa a medio hacer en la zona euro ha supuesto una receta desastrosa. Se ha obligado a incorporar a la maravillosa idea política de una Europa democrática unida un precario programa de incoherente fusión financiera.

Reordenar la zona euro ahora supondría muchos problemas, pero las cuestiones difíciles se han de discutir de manera inteligente, en lugar de permitir una Europa a la deriva en medio de los vientos financieros alimentada por un pensamiento de mentalidad estrecha con un terrible historial. El proceso tiene que comenzar con cierta restricción inmediata del poder sin oposición de las agencias calificadoras de emitir mandatos unilaterales. Estas agencias resultan difíciles de disciplinar pese a su pésimo historial, pero la voz bien meditada de los gobiernos legítimos puede suponer una gran diferencia para la confianza financiera mientras se elaboran soluciones, sobre todo si las instituciones financieras internacionales prestan su apoyo. Detener la marginación de la tradición democrática de Europa conlleva una urgencia que es difícil de exagerar. La democracia europea es importante para Europa… y para el mundo.

Amartya Sen es profesor de la Universidad de Harvard y Premio Nobel de Economía en 1998.
The Guardian
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4269
Comunicado Democracia Real Grecia

Aviso a la Troika, a los bancos y a los futuros inversores tanto griegos como extranjeros que tienen en el punto de mira la propiedad pública griega.

Un gobierno depuesto y dictatorial, que no representa al pueblo griego, acaba de aprobar una propuesta de ley con la intención de vender a precio de coste el suelo y la propiedad pública, contra la voluntad de la mayoría de los ciudadanos.

Comunicamos a cuantos tienen los ojos puestos en una futura oportunidad de inversión que no tardaremos en derrocar este gobierno, que en breve tendrá que dar cuenta de sus crímenes en contra del pueblo y del país. Sus firmas y sus proyectos de ley son papel mojado. No los ha aprobado el pueblo griego, que por supuesto no los reconoce.

A todos los aspirantes a inversores les advertimos que no se les ocurra acercarse a las ventas y subastas de nuestro suelo y nuestra propiedad pública, mucho menos comprarlos. En cuanto el pueblo reconquiste la soberanía del país, no sólo perderán todo lo comprado, sino que no se les devolverá el dinero pagado por ello.

Advertimos también que, hasta el momento en que recuperemos el control del país, haremos cuanto esté en nuestras manos, mediante la autoorganización, por impedir y sabotear las posibles inversiones, y lo haremos en defensa de nuestros derechos, según se desprende tanto de la Constitución griega como de los derechos de los seres humanos y de los pueblos reconocidos internacionalmente.

Que ningún aspirante a inversor se atreva a participar en las rebajas de suelo y propiedad pública de Grecia sin ser consciente del alto riesgo que corre su inversión. En el caso de que dicha inversión se lleve a cabo, recibirá la "bienvenida" en un país que cuando se ve privado de su libertad, sabe engendrar Canaris y reducir a escombros puentes sobre el Gorgopótamo.*

La asamblea popular de la plaza de Síntagma, 3/7/2011

* Canaris fue un almirante griego de la guerra de independencia (1821-1830) que consiguió destruir la flota turca en 1822. La destrucción del puente sobre el Gorgopótamo (25-11-1942) fue una de las hazañas heroicas de los partisanos griegos contra la ocupación alemana.

Fuente: http://real-democracy.gr/es/teamvotes/2011-07-03-aviso-la-troika-los-bancos-y-los-futuros-inversores-tanto-griegos-como-extranje


lunes, 4 de julio de 2011

¿Qué celebran los mercados, después de someter al Parlamento griego?

Los europeos deben creer de verdad que pueden sacar sangre de una piedra. O tal vez se aferran a un equivalente moderno de la conversión del plomo en oro. No puede explicarse de otro modo la euforia ahora imperante en los mercados, tras la aprobación por los legisladores griegos de una ley de austeridad destinada a encaminar al país para recibir el siguiente rescate crediticio que impedirá su quiebra el mes próximo.

El paquete quinquenal de recortes y aumentos de impuestos, por un monto de 28 mil millones de euros, fue aprobado el pasado miércoles por una mayoría de los 300 parlamentarios, incluido el diputado socialista Alexandros Athanasiadis, que había amagado con votar en contra. La Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional habían exigido que las medida de austeridad fueran aprobadas antes de aprobar ellos la entrega de 12 mil millones de euros correspondiente al paquete de rescate del año pasado.

De modo que se ha evitado la quiebra por ahora, lo que, obvio es decirlo, constituye la principal razón de la subida global de las bolsas observada estos últimos días. ¿Pero funcionará el paquete? Reparen ustedes en el detalle de la Ley Fiscal de Medio Plazo aprobada por los parlamentarios griegos.

Las proyecciones para el crecimiento real del PBI son:

2012: 0.8%
2013: 2.1%
2014: 2.1%
2015: 2.7%

Las proyecciones de gasto (en miles de millones de euros) son:

2012: 79.491
2013: 83.467
2014: 83.363
2015: 85.39

¿Un aumento del crecimiento del PIB en medio de la austeridad fiscal? ¿Cómo es posible? Todo el mundo sabe que la planeada financiación de Grecia es un parche. Con esa nueva financiación, la proporción entre la deuda soberana y el PIB griegos crecerá hasta prácticamente el 170%. Será más grande y desapoderada que nunca. Su PIB real puede bajar otro 4%. La tolerancia social ante esa austeridad –ya suficientemente puesta a prueba— bajará. Por si eso no era evidente hasta ahora, lo tendría que ser hoy, a la vista de los varios reporteros apostados ante el Parlamento griego informando del "éxito" de la votación con sus correspondientes máscaras para protegerse de los gases lacrimógenos.

¿Puede el paquete aprobado hoy lograr un aumento de los ingresos? Así parecen creerlo los parlamentarios griegos, a juzgar por las proyecciones presupuestarias.

Proyecciones de ingresos previstos:

2012: 60.959
2013: 62.454
2014: 63.192
2015: 64.924

Hay que decir, para ser justos, que buena parte del problema echa sus raíces en un anticuado sistema de ingresos públicos, que resulta en un déficit presupuestario que ha sugerido que el 20% compuesto por los griegos más ricos no pagan ningún tipo de impuesto, lo que tal vez resulte un tanto exagerado, pero, aun si sólo fuera parcialmente cierto, muestra que con un mínimo de lucha contra el fraude fiscal acaso se podría generar un aumento de los ingresos públicos a pesar de las medidas de austeridad introducidas.

Tal vez. Pero resulta difícil de creer que el intento de la UE de sacar más sangre a los griegos pueda generar aumentos de los ingresos públicos de tamaña magnitud. Si uno se toma la molestia de estudiar la Estrategia Fiscal a Medio Plazo presentada al Parlamento griego el pasado 8 de junio de 2011, se ve que las autoridades griegas lo fían todo básicamente a un enorme incremento del consumo y de la inversión privados en 2013 (ambos contribuyen ahora mismo negativamente al PIB) para reducir su déficit, aun cuando el consumo público siga bajando. Así pues, su supuesto básico es un "auge propiciado por la consolidación fiscal", pero no hay el menor precedente histórico que justifique tal pronóstico. El ejemplo del Canadá no sirve, porque anduvo acompañado de una enorme desvalorización del dólar canadiense que produjo, a su vez, un enorme vuelco en la balanza por cuenta corriente canadiense que mitigó por mucho el impacto de los recortes presupuestarios. Lo cierto es que, como miembro de la eurozona que es, esa opción le está vedada a Grecia.

La esperanza a corto plazo tiene, pues, que ponerse en la reestructuración de la deuda, en las continuadas compras de deuda pública griega por parte del BCE en los mercados secundarios –permitiendo a los bancos centrales comprar la deuda—, y en las garantías y los préstamos del propio BCE. La esperanza radica en que las instituciones financieras tenedoras de toda la deuda pública periférica puedan, o bien sacarla de sus balances contables, o bien entregarse al método norteamericano de ir proponiendo el ajuste a la baja de sus balances alargando indefinidamente el proceso de ajuste para no tener que reconocer su insolvencia.

A falta de una unión fiscal (que es la solución de verdad a las cuitas de la eurozona), hay otras medidas que los griegos podrían adoptar para hacer más atractivos sus bonos públicos a los inversores extranjeros y evitar que los mercados "abatan al país" negándose a suministrar más crédito a un país fundamentalmente insolvente. Warren Mosler y yo hemos sugerido una posible alternativa: Grecia podría emitir y colocar con éxito nueva deuda a bajo interés. El truco consiste en introducir una cláusula para que, en caso de quiebra, el tenedor se vea habilitado para servirse de esos títulos para pagar impuestos al gobierno griego. Eso hace inmediatamente obvio a los inversores que los nuevos títulos públicos griegos son "moneda buena" y tendrán valor mientras el Estado griego recaude impuestos. Eso no sólo permitiría a Grecia financiarse a sí misma a bajos tipos de interés, sino que serviría también de ejemplo al resto de la eurozona y quitaría presión financiera al conjunto de la eurozona.

Esta sugerencia, huelga decirlo, no lidia con el problema de la demanda agregada. Pero ofrece un atractivo instrumento al gobierno griego (y a otros Estados europeos periféricos) para asegurar la financiación privada, posiblemente a tipos de interés más bajos. Sin embargo, la cuestión de la demanda agregada, un problema de mayor envergadura, quedaría todavía irresuelto, y resulta muy difícil concebir una recuperación sostenida en Grecia, y en toda la eurozona, sin cambios en las estructuras institucionales. Problema particularmente delicado es el de la ausencia de una autoridad fiscal que permitiera que el BCE se dedicara exclusivamente a la política monetaria, dejando a un Tesoro europeo las riendas para lidiar con la crisis.

Pero la oposición a una autoridad fiscal más amplia está subiendo en el núcleo, pues la crisis ha incrementado la hostilidad entre los países miembros. Nadie quiere ceder poder al centro. Esa oposición refleja también el hecho de que la tercera convergencia –entre la elite y la opinión pública— ha fracasado. Pero refleja también un fracaso a la hora de entender las limitaciones institucionales arraigadas en el corazón mismo de la eurozona. Porque lo cierto es que, habiendo perdido soberanía monetaria al adoptar el euro, más les valdría a los países del núcleo, como Alemania, estabilizar sus propias economías nacionales por la vía de incurrir en grandes déficits durante un declive, e impulsar así el consumo, que llevar a países como Grecia al callejón sin salida de la deflación. Esto último resulta, al final, suicida para los países prósperos del núcleo. Como bien ha sostenido Randall Wray:

"Si la sangría fiscal y el recorte de los salarios se pusieran efectivamente por obra en los países periféricos, no tardarían las fábricas en comenzar a salir de Alemania buscando trabajadores menos costosos. En otras palabras, el éxito de la periferia sería a costa de los trabajadores alemanes, que tendrían que aceptar salarios más reducidos para poder competir. Lo que de todos modos ocurrirá, espoleado por la pérdida de puestos de trabajo, si Alemania no puede encontrar ventas para sus productos fuera de la UE, en donde la demanda caerá indefectiblemente a medida que las naciones periféricas se hundan más en la depresión. El resultado será una bonita carrera hacia el abismo, de la que sólo puede beneficiarse la elite europea."[1]

Implícita en el impulso por crear una "cultura de la estabilidad" de estilo alemán está la creencia de que el endeudamiento público es, invariablemente, un mal, las consecuencias del cual habrían de evitarse a toda costa. Mas, como han demostrado inequívocamente los acontecimientos de la pasada década, la deuda excesiva acumulada en el sector privado, señaladamente en Asia y en los EEUU, ha jugado un papel harto más desestabilizador en la economía global que la fiscalidad manirrota: constatación, esta última, que quita toda base racional al mantenimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, al menos en su presente forma.

Si decimos que el gobierno puede incurrir en superávits presupuestarios durante 15 años, lo que estamos ignorando es lo que eso propiamente significa, y es a saber: que el sector privado incurrirá en déficit durante 15 años. El sector privado tendría, entonces, que incurrir en un volumen de deuda de billones de dólares, a fin de permitir que el estado enjugue su deuda. ¿Qué sentido tiene eso? Una vez más, no se ve por qué los hogares tendrían que estar mejor estando más endeudados, sólo para que los Estados lo estén menos. Los burócratas, encabezados por el BCE, se están sirviendo de esta crisis para imponer su visión de Europa que es fundamentalmente hostil a los trabajadores y favorable al capital. Eso explica porqué los mercados están hoy de celebraciones. Pero eso sienta las bases para un futuro de mayores conflictos y hostilidades. ¿Y no es precisamente para prevenir eso para lo que fue diseñada la Unión Europea?

NOTA: [1] La versión castellana del artículo de Randall Wray citado puede leerse en la entrega de la semana pasada en SinPermiso: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4262

Marshall Auerback
sinpermiso

Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.

Traducción para www.sinpermiso.info: Casiopea Altisench


domingo, 3 de julio de 2011

El saqueo de Grecia, preludio de grandes acontecimientos

El crack del capitalismo neoliberal –léase, “la crisis”- abrió en 2008 una oportunidad óptima para construir una Europa mejor. Para ello había que poner coto al dictado financiero y meterse en una profunda revisión institucional que diera un carácter ciudadano y social a una Unión Europea que fue construida a la medida de los negocios. Un “New Green Deal”, como se decía entonces, que utilizara la crisis para afrontar la super crisis del cambio climático y la transición energética. Para meterse en algo así había que arriesgarse, como hizo Gorbachov en la URSS, tener ideales y ser valiente. Demasiado para los políticos rutinarios que dominan el paisaje entre Lisboa y Varsovia. Así que siguieron con lo mismo. Con ello repiten la conducta de la era Brezhnev en la URSS, que evitó una crisis por la vía de negarla, lo que condujo a una crisis mucho mayor, con quiebra del superestado soviético veinte años después. No hay duda: esta gente nos lleva ahora a un segundo batacazo. Y no será en veinte, sino en bien pocos años.

Hacen creer que la crisis consiste en la insolvencia de los países del sur, sugiriendo colisiones de interés entre ciudadanos griegos y alemanes, cuando el problema está en el capital en su conjunto, porque los principales bancos europeos alemanes, franceses y británicos están implicados y expuestos hasta el cuello por la explosión de las burbujas inmobiliarias de todos ellos. En lugar de actuar en el orden de cosas que llevó a la crisis, es decir contra la desregulación neoliberal, Bruselas y Berlín, y detrás todos los demás, mantienen ese orden poniendo dinero en los países periféricos. Con ello sólo ganan tiempo con un mecanismo que se parece mucho a una pirámide financiera que sólo altera la estructura de la deuda, nacionalizándola, y no su monto.

El negocio de la financiación privada de los estados

En Grecia la deuda no disminuye, sino que crece. Lo único que disminuye es la exposición del sector privado (bancos, aseguradoras y fondos), gracias a la nacionalización de los riesgos que practica el Banco Central Europeo (BCE) con sus compras. Uno de los problemas es que los estados se financian a través de los mercados, y no directamente vía el BCE.

El BCE presta dinero a un interés de 1,25% a los bancos, que a su vez se lo prestan a los estados a intereses mucho mayores. A Austria, por ejemplo, se lo prestan a un interés del 4,05%. Si el país hubiera sido financiado directamente por el BCE en 2010 se habría ahorrado 4600 millones de euros. En el mismo escenario Alemania se ahorraría 25.000 millones anuales. Y el fardo de Grecia sería menos pesado.

Actualmente Grecia está pagando un interés medio del 4,68% por su deuda, lo que representa que Atenas paga 15.900 millones anuales sólo de intereses, sin reducir un céntimo su deuda. Es decir, dedica el 29% de sus ingresos anuales (55.600 millones) al pago de intereses: casi un euro de cada tres va para los bancos, sin cuya desregulación e irresponsabilidad (invirtiendo en negocios meridionales tan estúpidos y fantasiosos como rentables) nunca se habría llegado al actual problema. Si en lugar de ese esquema el BCE prestara el dinero a un interés, digamos, del 0,5%, Grecia habría pagado por intereses 1700 millones en lugar de los 15.900 y se habría endeudado por 6.400 millones en lugar de por 20.600 millones.

Manda el politburó

Desde hace casi tres años, el BCE viene practicando esta subvención a la banca privada a cuenta del contribuyente sin que las instituciones digan ni pío al respecto. Desde hace un año el seudónimo de esta subvención pública a los bancos se llama “rescate de Grecia”, “rescate de Irlanda”, “rescate de Portugal” (con mucho dinero español en riesgo), etc.

Nuestros parlamentos e “instituciones democráticas” tienen en este proceso un papel parecido al de la Asamblea Suprema del Pueblo de Corea del Norte sobre el devenir del país, es decir igual a cero. Quien manda es un politburó no electo de poderes fácticos oligárquicos. Desde la central (Bruselas, Berlín, FMI) ese politburó ha chantajeado descaradamente a Grecia diciéndole textualmente que si no aprobaba nuevos recortes sociales y privatizaciones no le concedería los nuevos créditos del segundo rescate e incluso le retiraría los ya acordados. Es lo que Marlon Brando designa en “El Padrino”, como hacerle a alguien,“una propuesta que no podrá rechazar”.

El nuevo ministro de finanzas griego, Evangelos Venizelos, reconoce que el gabinete de Atenas no gobierna sino que se limita a “cumplir órdenes”. El diario Kathimerini constata que, “un país al completo ha sido convertido en provincia de un imperio más económico que político, que, a su vez, está secuestrado por toda una serie de compañías de inversión y agencias de calificación con monstruosos poderes y codiciosas aspiraciones”.

Recortar, privatizar, enloquecer

Con el segundo paquete de rescate, Grecia deberá recortar gastos por valor de 28.000 millones hasta el año 2015, el 12% de su PIB. Esa nueva mordaza asfixiará aun más toda perspectiva de crecimiento. Los impuestos aumentarán, pero no se recaudará más porque muchos ciudadanos se negarán a pagarlos en protesta. Otros 50.000 millones se deberán obtener mediante privatizaciones de 850 puertos, 39 aeropuertos, autopistas, ferrocarriles, casinos, bancos, compañías eléctricas y hasta de la lotería nacional, pero muchos observadores consideran que, incluso a precios de ganga, todo eso será complicado de vender. El motivo es que en el politburó ya no se discute si Grecia quebrará, sino cuando lo hará y en qué condiciones. Ante la perspectiva de una quiebra y de un regreso al dracma, nadie comprará nada griego, por barato que se lo ofrezcan.

El saqueo de Grecia es una empresa puramente destructiva y cortoplacista. Más allá de una defensa inercial de intereses egoístas, lo más probable es que el politburó no tenga ni idea de adonde nos lleva. De lo que se trata ahora es de organizar una “quiebra suave” para Grecia, lo menos traumática posible para el conjunto del sistema europeo y seguir tirando. Después ya se verá.

El horizonte es un colapso social en Grecia. Se invita a toda una sociedad a enloquecer y postrarse. El régimen político acorde con una sociedad enloquecida no es la democracia, ni siquiera su actual caricatura, sino la dictadura. Eso es lo que ocurre cuando los ahorros de toda una vida pasan de alcanzar para una jubilación digna a costear un par de zapatos, como ocurrió en 1992 en la Rusia de Boris Yeltsin, instaurador, en 1993, de la actual autocracia presidencial-oligárquica rusa con el aplauso de Occidente. La actual política europea apunta a desmantelar las conquistas y logros de medio siglo. Ya ocurrió en América Latina, ya ocurrió en Rusia. Ahora lo están imponiendo en Grecia, pero después de Grecia vienen los demás, primero Irlanda y Portugal, luego España, Italia. Detrás aparece Francia. Hasta en la supuestamente exitosa Alemania es patente la degradación laboral y social.

Estamos en los primeros compases de una reacción, conservadora y catastrófica, de ámbito europeo. No creo que los europeos sean tan mansos como los rusos de los años noventa. Con su próximo gobierno postfranquista de mayoría absoluta y sus indignados, que han venido para quedarse, España podría ser un escenario central. Ha quedado claro que el “New Green Deal” europeo es completamente imposible sin intervención de la ciudadanía. Nos esperan grandes acontecimientos.