Los
mercados de valores estadounidenses y extranjeros siguen zigzagueando
salvajemente a la espera de despejar la incertidumbre sobre la supervivencia
del euro y ante unas sufridas poblaciones que arrostran las consecuencias de
las políticas de austeridad neoliberal impuestas a Irlanda, Grecia, España, Italia,
etc. Voy a contarles la historia que me fue confiada por responsables
económicos europeos en relación con los últimos episodios caóticos en Grecia y
en otras economías europeas deudoras y presupuestariamente deficitarias.
(Faltan los detalles, puesto que las negociaciones se han desarrollado en el
más absoluto de los secretos: lo que sigue es, pues, una reconstrucción.)
En
otoño de 2011, resultaba evidente que Grecia no podría saldar su deuda pública.
La UE sacó la conclusión de que había que depreciar esa deuda en un 50%. La
alternativa a eso era la quiebra sobre el total de la deuda. Así que,
básicamente, la solución para Grecia venía a reproducir lo que había ocurrido
con la deuda latinoamericana en los 80, cuando los gobiernos substituyeron la deuda
existente y los préstamos bancarios por bonos Brady, así llamados por el
secretario del Tesoro de Reagan, Nicolas F. Brady. Esos bonos tenían un
principal más bajo, pero al menos se consideraba seguro su cobro Y en efecto,
se hicieron los pagos.
Esa
quita griega del 50% parecía radical, pero los bancos europeos ya habían
cubierto sus apuestas y subscrito seguros de impagos: los bancos
norteamericanos se hacían cargo de buena parte de esos seguros.
En
diciembre de 2011, un cuarto de siglo después de Brady, el secretario del
tesoro de Obama, el señor Geithner, viajó a Europa para reunirse con los
dirigentes europeos y exigirles que Grecia depreciara su deuda sobre la base de
quitas voluntarias por parte de bancos y acreedores. Explicó que los bancos
norteamericanos habían apostado a que Grecia no quebraría, y que, por lo mismo,
su situación patrimonial neta era tan precaria que, si tenían que pagar por su
mala apuesta, irían a la quiebra.
Según
me contaron los banqueros alemanes la situación, Geithner amenazó con cargarse
a los bancos y a las economías europeas, si no se allanaban a pagar el pato y
cargar ellos con las pérdidas: los bancos estadounidenses no tenían que pagar
por los seguros colateralizados de impagos (CDOs) y por otras apuestas en las
que habían vertido miles de millones de dólares.
Los
europeos estallaron de indignación. Pero Geither terminó por ofrecerles un
trato. De acuerdo: la Casa Blanca permitirá la quiebra de Grecia. Pero los EEUU
necesitan tiempo.
Convino
en abrir una línea de crédito de la Reserva Federal al Banco Central Europeo
(BCE). La Fed suministraría dinero para prestar a los bancos en el ínterin
cuando las finanzas de los gobiernos europeos desfallecieran. Se daría tiempo a los bancos para que
pudieran deshacer sus garantías de quiebra. Al final, el BCE sería el acreedor.
El BCE –y presumiblemente, la Fed— cargarían con los costes, “a expensas del
contribuyente”. Los bancos estadounidenses (y probablemente también los
europeos) evitarían así cargar con unas pérdidas que se llevarían por delante
su situación patrimonial neta.
¿Cuáles
son realmente los detalles de este acuerdo? Lo que sabemos es que los bancos
estadounidenses están retirando la renovación de sus líneas de crédito a los
bancos y a otros prestatarios europeos a medida que van expirando. El BCE actúa
para cubrir la brecha. A eso se le llama “suministro de liquidez”, pero más
parece un suministro de solvencia en una situación de insolvencia básica.
Después de todo, una deuda que no puede devolverse, nunca se devuelve.
La
idea de Geithner es que lo que una vez funcionó, puede volver a funcionar.
Cuando la Reserva Federal o el Tesoro cargan con una pérdida bancaria, lo que
hacen, simplemente, es imprimir deuda pública o abrir un depósito para los
bancos en el banco de la Reserva Federal. La opinión pública no ve eso de
manera tan perspicua como cuando le arrebatan directamente el dinero. Y el
gobierno se limita a decir que se trata de “salvar al sistema financiero”, sin
mencionar el coste del asunto “a expensas del contribuyente” (¡no a expensas de
los bancos!).
Es
un regalo.
Michael Hudson es ex economista de Wall
Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase
Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en
el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo
soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue
asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria
presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá,
México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y
la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de
Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos
Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.
Sin Permiso
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