Los discursos
hegemónicos sobre la crisis y su salida nos sitúan en un solo escenario
de sacrificio y temor paralizante. La cobertura mediática sobre las
turbulencias financieras en la UE es un buen ejemplo. Pero crisis
significa también cambio y redefinición de lo existente, al menos como
posibilidad. Para ello necesitamos otras miradas de la situación, para
un análisis colectivo propio, desde la perspectiva de los movimientos
sociales de base. Aportamos una reflexión sobre el euro y la Eurozona,
hoy.
La mayoría de los países
desarrollados, dentro y
fuera de Europa, habían
visto aumentar su endeudamiento
antes del estallido de la
crisis como consecuencia de la fiscalidad
neoliberal.
Pero la crisis agravó
el problema del déficit público por
el descenso de la recaudación fiscal
y el aumento del gasto.
Los países periféricos de la zona
euro sufrieron de forma especial el
problema porque su estructura fiscal
–basada en gran parte en la imposición
indirecta– era mucho más
vulnerable ante el descenso de la actividad
económica, a pesar de que
en algunos casos –como Irlanda y
España– presentaban presupuestos
equilibrados al comienzo de la crisis.
A lo largo de los años 2009 y 2010,
el déficit y el endeudamiento aumentaron
de forma imparable dentro de
estos países y empezaron a crecer
las dificultades para colocar su deuda
en los mercados financieros.
Ello no fue consecuencia, tan solo,
de su excesivo endeudamiento.
En algunos casos –como España– el
ratio de la deuda sobre el PIB era –y
sigue siendo aun hoy– menor que
en alguno de los países considerados
‘solventes’ de la zona euro –particularmente,
Alemania y Francia– y
está muy por debajo del que tienen
algunas economías que han conservado
su soberanía monetaria, como
Japón, Gran Bretaña y EE UU, que,
a pesar de ello, no han tenido dificultades
para colocar sus emisiones
de deuda a tipos de interés relativamente
moderados en comparación
con los que pagan los países periféricos
de la zona euro.
El motivo por el cual el endeudamiento
público se ha convertido en
el problema fundamental de la crisis
económico-financiera dentro de
la zona euro ha sido la conjunción
de dos factores. Por un lado, el factor
objetivo: la pésima arquitectura
del sistema monetario europeo,
destinada exclusivamente a crear
un paraíso para la especulación financiera
y que ni siquiera garantiza
la supervivencia futura de la unión
monetaria como un espacio económico
unificado.
Los Estados de la zona euro deben
hacer frente a una profunda crisis
económica sin moneda propia y
solo pueden modificar su relación
real de intercambio mediante costosos
y lentos ajustes del nivel general
de precios. Pero, por encima
de todo, carecen de capacidad para
garantizar sus pagos mediante la
emisión de nuevo dinero.
Pero los Estados de la zona euro
no solo carecen de soberanía monetaria:
carecen también de la garantía
y la protección de un Estado
supranacional con soberanía. Es el
peor de los escenarios posibles para
las finanzas públicas: los Estados
de la zona euro son las regiones de
un Estado que no existe.
Los intentos de hacer frente al
problema de la deuda en Europa mediante
fondos de estabilidad y rescate
han fracasado estrepitosamente y
han demostrado su completa inutilidad.
No han servido, ni tan siquiera,
para evitar la restructuración de la
deuda griega, el más pequeño de los
países afectados por la crisis de la
deuda. Y resulta imposible imaginar
el tamaño del fondo que sería necesario
para rescatar a países como
España o Italia ante un agravamiento
de su crisis financiera.
Los Estados de la zona euro no solo carecen de soberanía monetaria: carecen de la garantía y la protección de un Estado supranacional
Ante este panorama catastrófico
para el euro y las finanzas europeas,
la única política defendida hasta
ahora por las élites dirigentes del capitalismo
europeo ha sido la reducción
del déficit mediante los llamados
Planes de Austeridad. Esto nos
conduce directamente al segundo
factor, imprescindible, para explicar
la crisis de la deuda europea.
Una crisis muy rentable
El segundo factor es el subjetivo:
como dijo un alto cargo de la administración
Obama: “Una crisis es
una oportunidad demasiado buena
para dejarla pasar”.
Los intentos de hacer
frente al problema de la
deuda en Europa vía
fondos de estabilidad y
rescate han fracasado,
demostrando su inutilidad
Así lo ha entendido, exactamente,
la oligarquía financiera europea: la
crisis de la deuda no es solo un grave
problema que pone en riesgo la
supervivencia de la moneda única,
es también la gran ocasión para poner
en práctica todo aquello con lo
que siempre habían soñado: el desmantelamiento
del Estado del Bienestar
en la Unión Europea, reduciendo
sus prestaciones al nivel de
la beneficencia para indigentes.
El
empleo público deberá ser privatizado
y externalizado, al igual que
cualquier actividad del Estado o
servicio público susceptible de producir
beneficios. Y todos los salarios,
públicos y privados, deberán
ser reducidos para aumentar la
‘competitividad’ de la economía; lo
cual se conseguirá mediante reformas
laborales que privarán a los
trabajadores de los derechos conseguidos
mediante la lucha y el sacrificio
de muchos años.
Es evidente que esta política de
reducción del gasto deprimirá la demanda
interior y toda la actividad
económica. Y el resultado económico
de los planes de austeridad será
una depresión económica profunda
y el efecto sobre el bienestar social
será desastroso. Ya lo estamos viendo.
Como también es claro, y la evidencia
lo está demostrando, que la
mayor parte de la reducción del
gasto será devorada por la reducción de ingresos fiscales como consecuencia
de la depresión. Por lo
tanto, la reducción del déficit será
dudosa. Y, en ausencia de la garantía
de un banco emisor, tampoco
servirá para solucionar el problema
de la deuda soberana.
Esclavitud
La ciudadanía se resistirá a aceptar
esta nueva forma de esclavitud económica,
impuesta por la oligarquía
financiera europea. Pero aquí entra
en escena un instrumento adicional:
el chantaje y el terror ejercidos
sobre la población a través del miedo
al endeudamiento catastrófico y
la quiebra del Estado.
La crisis de la deuda europea no es
el producto exclusivo de una conspiración,
pero sería inexplicable sin la
existencia de una voluntad política
deliberada que pretende utilizarla
como una nueva forma de chantaje y
terrorismo económico al servicio de
las políticas más conservadoras.
El
miedo y el estado de shock, utilizados
de forma tan eficiente en anteriores
ocasiones, vuelven a ser, una
vez más, las herramientas perfectas
para paralizar a la población ante esta
guerra de clases generalizada que
ha emprendido la oligarquía europea
en contra de los asalariados.
Los acuerdos impuestos por Alemania
en la reunión del 9 de diciembre
pasado son una declaración de
guerra social en toda regla contra los
asalariados europeos, pero también
representan una apuesta muy arriesgada
por parte de la élite financiera
europea. Sabe que la supervivencia
del euro y el sistema monetario europeo
es vital para sus proyectos económicos
de futuro, y sabe también
que el problema de la deuda soberana
europea es insoluble a medio y
largo plazo sin redefinir el papel del
Banco Central Europeo.
Es evidente que el resultado de los planes de austeridad será una depresión económica y el efecto sobre el bienestar social será desastroso
Pero ha renunciado a hacerlo, al
menos por ahora, porque ello le privaría
de la herramienta para sus planes
de austeridad y esclavitud económica:
el chantaje de la deuda soberana,
la nueva arma utilizada en la
lucha de clases para la destrucción
masiva de los derechos sociales.
Jesús Rodríguez Barrio. Profesor de Análisis Económico en la UNED.
Diagonal
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