Los últimos datos que acaba de presentar la oficina de estadística
europea (EUROSTAT) muestran que Europa entra de nuevo en recesión.
Dejando ahora de lado el hecho de que medir la evolución de la actividad
económica a través del PIB desvirtúa bastante el conocimiento de lo que
de verdad ocurre en las economías, lo cierto es que, incluso utilizando
este indicador, la economía europea y la de la zona euro muestran su
mal estado al registrar una caída del 0,3% en su actividad. Solo
Francia, Eslovaquia, Bulgaria, Hungría y Letonia se salvan de los
registros negativos. Y algunas ya empiezan a estar técnicamente en
recesión (dos trimestres con crecimiento negativo). Entre ellas Bélgica,
Holanda, Italia, República Checa, Dinamarca y Eslovenia. Y, por
supuesto, las de Grecia, Portugal y posiblemente Irlanda cuando se
conozca el dato del último trimestre.
Se trata, pues, del
primer paso hacia la recesión generalizada en Europa que casi con toda
seguridad podemos decir que se está ya produciéndose en el trimestre en
el que ahora nos encontramos y que seguramente afectará incluso a la
"locomotora" europea, pues Alemania ya registró crecimiento negativo
(-0,2%) en el último trimestre de 2011, lo que demuestra que las
políticas que impone a los demás ni siquiera son buenas para su propia
economía porque ésta vive de la demanda ajena (de lo que está "tirando"
de su actividad en los últimos meses es su sector de la construcción).
Más nubarrones en el horizonte
No obstante, sería ingenuo creer que lo que está pasando en Europa es
solamente que bajan unas décimas los registros de la actividad económica
y que eso se resolverá pronto.
Si se entra en los detalles de
esta caída, las siguientes circunstancias permiten deducir que la
situación es más grave de lo que parece y que va a empeorar a lo largo
del año:
- El deterioro se está produciendo en prácticamente
todos los países europeos (Francia seguramente se añadirá a los de
registro negativo en este primer trimestre de 2012), lo que quiere decir
que es el conjunto de las políticas, su impulso y diseño general, lo
que falla y no solo su mala aplicación por algunos países.
- Se
viene produciendo una considerable disminución del consumo privado como
consecuencia de la moderación salarial y de la subida de impuestos
indirectos que están deteriorando la capacidad adquisitiva de la inmensa
mayoría de la población europea. Esto significa que aumentará la
pobreza y la exclusión social, dando lugar al círculo perverso que
siempre origina el deterioro de las condiciones de vida que a la postre
lleva consigo cierre de empresas, más desempleo... y peor rendimiento
económico.
- La caída en la utilización de la capacidad productiva adelanta que la inversión no se va a recuperar en bastantes meses.
- Nada indica que se esté dispuesto a cambiar las políticas de recorte
del gasto público, de modo que se va a seguir provocando el aumento del
desempleo y del cierre de empresas como consecuencia de la menor demanda
y de la pérdida de estímulos esenciales a la inversión y la innovación.
- Aunque algunos países mejoran el saldo exterior (como
España) es más bien como efecto de la caída de las compras al extranjero
que de la subida de exportaciones, lo que indica que reducir salarios
no ha conseguido en realidad mejorar la competitividad global en Europa,
tal y como dicen los defensores de las políticas que se están
imponiendo. Ocurre, como hemos comentado en otros artículo, todo lo
contrario: el empobrecimiento general.
- Los indicadores de confianza económica han bajado a los niveles de 2009.
- Los diferenciales de deuda entre los países han aumentado en los
últimos meses, a pesar de que los diferentes países han ido aplicando
las recomendaciones de las autoridades europeas y de que el Banco
Central Europeo ha intervenido masivamente. Lo que hace prever que el
problema de la deuda no solo no está solucionado sino que va a aumentar o
incluso a estallar en los próximos meses. Téngase en cuenta que los
recursos disponibles del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y del
Mecanismo Europeo de Estabilidad son insuficientes para hacer frente a
las necesidades de financiación de España e Italia en los próximos tres
años. Con la aportación del FMI llegaría justo pero a poco que la
situación en estos o en otros países se agravase se producirá una crisis
generalizada.
- Las encuestas de los bancos centrales apuntan a
que empeoran las condiciones de acceso al crédito y esto es, muy
posiblemente, lo que va a marcar el tipo de crisis asociada a la nueva
etapa de recesión: un nuevo racionamiento del crédito que al añadirse al
que ya se viene produciendo puede llegar a paralizar a toda la economía
europea provocando con ello otra debacle mundial. Hasta el Banco
Mundial acaba de señalar en un reciente informe que hay riesgo de "una
crisis global de dimensiones iguales o superiores a la crisis de Lehman
Brothers, en 2008“ (Global Economic Prospects 2012a: Uncertainties and Vulnerabilities. Resumen ejecutivo en español en: http://bit.ly/x4safr).
Empeñados en fracasar para no actuar contra los bancos
A nuestro juicio, estos datos muestran de forma clamorosa el fracaso
indisimulable de las políticas que se vienen aplicando en Europa.
Y es además es un fracaso largamente anunciado porque nace de no querer
reconocer ni enfrentarse a la situación real de partida: tratando de
aumentar ad infinitum su negocio (la generación de deuda) la
banca ha destrozado el sistema financiero haciéndolo saltar en mil
pedazos. Y como consecuencia de ello ahora nos encontramos con dos
problemas entrecruzados. Por un lado, con una necesidad extraordinaria
de financiación para hacer frente tanto a la deuda privada auspiciada
por la banca como a la pública acelerada por la crisis. Y, por otro, con
un sistema financiero que no está en condiciones de proporcionar el
crédito que necesita la economía sencillamente porque la banca está
quebrada, porque, por mucho que se permita que se manipulen sus balances
con artimañas contables, lo cierto es que ha consumido su capital
propio y el ajeno en las operaciones de altísimo riesgo y completamente
improductivas que lleva realizando desde hace años. Y, para colmo,
porque en lugar de disciplinar a la banca, las autoridades le permiten
que utilicen los cientos de miles de millones de euros que pone en sus
manos para que siga especulando y para que, en lugar de financiar a la
economía, se lave la cara y siga disimulando la magnitud del destrozo
que ha provocado.
En lugar de hacerle frente con realismo, ante
esta situación las autoridades europeas han decidido ponerse al lado de
los banqueros para darle todo tipo de facilidades y ayudarles a salir
adelante. Renunciando así a la fórmula de solucionarla más racional y
efectiva y menos onerosa para los ciudadanos: dejar caer a la banca
arruinada y garantizar la financiación como un servicio público esencial
a través del Banco Central Europeo y de bancos nacionalizados.
Para justificar su política de apoyo a la banca mienten a los
ciudadanos sobre el origen y naturaleza de la deuda y les dicen una y
otra vez que lo urgente es aliviarla y moderar la demanda adicional de
financiación (porque hemos vivido, dicen, por encima de nuestras
posibilidades) y que ello solo se puede conseguir reduciendo los
salarios y recortando el gasto público. Porque con salarios más bajos
las economía serán más competitivas y obtendrán más ingresos para pagar
la deuda y porque con menos gasto público habrá más recursos para
pagarla.
Se trata de una política completamente errónea y
falsa. Y la mejor prueba de ello son los datos que muestran, como vimos
al comienzo, que la economía europea se viene de nuevo abajo cuando se
pone en marcha.
La verdad es que lo que persiguen las
autoridades europeas es otra cosa. Lo primera, como hemos dicho, salvar a
los banqueros porque estos se lo imponen gracias al gran poder político
que han acumulado y que ya se traduce en su presencia directa en los
gobiernos. , es otra cosa. Y complementariamente aplicar la creencia
liberal que afirma que la economía sale adelante solo si se dan alas al
sector privado. Y eso es lo que les lleva a imponer la privatización del
poco capital público que ya va quedando para regalárselo al capital
privado, las reformas (laborales, financieras,...) que permitan
multiplicar rápidamente los beneficios empresariales y poniendo cada vez
más recursos en manos de los bancos y los grandes fondos de inversión
(mediante el salvamente bancario o la privatización de las pensiones y
del ahorro público).
El problema es que esto no solo es una
forma sumamente injusta de repartir de la riqueza, sino también una
quimera desde la perspectiva del funcionamiento global de la economía:
lo que consiguen es deteriorar la demanda y sin ella solo pueden salir
adelante las empresas que tengan mucho poder de mercado y una clientela
completamente fidelizada. Para ellas y para los bancos que siguen
teniendo barra libre en el Banco Central Europeo y copiosas ayudas de
los gobiernos es una jugada perfecta. Pero es letal para las pequeñas y
medianas, para los trabajadores y para la economía en general.
Ahora bien. Ya no basta con creer que asistimos a un fracaso
indisimulable de la política económica por culpa de errores o de una
mala coyuntura. Las políticas de austeridad y recorte de derechos
económicos sociales fallan porque simplemente se orientan a distribuir
ingresos a favor del gran capital y a aumentar el poder de sus
propietarios. Y si tomamos en cuenta el daño que conscientemente están
haciendo a millones de seres humanos hemos de reconocerlas no como un
error, sino como un crimen económico.
Alberto Garzón Espinosa y Juan Torres López
Altereconomía
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