El problema de los países periféricos no es un problema de liquidez, sino de solvencia.
¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es “ser solvente”?
¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es “ser solvente”?
Una persona es
solvente cuando tiene suficientes ingresos para hacer frente a sus
gastos, sin necesidad de recurrir al crédito (liquidez). De hecho, la
única forma de poder hacer frente a una deuda y a los intereses que le
van ligados es ser solvente; porque de otra manera, no se podría ni
amortizar el préstamo, ni mucho menos los intereses.
El gran
problema de los países periféricos ha sido por un lado el haber
mantenido políticas fiscales profundamente conservadoras, que han
favorecido la polarización de las rentas y que estos países hayan vivido
por debajo de sus posibilidades. Y por otro lado, a que su crecimiento
ha estado basado en burbujas especulativas de ciclo alcista, es decir,
en hipérboles de una demanda generada artificialmente en base a la
concesión de crédito, precisamente porque estos países no han explotado
sus ingresos como cabía esperar, favoreciendo la acumulación de las
rentas del capital frente a las rentas del trabajo; lo que a su vez ha
provocado una excesiva dependencia del crédito.
En el caso particular de EEUU y España porque se pensaba que el valor de la vivienda podía seguir subiendo ad eternum, asegurándose los bancos sus cuotas de beneficio, aunque los particulares y las empresas no pudieran hacer frente a los préstamos.
Esto no habría sido un gran problema si la economia española hubiera sido realmente solvente. Pero he ahí, que después del boom inflacionario que esta dinámica alcista del precio de la vivienda supuso, y la correspondiente corrección del BCE con la subida de los tipos de interés, esta solvencia brilló por su ausencia. Esto en España ha traído consigo que el endeudamiento público no sea de los más altos de la UE, pero sí el endeudamiento privado, que es descomunal. Las familias están tremendamente endeudadas y, al igual que el Estado, la mayoría no son solventes, y no pueden hacer frente a las deudas. Y no lo son, principalmente porque han perdido sus puestos de trabajo, o porque les han reducido drásticamente el sueldo, lo que contribuye más si cabe a que la demanda global descienda, agravando la crisis.
En el caso particular de EEUU y España porque se pensaba que el valor de la vivienda podía seguir subiendo ad eternum, asegurándose los bancos sus cuotas de beneficio, aunque los particulares y las empresas no pudieran hacer frente a los préstamos.
Esto no habría sido un gran problema si la economia española hubiera sido realmente solvente. Pero he ahí, que después del boom inflacionario que esta dinámica alcista del precio de la vivienda supuso, y la correspondiente corrección del BCE con la subida de los tipos de interés, esta solvencia brilló por su ausencia. Esto en España ha traído consigo que el endeudamiento público no sea de los más altos de la UE, pero sí el endeudamiento privado, que es descomunal. Las familias están tremendamente endeudadas y, al igual que el Estado, la mayoría no son solventes, y no pueden hacer frente a las deudas. Y no lo son, principalmente porque han perdido sus puestos de trabajo, o porque les han reducido drásticamente el sueldo, lo que contribuye más si cabe a que la demanda global descienda, agravando la crisis.
Si
el crecimiento económico se basa en la concesión de liquidez, sobre un
lecho de insolvencia, cuando el crédito se acaba, inevitablemente cae la
demanda de bienes y servicios, y la economía se contrae, generando el
aumento del desempleo. Porque es una lección básica de economía que si
la demanda cae, la economía se contrae y entra en recesión. Por otro
lado, si el Estado no aumenta sus ingresos por medio de una reforma
fiscal, entonces el propio Estado tiene que recurrir al crédito. En este
caso a la emisión de bonos de deuda pública, cuyos intereses están
relacionados directamente (qué casualidad) con la valoración de
solvencia del país, que hoy por hoy establecen las agencias de rating
americanas.
Solución:
estimular la demanda. Pero no en base al crédito (ya que esto sería
reanimar un cadáver para verlo perecer a causa de la misma enfermedad),
sino en base a una inversión pública fuerte realizada por parte de los
bancos centrales, que fomente la creación de empleo público de calidad,
la construcción de infraestructuras, la inversión en educación,
investigación y nuevas tecnologías, así como en servicios y protección
social. Si la gente vuelve a disponer de dinero como fruto de su
trabajo, podrá afrontar las deudas contraídas y volverá a consumir.
Resultado: la economía no sólo crecerá, sino que será solvente.
¿Por qué no se
hace? Simple y llanamente porque la cúpula de la UE está controlada por
los intereses del lobby bancario, y a éste sólo le preocupa la economía
financiaría, que es como una especie de superestructura parasitaria que
aspira sin ningún escrúpulo los recursos públicos de las soberanías que
componen la eurozona. De ahí que los rescates a los bancos no hayan
tenido ningún impacto en la sociedad. Ni ha descendido el desempleo, ni
aumentado el consumo, y economías boyantes, como la alemana, están
sufriendo un estancamiento y apuntan a recesión.
Europa está
ahora mismo dividida en dos, parte norte (países acreedores de deuda
pública), parte sur (países deudores de deuda pública). Este panorama,
aparte de ser insostenible, marca una polarización extrema de las clases
sociales, y amenaza con romper su cohesión. Si se sigue apretando las
tuercas a los países endeudados el conflicto está asegurado. Todavía
estamos a tiempo de evitarlo.
Manuel G. Sesma (Licenciado en Historia, Geografía e Historia del arte. Universidad de Murcia).
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