lunes, 10 de octubre de 2011

PIIGS: La llama que puede hacer arder a Europa

El problema de los países periféricos no es un problema de liquidez, sino de solvencia.  

¿Qué quiere decir esto? ¿Qué es “ser solvente”?

Una persona es solvente cuando tiene suficientes ingresos para hacer frente a sus gastos, sin necesidad de recurrir al crédito (liquidez). De hecho, la única forma de poder hacer frente a una deuda y a los intereses que le van ligados es ser solvente; porque de otra manera, no se podría ni amortizar  el préstamo, ni mucho menos los intereses.

El gran problema de los países periféricos ha sido por un lado el haber mantenido políticas fiscales profundamente conservadoras, que han favorecido la polarización de las rentas y que estos países hayan vivido por debajo de sus posibilidades. Y por otro lado, a que su crecimiento ha estado basado en burbujas especulativas de ciclo alcista, es decir, en hipérboles de una demanda generada artificialmente en base a la concesión de crédito, precisamente porque estos países no han explotado sus ingresos como cabía esperar, favoreciendo la acumulación de las rentas del capital frente a las rentas del trabajo; lo que a su vez ha provocado una excesiva dependencia del crédito.

En el caso particular de EEUU y España porque se pensaba que el valor de la vivienda podía seguir subiendo ad eternum, asegurándose los bancos sus cuotas de beneficio, aunque los particulares y las empresas no pudieran hacer frente a los préstamos.

Esto no habría sido un gran problema si la economia española hubiera sido realmente solvente. Pero he ahí, que después del boom inflacionario que esta dinámica alcista del precio de la vivienda supuso, y la correspondiente corrección del BCE con la subida de los tipos de interés, esta solvencia brilló por su ausencia. Esto en España ha traído consigo que el endeudamiento público no sea de los más altos de la UE, pero sí el endeudamiento privado, que es descomunal. Las familias están tremendamente endeudadas y, al igual que el Estado, la mayoría no son solventes, y no pueden hacer frente a las deudas. Y no lo son, principalmente porque han perdido sus puestos de trabajo, o porque les han reducido drásticamente el sueldo, lo que contribuye más si cabe a que la demanda global descienda, agravando la crisis. 

Si el crecimiento económico se basa en la concesión de liquidez, sobre un lecho de insolvencia, cuando el crédito se acaba, inevitablemente cae la demanda de bienes y servicios, y la economía se contrae, generando el aumento del desempleo. Porque es una lección básica de economía que si la demanda cae, la economía se contrae y entra en recesión. Por otro lado, si el Estado no aumenta sus ingresos por medio de una reforma fiscal, entonces el propio Estado tiene que recurrir al crédito. En este caso a la emisión de bonos de deuda pública, cuyos intereses están relacionados directamente (qué casualidad) con la valoración de solvencia del país, que hoy por hoy establecen las agencias de rating americanas. 

Solución: estimular la demanda. Pero no en base al crédito (ya que esto sería reanimar un cadáver para verlo perecer a causa de la misma enfermedad), sino en base a una inversión pública fuerte realizada por parte de los bancos centrales, que fomente la creación de empleo público de calidad, la construcción de infraestructuras, la inversión en educación, investigación y nuevas tecnologías, así como en servicios y protección social. Si la gente vuelve a disponer de dinero como fruto de su trabajo, podrá afrontar las deudas contraídas y volverá a consumir. Resultado: la economía no sólo crecerá, sino que será solvente. 

¿Por qué no se hace? Simple y llanamente porque la cúpula de la UE está controlada por los intereses del lobby bancario, y a éste sólo le preocupa la economía financiaría, que es como una especie de superestructura parasitaria que aspira sin ningún escrúpulo los recursos públicos de las soberanías que componen la eurozona. De ahí que los rescates a los bancos no hayan tenido ningún impacto en la sociedad. Ni ha descendido el desempleo, ni aumentado el consumo, y economías boyantes, como la alemana, están sufriendo un estancamiento y apuntan a recesión.

Europa está ahora mismo dividida en dos, parte norte (países acreedores de deuda pública), parte sur (países deudores de deuda pública). Este panorama, aparte de ser insostenible, marca una polarización extrema de las clases sociales, y amenaza con romper su cohesión. Si se sigue apretando las tuercas a los países endeudados el conflicto está asegurado. Todavía estamos a tiempo de evitarlo.

Manuel G. Sesma (Licenciado en Historia, Geografía e Historia del arte. Universidad de Murcia).

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