Acontrapelo de las
insistentes expresiones del gobierno encabezado por Mariano Rajoy en el
sentido de que España no requeriría del rescate de la Unión Europea para
superar la actual crisis de su sistema bancario, Madrid solicitó ayer
finalmente un paquete de ayuda económica a Bruselas, y el denominado
eurogrupo –integrado por los ministros de finanzas del conglomerado de
naciones– concedió a ese país una línea de crédito hasta por 100 mil
millones de euros que serán destinados para capitalizar a sus bancos y
pasarán a formar parte de la deuda pública española.
En efecto, mientras que el plan referido representa una bocanada de oxígeno para entidades bancarias que tuvieron una responsabilidad inocultable en la génesis de la crisis que azota actualmente al viejo continente –particularmente por sus préstamos
alegresen el sector inmobiliario–, para la sociedad española, sometida a la inflexibilidad y la dureza de sus autoridades, representará cuotas adicionales de sufrimiento y sacrificio social y humano.
Menguado orgullo puede representar para España, por lo demás, la afirmación de su ministro de Economía, Luis Guindos, de que el rescate europeo no representa la más mínima cesión de soberanía, cuando las medidas exigidas por la troika europea a otras naciones en dificultades a cambio de ayuda han sido aplicadas de antemano y en forma unilateral por el gobierno español: cobijado en la amplia votación que su partido recibió en la elección de noviembre pasado, Mariano Rajoy ha comenzado a imponer desde hace meses una descarnada ortodoxia neoliberal que amenaza con destruir el estado de bienestar que España había venido construyendo desde el fin de la dictadura, que se afecta tanto a los asalariados y los jubilados –desprovistos de golpe de conquistas históricas–, como a desempleados y trabajadores migrantes indocumentados –privados de casi todos los servicios de salud– y que deja prácticamente sin futuro a los sectores juveniles.
Para colmo, la línea de crédito otorgada a las entidades
bancarias podrá contribuir en lo inmediato a evitar o postergar la
quiebra en ese sector y dará respiración artificial a una unidad
monetaria europea que parece pender de alfileres, pero que difícilmente
encauzará a España y al continente por el camino de una recuperación
económica: las políticas de choque impulsadas por Rajoy –cuya
continuidad será vigilada por Bruselas– impiden la reactivación de la
economía interna, cancelan las perspectivas de reducción del desempleo
–que actualmente ronda 25 por ciento– y obstaculiza, en consecuencia, la
creación de bases sólidas para la superación de la actual crisis.
El paquete de ayuda aprobado ayer por la UE, en suma, no representa
en absoluto una operación de salvamento para la población, sino una
nueva etapa de la ofensiva del capital contra la gente, que suele
agudizarse en tiempos de crisis, y que vulnera la estabilidad, la
gobernabilidad y la viabilidad misma de los países.
Editorial
La Jornada
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