Desde que empezó la crisis, sus verdaderos causantes han conseguido
evadir sus responsabilidades y hacer que quienes la sufren incluso se
sientan como los culpables y que paguen sin rechistar los platos que
otros han roto.
Los bancos españoles fueron los primeros responsables de lo que ha
ocurrido en nuestra economía al haber financiado una burbuja
inmobiliaria irracional y a una clase empresarial (si es que se la puede
llamar así) que no ha hecho más que dar un pelotazo detrás de otro a
base de endeudamiento, de favores administrativos, de empleo precario y
de fraude fiscal.
Los bancos han sido el mecanismo utilizado para evadir impuestos y
para sacar hacia paraísos fiscales miles de millones de euros, y han
obtenido los beneficios más altos del planeta a base de engaños y mil
modos de estafas que han arruinado a miles de familias, que ahora se
desgañitan para tratar de paliar su quebranto en los juzgados sin que
los gobiernos hagan nada por apoyarles.
Los bancos españoles endeudaron artificialmente a familias y empresas
para hacer negocio fácil y se endeudaron ellos al mismo tiempo, dando
lugar así al auténtico problema de deuda privada que tiene España en
estos momentos.
Los bancos españoles utilizaron su dominio sobre los medios de
comunicación para hacer creer que su situación era saludable y que no
tenían problemas patrimoniales. Y gracias al poder político que vienen
acumulando desde el franquismo, y que ahora se traduce en partidos
políticos esclavos de los préstamos multimillonarios que les conceden
sin obligarles a devolverles, consiguieron que se aprobaran las medidas
necesarias para salir del hoyo en el que han dejado al sistema
financiero por la vía de quedarse con el mercado que ocupaban las cajas
de ahorros. Pero a costa de seguir sin financiar a empresas y
consumidores y de sumir a la economía española en una verdadera
depresión.
Los bancos han obtenido los beneficios más elevados de toda nuestra
economía pero los han obtenido arruinando a miles de empresas,
destruyendo millones de empleos y facilitando el fraude fiscal y la
corrupción política. Ahora, su situación se hace insostenible y tratan
de que la paguemos los demás.
Los dirigentes del Banco de España han sido cómplices de ese
desastre. Dedicados a pontificar sobre la necesidad de bajar salarios y
de echar abajo las ya de por sí débiles estructuras de bienestar, han
hecho la vista gorda ante el aumento del endeudamiento y de la pérdida
progresiva de solvencia de la banca, y no solo de las cajas de ahorros.
No oyeron ni a sus propios inspectores cuando éstos denunciaban lo que
estaba pasando antes de que la crisis estallara, cuando ya habían
empezado a detectar lo que se venía encima.
Los dirigentes de los partidos políticos mayoritarios son también
corresponsables de lo que ha sucedido, aunque haya sido en medida
diferente, pues incluso hasta algunos más radicales han mantenido hasta
el último momento en Bankia y en otras cajas a sus representantes
aliados con quienes han provocado el desastre, o han tenido dirigentes
imputados. Todos ellos han alimentado un modelo de crecimiento y de
gestión, sobre todo en los ayuntamientos y comunidades autónomas,
vinculado a la obtención de plusvalías inmobiliarias, o tienen deudas
millonarias con los bancos que nunca terminan de pagar, sin que el
Tribunal de Cuentas u otros órganos jurisdiccionales hagan nada
definitivo por evitar la corrupción que les rodea.
Es verdad que hay políticos honestos y que los partidos son
necesarios siempre, pero eso no impide denunciar que sus dirigentes han
generalizado una política de despilfarro en la administración pública, y
de corrupción muy extendida, al mismo tiempo que reducían los ingresos
que precisan los servicios públicos esenciales sin los cuales ni hay
bienestar mínimo ni incluso democracia posible.
Y a estas responsabilidades habría que añadir las de algunos grandes
empresarios, y las de otras autoridades, magistrados o incluso las del
propio Jefe del Estado, que no han sabido estar a la altura de las
circunstancias ni actuar con probidad cuando se le piden sacrificios
enormes a la población.
Ahora bien. Si todas estas responsabilidades se han dado no ha sido
solo como consecuencia de que se hayan multiplicado las conductas
personales condenables. No. Estas ha ocurrido en un grado ya tan
desastroso porque lo que ha fallado es nuestra armadura institucional,
nuestro sistema político y, concretamente, nuestra propia Constitución,
que no está sirviendo para que los ciudadanos disfrutemos de los
derechos que nos reconoce ni para impedir las tropelías que a la inmensa
mayoría nos avergüenzan.
Tenemos efectivamente derechos que no nos dejan ejercer, obligaciones
que no cumplimos, tribunales que no investigan ni juzgan, delincuentes
que no son perseguidos, o incluso culpables que no tienen que cumplir
las condenas.
España lleva meses sacudida por especuladores, y bajo la amenaza más
grave que ha sufrido en los últimos decenios, pero el empeño del
gobierno es salvar a los bancos, se niega a investigar quién ha
provocado el roto que hemos de pagar los españoles y se dedica a dividir
y desprestigiar a los propios españoles y a sus propias instituciones.
Millones de españoles contemplan con estupor que haya dinero sin límite
para los bancos y no para los servicios públicos que necesitan, y el Rey
se va a hacer las américas con los responsables de las empresas que más
dinero han defraudado a las arcas nacionales, que más empleo han
destruido y que más responsabilidad tienen en el desencadenamiento de la
crisis tan singularmente aguda que vivimos en el contexto del
descalabro financiero internacional. Y mientras todo esto sucede, los
medios de comunicación de mayor impacto de dedican a difundir
programación basura, silencian a las voces y los debates más críticos,
se criminaliza la indignación y se permite que los partidos políticos
hagan en el gobierno lo contrario de lo que dicen a los ciudadanos que
van a hacer cuando se presentan a las elecciones.
¡Claro que España necesita un rescate! Pero no en forma de préstamo
que vaya directamente a los bancos y que paguemos los ciudadanos, como
están negociando. No. Lo que España necesita es rescatarse a sí misma de
quienes la han llevado al desastre: creando una Comisión de la Verdad
que depure responsabilidades, impulsando una nueva mayoría social y
política capaz de conseguir en las elecciones que salgan del Parlamento
los culiparlantes y los políticos comprometidos con quienes han
provocado la situación en la que estamos, y que desde allí abra un
debate realmente democrático sobre nuestra institucionalidad, sobre cómo
es mejor organizar nuestro Estado, nuestra economía y nuestra sociedad
para que no vuelvan a producirse los desmanes y las barbaridades que nos
han situado al borde del abismo y que con tanta razón están llenando de
rabia e indignación a las personas decentes, con independencia de su
ideología o de sus creencias.
Juan Torres López
Ganas de Escribir
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