Hará cosa de una semana, escribí
en mi blog un artículo titulado "Algo no encaja". En él trataba de
explicarme a mí mismo la inquietante asignación por parte de la EBA de las
exigencias de recapitalización bancaria.
La mayoría esperaba que, si el
problema era que Grecia se había convertido en un valor de alto riesgo, los
bancos que más deuda griega tenían en sus carteras (en este caso bancos
alemanes y franceses) fueran los primeros en la lista donde se detallaban las
exigencias de recapitalización. Pero la sorpresa fue que este primer puesto se
lo llevaron los bancos griegos y españoles.
Este hecho empezó a levantar
sospechas. Porque efectivamente algo no encajaba. Algunos analistas llegaron a la
conclusión de que el verdadero problema que amenazaba al
euro seguía siendo aquel remanente procedente de las hipotecas basura, que la opinión
pública tenía ya casi en el olvidadero.
Esta teoría se apoyaba
en el hecho descubierto de que el banco franco-belga, Dexia, no había quebrado
tanto por su tenencia de deuda griega como por su tenencia de activos tóxicos
derivados de las subprime. De ahí se
dedujo que los bancos españoles, tremendamente expuestos al ladrillo, eran los
que más urgía sanear, esto es, recapitalizar.
Hasta aquí todo bien. Pero
resulta que en este puzzle quedaba una pieza por encajar. Y visionando hoy,
casi por casualidad, unos vídeos del catedrático de economía Julián Pavón y el
vídeo resumen de la crisis del programa Redes, creo haber encontrado la pieza
que faltaba.
La pregunta es sencilla: ¿Por qué
le interesa a la cúpula europea que los bancos españoles se recapitalicen más
que el resto? Pues creo que es así porque le interesa al país más poderoso
de la UE a fecha de hoy, que es Alemania. Resulta que los bancos alemanes han
sido durante la época del boom inmobiliario los principales actores de crédito
de los bancos españoles. Y como dijo Margaret Thatcher en su día, esos bancos
alemanes quieren su dinero de vuelta.
De ahí que les interese más que a nadie que la EBA exija más recapitalización a
los bancos españoles que a sus propios bancos. Pues si los bancos españoles van
bien, eso repercute directamente en los bancos alemanes, que son sus
principales acreedores.
El problema, como bien apunta el
profesor Pavón, es que las economías alemana y española no pueden ser
más
asimétricas. Pues mientras en Alemania la tasa de desempleo ronda el 6%,
aquí
ya está casi en el 22% y, lo peor de todo, con perspectivas de que siga
aumentando. Así que exigir a los bancos españoles que alcancen un nivel
del 9%
de activos de máxima calidad, en un marco deprimido como el actual, en
el que
la economía española está estancada y apunta a recesión, sólo puede
tener como
efecto una restricción del crédito y, por lo tanto, mayor sufrimiento
para las
empresas, los autónomos, y las familias españolas. Esto, como en el caso
de
Grecia, parece tenerles sin cuidado a la señora Merkel y a su colega el
señor Sarkozy. Y lo que realmente parecen desear sobre todas las
cosas es que a sus respectivos bancos les vaya bien; en gran medida
porque tienen bien asumido el credo neoliberal; en el cual, entre otras
cosas, se afirma que la
prosperidad de los bancos es motivo de prosperidad para todos. Algo que en la
práctica se ha demostrado como una falsedad; siendo más acertado
decir que la prosperidad de los bancos representa la prosperidad de los propios
banqueros y de las grandes fortunas, que casualmente son sus mejores clientes.
Es decir, es motivo de grandes desigualdades sociales.
Esto explica, por otra parte, la
sugestiva defensa llevaba a cabo por la señora Merkel de las medidas de
austeridad y reducción de déficit. Porque son medidas que benefician el
saneamiento del sector bancario, aun suponiendo un gravísimo perjuicio a
la
sociedad de aquellos países que, como
España, atraviesan un agudo problema de desempleo y crecimiento
económico. La
aplicación de estas medidas de ajuste, no afectan de igual manera a
países como
Alemania, que, incluso ahora, ve cómo se reducen sus niveles de
desempleo.
Aunque habría que explicar que esto es posible porque en Alemania los
salarios están
sujetos a la productividad; lo cual, aunque no haga crecer el desempleo,
últimamente
está poniendo en jaque su crecimiento. Y no es difícil entender por qué:
si los
trabajadores no pierden su empleo a cambio de que sus salarios sean cada
vez
más bajos, llega un momento en que inevitablemente la demanda interna se
resiente y frena la economía, por mucho que se empeñen los alemanes en
sacar
pecho por su capacidad productiva enfocada a la exportación. Pues si los
principales importadores de productos alemanes son los países miembros
de la UE, y éstos están sufriendo recesiones ocasionadas, en parte, por
las recetas de austeridad plasmadas en Maastricht (3% de déficit
público, y 60% del P.I.B. de endeudamiento público), su capacidad de
importación desciende.
Por otro lado, también a través de los acuerdos plasmados en los
tratados de
Maastrich y Lisboa, se prohibe que el BCE pueda actuar de igual forma
que
lo hace la Reserva Federal americana. Es decir, tiene prohibido comprar
directamente la deuda de los países con problemas de déficit. Sólo lo
puede
hacer en el mercado secundario y de forma extraordinaria, como bien ha
señalado
esta mañana el señor Draghi, estrenando su cargo como dirigente de la
entidad.
Esto también responde en gran medida a los deseos de Alemania, a la que
le
aterra la palabra “inflación”, pues a los bancos alemanes que ésta suba
les supone
lo mismo que a Superman la criptonita. Para defender esta posición, se
añade entre sus argumentos que si el BCE actuara de forma perpetua
contra la especulación comprando deuda
soberana, los estados terminarían por relajarse, descuidando el control
del
déficit. Pero creo que esto más bien responde al interés del lobby
bancario, al
que no le interesa, por un lado, ver devaluados sus activos por la
emisión indiscriminada de dinero
por parte del BCE. Y por otro, que el BCE les quite cuota de mercado,
arrebatándoles los jugosos intereses que supone a la banca comercial
especular con la compra de deuda pública.
El problema es que España, para
salir de ésta sin tener que atravesar un desierto de 40 años, necesita dosis
masivas de criptonita. He ahí el conflicto. España necesita un plan de
estímulo, y Alemania sólo acepta planes de recorte. Unos planes de recorte que
además sintonizan claramente con la postura tradicional del FMI. De ahí que los
famosos “rescates” sean en la mayoría de ocasiones regalos envenenados
enfocados a sanear el sector financiero de un país, con el único objetivo de satisfacer a corto plazo
las exigencias de sus acreedores; aunque esto suponga llevarse por delante el
bienestar social del país intervenido; como está ocurriendo en Grecia.
En realidad, todo esto de salvar
a los bancos con fondos públicos estaría bien si al mismo tiempo tuviéramos la
certeza de que la banca está sujeta a regulación por parte de los Estados, de
modo que se ponga coto a las actividades especulativas y se enfoquen todos los
esfuerzos en dinamizar la economía productiva y, por extensión, el bienestar
social. Pero como el neoliberalismo tiene por norma desregularizar y engordar
las finanzas en detrimento del poder estatal, nos exponemos a que el dinero
público se diluya en dividendos, bónuses, indemnizaciones millonarias, y en
retomar las operaciones de alto riesgo que en su día nos llevaron a esta
crisis de dimensiones todavía pendientes de valorar.
Conclusión: los intereses de los bancos
alemanes y las políticas de signo neoliberal desarrolladas por Ángela Merkel, están
suponiendo un agravamiento de la crisis en los países periféricos, un retraso
en su recuperación y, lo peor de todo, una destrucción progresiva de su
bienestar social.
Migajas
http://mgsesma.blogspot.com/2011/11/alemania-y-no-grecia-esta-poniendo-en.html
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