viernes, 4 de noviembre de 2011

Alemania (y no Grecia) está poniendo en jaque a toda Europa

Hará cosa de una semana, escribí en mi blog un artículo titulado "Algo no encaja". En él trataba de explicarme a mí mismo la inquietante asignación por parte de la EBA de las exigencias de recapitalización bancaria.

La mayoría esperaba que, si el problema era que Grecia se había convertido en un valor de alto riesgo, los bancos que más deuda griega tenían en sus carteras (en este caso bancos alemanes y franceses) fueran los primeros en la lista donde se detallaban las exigencias de recapitalización. Pero la sorpresa fue que este primer puesto se lo llevaron los bancos griegos y españoles.

Este hecho empezó a levantar sospechas. Porque efectivamente algo no encajaba. Algunos analistas llegaron a la conclusión de que el verdadero problema que amenazaba al euro seguía siendo aquel remanente procedente de las hipotecas basura, que la opinión pública tenía ya casi en el olvidadero.

Esta teoría se apoyaba en el hecho descubierto de que el banco franco-belga, Dexia, no había quebrado tanto por su tenencia de deuda griega como por su tenencia de activos tóxicos derivados de las subprime. De ahí se dedujo que los bancos españoles, tremendamente expuestos al ladrillo, eran los que más urgía sanear, esto es, recapitalizar.

Hasta aquí todo bien. Pero resulta que en este puzzle quedaba una pieza por encajar. Y visionando hoy, casi por casualidad, unos vídeos del catedrático de economía Julián Pavón y el vídeo resumen de la crisis del programa Redes, creo haber encontrado la pieza que faltaba.

La pregunta es sencilla: ¿Por qué le interesa a la cúpula europea que los bancos españoles se recapitalicen más que el resto? Pues creo que es así porque le interesa al país más poderoso de la UE a fecha de hoy, que es Alemania. Resulta que los bancos alemanes han sido durante la época del boom inmobiliario los principales actores de crédito de los bancos españoles. Y como dijo Margaret Thatcher en su día, esos bancos alemanes quieren su dinero de vuelta. De ahí que les interese más que a nadie que la EBA exija más recapitalización a los bancos españoles que a sus propios bancos. Pues si los bancos españoles van bien, eso repercute directamente en los bancos alemanes, que son sus principales acreedores.

El problema, como bien apunta el profesor Pavón, es que las economías alemana y española no pueden ser más asimétricas. Pues mientras en Alemania la tasa de desempleo ronda el 6%, aquí ya está casi en el 22% y, lo peor de todo, con perspectivas de que siga aumentando. Así que exigir a los bancos españoles que alcancen un nivel del 9% de activos de máxima calidad, en un marco deprimido como el actual, en el que la economía española está estancada y apunta a recesión, sólo puede tener como efecto una restricción del crédito y, por lo tanto, mayor sufrimiento para las empresas, los autónomos, y las familias españolas. Esto, como en el caso de Grecia, parece tenerles sin cuidado a la señora Merkel y a su colega el señor Sarkozy. Y lo que realmente parecen desear sobre todas las cosas es que a sus respectivos bancos les vaya bien; en gran medida porque tienen bien asumido el credo neoliberal; en el cual, entre otras cosas, se afirma que la prosperidad de los bancos es motivo de prosperidad para todos. Algo que en la práctica se ha demostrado como una falsedad; siendo más acertado decir que la prosperidad de los bancos representa la prosperidad de los propios banqueros y de las grandes fortunas, que casualmente son sus mejores clientes. Es decir, es motivo de grandes desigualdades sociales.

Esto explica, por otra parte, la sugestiva defensa llevaba a cabo por la señora Merkel de las medidas de austeridad y reducción de déficit. Porque son medidas que benefician el saneamiento del sector bancario, aun suponiendo un gravísimo perjuicio a la sociedad de aquellos países que, como España, atraviesan un agudo problema de desempleo y crecimiento económico. La aplicación de estas medidas de ajuste, no afectan de igual manera a países como Alemania, que, incluso ahora, ve cómo se reducen sus niveles de desempleo. Aunque habría que explicar que esto es posible porque en Alemania los salarios están sujetos a la productividad; lo cual, aunque no haga crecer el desempleo, últimamente está poniendo en jaque su crecimiento. Y no es difícil entender por qué: si los trabajadores no pierden su empleo a cambio de que sus salarios sean cada vez más bajos, llega un momento en que inevitablemente la demanda interna se resiente y frena la economía, por mucho que se empeñen los alemanes en sacar pecho por su capacidad productiva enfocada a la exportación. Pues si los principales importadores de productos alemanes son los países miembros de la UE, y éstos están sufriendo recesiones ocasionadas, en parte, por las recetas de austeridad plasmadas en Maastricht (3% de déficit público, y 60% del P.I.B. de endeudamiento público), su capacidad de importación desciende.

Por otro lado, también a través de los acuerdos plasmados en los tratados de Maastrich y Lisboa, se prohibe que el BCE pueda actuar de igual forma que lo hace la Reserva Federal americana. Es decir, tiene prohibido comprar directamente la deuda de los países con problemas de déficit. Sólo lo puede hacer en el mercado secundario y de forma extraordinaria, como bien ha señalado esta mañana el señor Draghi, estrenando su cargo como dirigente de la entidad. Esto también responde en gran medida a los deseos de Alemania, a la que le aterra la palabra “inflación”, pues a los bancos alemanes que ésta suba les supone lo mismo que a Superman la criptonita. Para defender esta posición, se añade entre sus argumentos que si el BCE actuara de forma perpetua contra la especulación comprando deuda soberana, los estados terminarían por relajarse, descuidando el control del déficit. Pero creo que esto más bien responde al interés del lobby bancario, al que no le interesa, por un lado, ver devaluados sus activos por la emisión indiscriminada de dinero por parte del BCE. Y por otro, que el BCE les quite cuota de mercado, arrebatándoles los jugosos intereses que supone a la banca comercial especular con la compra de deuda pública.

El problema es que España, para salir de ésta sin tener que atravesar un desierto de 40 años, necesita dosis masivas de criptonita. He ahí el conflicto. España necesita un plan de estímulo, y Alemania sólo acepta planes de recorte. Unos planes de recorte que además sintonizan claramente con la postura tradicional del FMI. De ahí que los famosos “rescates” sean en la mayoría de ocasiones regalos envenenados enfocados a sanear el sector financiero de un país, con el único objetivo de satisfacer a corto plazo las exigencias de sus acreedores; aunque esto suponga llevarse por delante el bienestar social del país intervenido; como está ocurriendo en Grecia.

En realidad, todo esto de salvar a los bancos con fondos públicos estaría bien si al mismo tiempo tuviéramos la certeza de que la banca está sujeta a regulación por parte de los Estados, de modo que se ponga coto a las actividades especulativas y se enfoquen todos los esfuerzos en dinamizar la economía productiva y, por extensión, el bienestar social. Pero como el neoliberalismo tiene por norma desregularizar y engordar las finanzas en detrimento del poder estatal, nos exponemos a que el dinero público se diluya en dividendos, bónuses, indemnizaciones millonarias, y en retomar las operaciones de alto riesgo que en su día nos llevaron a esta crisis de dimensiones todavía pendientes de valorar.

Conclusión: los intereses de los bancos alemanes y las políticas de signo neoliberal desarrolladas por Ángela Merkel, están suponiendo un agravamiento de la crisis en los países periféricos, un retraso en su recuperación y, lo peor de todo, una destrucción progresiva de su bienestar social.
Manuel G. Sesma
Migajas
http://mgsesma.blogspot.com/2011/11/alemania-y-no-grecia-esta-poniendo-en.html

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