El artículo analiza cómo el Banco Central Europeo está
contribuyendo en gran manera a generar el problema de la deuda pública,
siendo responsable de la ralentización económica de la Eurozona y muy en
especial de los países periféricos en esta región monetaria.
El fin del mandato de Jean Claude Trichet (JCT) como presidente del
Banco Central Europeo (BCE) dio pie a toda serie de artículos en la
prensa española evaluando su labor a la cabeza de la institución
financiera más importante de la Eurozona y de la Unión Europea. En
general, tales evaluaciones en los medios de mayor difusión españoles
fueron positivas. Su decisión de comprar deuda pública española, en
contra del deseo de la poderosa banca alemana, le generó gran simpatía
en los centros financieros y económicos españoles. Si el BCE no lo
hubiera hecho, la deuda pública española se hubiera ofrecido a unos
intereses elevadísimos, insostenibles.
Tal realidad, sin embargo, no debería ignorar que JCT ha sido el
impulsor más influyente de las políticas de austeridad, es decir, de los
enormes recortes de gasto público, incluido gasto público social, así
como de las reducciones de salarios y derechos laborales y sociales en
los países de la Eurozona que han hecho un enorme daño al bienestar de
las clases populares de tales países. Las decisiones del BCE durante su
mandato han contribuido en gran manera a la Gran Recesión de la mayoría
de tales países. El elevado desempleo y/o el estado tan precario de los
mercados laborales en cada uno de estos países es, en gran parte,
resultado de las políticas promovidas e impuestas por el Banco Central
Europeo, presidido por JCT junto con los otros dos elementos de la
llamada Troika, es decir, la Comisión Europea y el FMI. La máxima
expresión de estas políticas ha ocurrido en Grecia donde la protesta
general ha forzado la necesidad de que se haga un referéndum.
Estas políticas han incluido la obsesión en mantener la inflación en
la Eurozona muy baja, más baja del 2% permitido, como promedio de los
últimos diez años. Raramente ha excedido el 3%. Para alcanzar este fin,
ha impuesto políticas que han dañado enormemente el crecimiento
económico, tales como mantener unos intereses bancarios elevados (mucho
más elevados que los permitidos por el Banco Central Estadounidense,
llamado Federal Reserve Board) y exigir reducciones drásticas (y
arbitrarias) del déficit y de la deuda pública, que han frenado tal
crecimiento.
Todas estas políticas se han impuesto a los países de la Eurozona, y
muy en especial a los países de la periferia, para satisfacer la demanda
del sistema financiero europeo puesto al servicio de los banqueros y de
sus accionistas en lugar de actuar –como debe actuar un Banco Central-
al servicio de la mayoría de la población usuaria de la banca, es decir,
de los ciudadanos cuyos representantes son los que nombran a los
miembros del equipo dirigente del BCE. La falta de apoyo del BCE a los
Estados, ha contrastado con la excesiva liquidez a los bancos, creándose
una situación escandalosa, responsable de la crisis de la deuda pública
en tales países. El BCE ha sustraído a los Estados el poder de defender
su propia deuda pública. El hecho de que Trichet, en situaciones
extremas, haya defendido esta deuda pública comprando los bonos de los
Estados en dificultades, no le excusa del rol tan negativo que ha tenido
en la génesis de la crisis (JCT fue en su juventud militante del
Partido de Mendes France, unas de las sensibilidades de izquierda dentro
del Partido Socialista Francés. Es difícil llegar a un polo más opuesto
en el desarrollo de un ideario neoliberal. Por desgracia, no es el
único. Muchos de los funcionarios de las instituciones europeas tuvieron
en su juventud un sarampión izquierdista que por lo visto les inmunizó
para el resto de su vida, pasándose al otro lado).
¿Por qué esta incompetencia?
Además de dañar el bienestar de las clases populares, JCT mostró
también una gran incompetencia. En muchos aspectos, fue el Fernández
Ordóñez (el gobernador del Banco de España) a nivel europeo. Los dos no
se dieron cuenta de lo que estaba pasando en su entorno. ¿Cómo puede ser
que dos supervisores del sistema financiero, uno europeo (Trichet), y
el otro español (Fernández Ordóñez), no percibieran que en España el
precio de la vivienda se dobló en solo ocho años (1998-2006), una
realidad única sin precedentes? Unos observadores más competentes
habrían ya adivinado que tal subida no podía deberse solo al incremento
de la demanda (los salarios reales, a diferencia de los nominales,
apenas crecieron durante este periodo) sino a la especulación bancaria,
causa de la enorme crisis actual. Que el mal llamado milagro español
estaba basado en una burbuja inmobiliaria altamente especulativa tenía
que haberse visto y detectado mucho antes de que estallara. Pero, tal
incompetencia era, en realidad, resultado de su proximidad a la banca
que se benefició escandalosamente de tales burbujas.
Una vez explotada la burbuja inmobiliaria, su servicio a la banca ha
sido que en lugar de penalizar tal comportamiento especulativo, JCT lo
ha facilitado, proveyéndola con enorme liquidez y ayuda, negada a los
Estados. Que tal señor se le evalúe positivamente, es una señal más de
la enorme influencia de la banca sobre las instituciones no solo
políticas sino mediáticas de nuestro país. El Banco Central Europeo
debería estar ocupado por los indignados, de la misma manera que Wall
Street lo está en Nueva York, EEUU.
Las últimas reformas
El hecho de que el BCE no fuera materia de discusión y propuesta de
cambio en las últimas reformas de la Eurozona muestra la gran limitación
de tales reformas, las cuales no resolverán la situación problemática
de la deuda pública de los países de la periferia de la Eurozona, es
decir de Grecia, Portugal, Irlanda, España y ahora Italia. Ni tampoco
resolverán los enormes problemas que tiene Grecia. Como he dicho miles
de veces y repito en este artículo, una causa principal del problema es
que el Banco Central Europeo no es un Banco Central. Por muy paradójico
que parezca el BCE no hace lo que los Bancos Centrales hacen cuando la
deuda pública de sus países está teniendo dificultades. En estas
ocasiones el Banco Central (que es una entidad pública) imprime dinero y
compra deuda pública de su Estado, con lo cual, los intereses para
pagarla bajan. El que la compra tiene además la seguridad de que hay un
Banco Central detrás de la deuda que no permitirá que la deuda se
colapse, evitando que el que la compró deje de recibir el dinero que
genera el poseer el bono de aquel país. Esto es lo que hace el Banco
Central de EEUU, el Federal Reserve Board; o el Banco de Inglaterra o el
Banco de Japón. Pero, el Banco Central Europeo no lo hace. Imprime
dinero y lo transfiere a los bancos privados, pero no a los Estados. Ni
tampoco compra bonos públicos de los Estados. Cuando lo ha hecho
recientemente, inmediatamente ha retrocedido porque la banca alemana,
que es hegemónica dentro de la banca europea, no se lo permite. Y ahí
está el problema. Los Estados de la Eurozona no tienen ninguna
protección frente a la especulación de los mercados financieros. Y así
les va. Es un sueño para los especuladores como bien decía uno de ellos
en una entrevista a la BBC británica.
Y no salió ninguna reforma de la reciente cumbre que pueda variar
esta situación. En lugar de ello, la cumbre ha establecido un fondo,
llamado en inglés European Financial Estabilization Facility (EFSF), que
garantiza, en bases excepcionales (y bajo severas condiciones, todas
ellas fácilmente previsibles, incluida la extensión de las medidas de
austeridad), que lo bonos nacionales serán asegurados, pero no por su
valor total sino por porcentajes variados que pueden ser solo un 20% de
su valor. ¿Alguien cree que esto va a dar seguridad a los compradores de
bonos italianos o españoles? Y estos fondos del EFSF no procederán en
principio de fondos públicos sino de inversores como la China, entre
otros. Sin comentarios. El dogma neoliberal, el dogma del capital
financiero, ha llegado a un nivel de absurdidad.
En cuanto a la supuesta reducción de la deuda pública griega, por un
50%, tal reducción dejaría su deuda pública a un nivel que representaría
el 125% del PIB, que es una cantidad imposible de recudir con un
crecimiento económico tan estancado como el griego. Es más, la reducción
de la deuda pública no significa que la banca privada, poseedora de los
bonos del Estado griego, tenga una reducción de sus intereses de un
50%. En realidad, cuando se descuenta los bonos públicos poseídos por
las autoridades públicas, resulta que su reducción será mucho menor. Los
intereses de la banca privada han predominado de nuevo sobre los
intereses públicos. Bajo esta situación Grecia no tiene futuro. Esto ha
sido resultado de las políticas impuestas por la Troika incluido el
Banco Central Europeo.
Vicenç Navarro – Consejo Científico de Attac
Sistema Digital
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