sábado, 12 de noviembre de 2011

Hasta el próximo sobresalto de los mercados

Danzando el baile de San Vito, de cumbre en cumbre, desde hace semanas. Con el discurso descuidado de Merkel, las ociosas declaraciones de Sarkozy y contribuciones parecidas, la caravana viaja en círculo. Ninguna sorpresa que para los participantes se haya cargado la atmósfera. El primer ministro de Luxemburgo Jean-Claude Juncker reprueba el 'muddling through' (salir del paso) porque sabe que al público no le gusta el espectáculo.

Con los nuevos planes de la Cumbre de Bruselas –desde la condonación de parte de la deuda a Grecia hasta la recapitalización de los bancos y el “apalancamiento” del fondo de rescate– las manos podrían irse al cuello de los que hasta ahora pertenecían a los ganadores de la crisis. Entre ellos se encuentran los airados contribuyentes alemanes, los holandeses, los franceses y los británicos tanto como sus respectivas élites.

Que son los beneficiarios de la crisis, es cosa que no gusta oír a los alemanes. Y por buenas razones: beneficiarios, sólo unos pocos, que ahora salen más reforzados aún, si cabe, de la crisis. En primer lugar, el estado y los bancos. Es algo que puede verse en el caso de Holanda. El pequeño país europeo, que navega viento en popa a la sombra de su vecino alemán, se ha aprovechado de la crisis europea desde su comienzo. Y no en poca medida. Entre enero de 2009 y octubre de 2011 el Ministerio de Economía en La Haya se ha ahorrado 7'6 mil millones de euros en intereses, y ello a pesar del aumento de la deuda del estado. Para los préstamos a diez años, el estado holandés paga un 1% menos de intereses que antes del estallido de la crisis europea en marzo de 2010. Y hasta la fecha la participación de Holanda en las sucesivas medidas de rescate no le ha costado ni un céntimo. Todo lo contrario: el país gana con los intereses a pagar por griegos, irlandeses y portugueses. Las ganancias multimillonarias para el fisco crecen con cada mes que el euro se aproxima al borde del precipicio.

Los intereses bajan a mínimos históricos

Lo mismo vale para Alemania. El ministro de Finanzas [Wolfgang] Schäuble puede endeudarse más barato que nunca, gracias a la enorme demanda de bonos alemanes debido a la fuga de capitales en el marco de Europa, donde los inversores evitan a toda costa a Grecia, el país más endeudado. Así como la economía exportadora alemana se ha aprovechado del euro, así se ha aprovechado el estado alemán de la crisis europea. Empresas y bancos, pero también constructoras, han sacado igualmente su tajada, y lo seguirán haciendo mientras el Banco Central Europeo (BCE) mantenga los intereses mínimos históricos. Sólo quienes tienen un salario decente o precario salen perdiendo.

Sin embargo, de lo que ahora se trata –a la vista de una amenazadora fusión del núcleo de la Eurozona– de algo más que repartir las ganancias de la crisis. Con las decisiones tomadas en Bruselas debería de alcanzarse sobre todo una cosa: ganar tiempo para poder proseguir desde el comienzo con una política anticrisis en pequeñas dosis hasta el próximo sobresalto de los mercados.

Las consecuencias de esta mala gestión, de la que son especialmente responsables Alemania y Francia, han traspasado entre tanto las fronteras de la Eurozona y los daños colaterales se hacen notar especialmente en las islas británicas, donde residen los opositores más virulentos al euro y el Primer ministro David Cameron debe aplacar la insurrección de los euroescépticos en la Cámara baja. Los que no quieren saber nada del euro en el Reino Unido son ya mayoría.

Demasiado tarde y demasiado poco 

No es que uno no se pudiera hacer desde hace tiempo una composición de las debilidades y los fallos en la construcción de esta unión de estados y moneda única. Ya con el Tratado de Maastricht (1992), y aún más con el Tratado de Lisboa (2007), todos los estados europeos se alinearon con el mercado y la competencia como únicos criterios políticos racionales. No sólo el euro ha salido dañado. El modelo de un capitalismo dominado por las altas finanzas internacionales ha sido desacreditado, un modelo que no era mejor ni peor, sólo un poco más aerodinámico y posmoderno que otros modelos de capitalismo a los que sustituyó. Equipado con un marco institucional en el que no encajaba, la Unión Europea se debate aquí y allá entre ser una potencia mundial o volver al regionalismo. Cuando se trata solamente del capitalismo transnacional la cosa funciona. Pero sin unión económica y fiscal toda unión monetaria está destinada al fracaso. Y quien dice una unión fiscal quiere decir algo más que lo que hasta ahora tenemos: una pizca de autoridad impositiva aquí, algo de redistribución allá y un poco de burocracia transnacional acullá.

En toda federación justa que se precie de ese nombre existe un equilibrio financiero. Y eso no significa otra cosa que una unión de transferencias. Una unión que existe –oculta y avergonzada– desde hace años en la UE en la política agraria y la promoción regional, sólo que ahora se hace indispensable en las finanzas públicas.

Comparados con los estados anglosajones, los países del euro –incluso Grecia y acaso Portugal– son aún solventes. Si estados en quiebra como los Estados Unidos o el Reino Unido siguen existiendo es porque pueden permitirse un banco central que en caso de necesidad concede créditos al gobierno sin atenerse a las pérdidas y que inunda el mercado con liquidez (léase: créditos baratos). En medio de la crisis, donde todo padece bajo la sobrecapacidad, algo así apenas tiene consecuencias inflacionarias. Esto es justamente lo que necesita Europa y eso es lo que ahora recibe Europa, podría pensarse tras el apalancamiento del Fondo de rescate europeo. El tiempo en el que el BCE se comportaría como un Banco central quedaría a voluntad de los caprichos de los alemanes. En cualquier caso, debería de llevar a cabo una política económica conjunta como la de la Reserva Federal (Fed) o el Bank of England. El recién jubilado Presidente del BCE Jean-Claude Trichet ha comenzado esta tarea. De comprar el BCE títulos de deuda europeos, la emisión de Bonos se reduciría a un detalle técnico, pero con un potencial parecido al de los bonos del tesoro estadounidenses, con los cuales unos destartalados Estados Unidos pueden aún impresionar y domar al mundo de las finanzas.  

Pero debido a que ninguno de los protagonistas de las ya prácticamente diarias cumbres europeas quiere ponerse en contra a los ciudadanos o a la propia clientela conservadora en su país, al final nos dan un popurrí de medidas de efectividad reducida en sus tres cuartas partes, demasiado tarde y demasiado pequeñas, demasiado como para salir de la crisis, pero que nos permiten sobrevivir. Alegría para quienes, en los mercados financieros, están ganando. A los ciudadanos de Europa, mientras tanto, ya no les queda nada en el bolsillo que puedan rascar.

Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
Traducción parawww.sinpermiso.info: Àngel Ferrero
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4527

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